jueves, 27 de mayo de 2021

Hora Santa en reparación por el robo sacrílego de Hostias consagradas para ser usadas en rituales satánicos 260521

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el robo sacrílego de Hostias consagradas, producidas en todo el mundo, para el uso satánico en misas negras. Lamentablemente, la difusión de la práctica de la comunión en la mano –sin fundamento alguno, ni científico-sanitario, ni teológico-, favorece el robo masivo de la Eucaristía y su posterior profanación. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.ilgazzettino.it/nordest/treviso/ostia_consacrata_furto_satanismo_conegliano_riti_satanici-5977895.html?fbclid=IwAR3EcJ3bj2_GsdJ63VGFPp74ShylDGuy4DqbdDk60n4StUPca-nM3PHQCL8

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

La fe –la Santa Fe Católica, la que profesamos en el Credo cada Domingo-, hizo, de hombres comunes y pecadores, grandes santos. Por ejemplo, el santo rey de Francia, San Luis, de quien se dice que tenía una fe tan viva de que Cristo estaba en Persona en el Santísimo Sacramento, que habiéndose producido un gran milagro eucarístico, al que todos acudieron a ver y con el que se manifestaba la verdad de la Presencia real de Jesús en la Eucaristía, él se rehusó a ir, manifestando que no había necesidad de verlo para entender –por la fe- que el Hombre-Dios estaba en el Santísimo Sacramento del altar[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

De la misma manera, Santa Teresa de Jesús afirmaba que no tenía envidia a los que con ojos corporales habían visto en esta vida a Jesucristo, porque con los ojos de la fe lo podía ver Presente en el Santísimo Sacramento y por esa razón, no echaba en menos para su consuelo el no haberle visto con los ojos corporales. A su vez, el santo Fray Gil, compañero de San Francisco, consideraba a la fe como una luz que permitía ver con los ojos del cuerpo que, una vez, escuchó a alguien que decía “Creo” y el santo lo corrigió diciendo: “No digas “creo”, sino “veo”[2]. La fe nos hace ver, con los ojos del alma, a Jesús Presente en Persona en el Santísimo Sacramento del altar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

La viveza de la fe de los santos, debe conducirnos a nosotros a imitarlos a ellos, para que así nos sea de mayor provecho este grandísimo don divino. Las verdades que nos enseña la fe católica son tan fuertes y eficaces, que bastan para convertir al corazón más endurecido y hacerlo arder en el Amor del Padre y el Hijo, el Espíritu Santo. ¿Qué corazón no habría de enternecerse al saber que todo un Dios, Dios Hijo encarnado, derramó su Sangre Preciosísima en el altar de la Cruz y perpetúa su Santo Sacrificio en la Misa, derramando su Sangre en el Cáliz, sólo para salvar el alma de los pecadores? Y también, ¿qué corazón no habría de estremecerse al pensar en el terrible castigo eterno que le espera en el Infierno a quien desprecie la gracia y la Sangre del Redentor Jesucristo?

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Por estas razones, debemos reflexionar acerca del tesoro invaluable que es la fe católica en el Hombre-Dios Jesucristo y obrar en consecuencia, porque la fe, sin obras, es una “fe muerta”. Demostremos nuestra fe en Jesucristo, realizando obras de misericordia, sean corporales o espirituales, para así presentarnos ante el Juicio de Dios y, con el auxilio de Nuestra Madre del Cielo y por la infinita misericordia de Dios, salvaremos nuestras almas.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

A todos aquellos que deseen la salvación eterna de sus almas, consideren las excelencias de la gracia y de la fe y actúe según lo que ellas nos dictan; que aviven el conocimiento y ponderen cuánta grandeza ha concedido Dios al hombre, que por la gracia lo ha elevado por encima de los serafines; consideren que la mayor tristeza y desolación en este mundo, consiste en vivir sin fe y sin gracia, aun cuando se viva rodeado de riquezas materiales; considere cuán valioso es estar en gracia de Dios, porque se tiene a la Trinidad en el corazón, aun viviendo en esta tierra, en la mayor de las tribulaciones. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que la luz de la fe y de la gracia de Nuestro Señor Jesucristo nos guíen, a través de las tinieblas de este mundo, hacia la Luz Increada, el Cordero de Dios, en la Jerusalén celestial!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 479.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 479.

jueves, 20 de mayo de 2021

Hora Santa en reparación por sacrilegio contra imagen de Nuestra Señora de Lourdes en París 010620

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio sufrido por una imagen de Nuestra Señora de Lourdes, la cual fue destrozada a golpes de martillo. Para mayores datos acerca del lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.brcblog.org/2020/06/console-our-lady-her-statue-was-stoned.html?fbclid=IwAR3y9mRBKDQw2K4Qv3huJrxi5wt1GgNVEm6kFUNhyqqAtiNKP5L6OzrPF_4

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         La fe católica, la fe sobrenatural en Cristo Dios, en su Redención y en el Cielo eterno que nos tiene prometido y que nos ganó a costa de su Santo Sacrificio en la Cruz, es algo tan admirable, que no podemos dejar de estar agradecidos, en primer lugar, a la Santísima Trinidad, porque es Dios Uno y Trino quien nos dio al Cordero de Dios como expiación por nuestros pecados y en segundo lugar, a nuestra amada Madre Patria España, porque si no hubiera sido por sus Conquistadores y Evangelizadores, estaríamos adorando ídolos demoníacos como la Pachamama.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         En la Sagrada Escritura se dice que la fe es “substancia de las cosas que se han de esperar” y “argumento de las que no se ven” (Heb 11, 1), ya que por la fe podemos “mirar” –con los ojos del alma- lo que esperamos –la vida eterna, el Reino de los cielos- y además podemos creerlo “tan vivamente como si las viéramos”[1], además de que la fe nos convence de servir a Dios Trino para así ganar el Cielo. Dice así San Cirilo Hierosolimitano: “El que merece ser alumbrado por la fe, aun antes de que acabe el mundo, ya ve el Día del Juicio y el galardón de las promesas divinas”. Es decir, así como la fe nos hace creer en el Juicio Final, así nos hace ver el premio de la gloria y nos incita a obrar para ser dignos del Cielo.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         La viveza de la fe hacía que los grandes santos, como San Jerónimo, se estremecieran al pensar en el Día del Juicio, como si le entrara por los oídos el terrible sonido de la trompeta del Ángel, que convocará a vivos y muertos resonando por todo el mundo: “¡Levantaos, muertos y venid a juicio!”. Otros muchos siervos de Dios, debido a la firme persuasión que tenían, de que la Escritura era Palabra de Dios, al escucharla obraron tan eficazmente, como si estuvieran viendo a la misma Persona del Hijo de Dios pronunciarlas[2].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         A su vez, San Atanasio escribe de San Antonio Abad que, al entrar en una iglesia, escuchó la Palabra de Dios que decía: “Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres” (Mt 19, 21) y al escucharla, la puso por obra en el acto, como si la hubiera escuchado del mismo Cristo y como si a él solo se lo hubiera dicho.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Otro santo, San Enremundo, ermitaño, sirviendo con gran autoridad en la corte y palacio del rey Chilperico, luego que oyó decir en el Evangelio aquel dicho de Cristo: “El que ama a su padre y a su madre más que a Mí, no es digno de Mí” (Mt 10, 37) y también “El que quiera venir en pos de Mí, niéguese a Sí mismo y tome su cruz y me siga” (Mt 16, 24), dejó palacio, corte, hacienda, casa y mujer y, abrazándose con la cruz de Cristo, vivió y murió santamente, retirado del mundo y de sus falsos atractivos[3]. Fue la fe en Cristo Dios lo que le hizo ganar el Reino de los cielos y por esto debemos estimar y amar en altísimo grado el don de la fe recibido en el Bautismo.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 478.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 478.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 479.

sábado, 15 de mayo de 2021

Hora Santa en reparación por la intercomunión sacrílega promovida por sacerdotes alemanes 150521

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido por sacerdotes alemanes, los cuales organizaron un evento ecuménico en el que se dio la Sagrada Comunión a personas que no pertenecían a la Iglesia Católica, en un claro y abierto desafío y rebelión contra el Magisterio[1] y la Tradición de la Iglesia y contra la autoridad Papal[2]. Con relación a la intercomunión, el Código de Derecho Canónico, en el canon 844 § 4 establece como condiciones bajo las cuales un sacerdote católico puede administrar los sacramentos de la penitencia, la eucaristía y la unción de enfermos a los anglicanos y protestantes las siguientes: “Si hay peligro de muerte o, a juicio del obispo diocesano o de la conferencia episcopal, urge otra necesidad grave (alia urgeat gravis necessitas)”. De esto se sigue que la administración de la Eucaristía en circunstancias que no sean “graves” y a personas que profesan cualquier tipo de religión, es realmente un gravísimo atentado, blasfemo y sacrílego, contra la Eucaristía, Piedra Basal de la Iglesia Católica. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace: https://www.aciprensa.com/noticias/alemania-protestantes-reciben-eucaristia-y-mujeres-predican-homilias-en-iglesias-catolicas-48015 

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

El pecado es algo tan terrible, que llevó hasta la muerte al Hijo de Dios encarnado, quien se ofreció a Sí mismo como Holocausto Inmaculado para salvarnos[3]. Es por esto que debemos detestar, con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro ser y con la ayuda de la gracia, al pecado y si tenemos la desgracia de caer en él, que salgamos prontamente de ese estado, para regresar al estado de gracia, de comunión en la fe y en el amor con Dios Trino.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

En el Evangelio se relata cómo, estando en el Infierno, el rico avariento –quien se condenó por su avaricia y no por las riquezas- pidió enviasen del otro mundo a avisar a sus hermanos de lo que habían de hacer, pensando que los haría cambiar de vida los terribles sufrimientos que en el Infierno se padecen. Sin embargo, se le respondió que ya tenían a Moisés y a los Profetas, porque si no cambiaban con las verdades de fe, no cambiarían ni aún si se los dijese alguien desde el Infierno. Que estas verdades nos lleven a detestar el pecado y a amar y apreciar cada vez más la gracia santificante.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Si un condenado en el Infierno se apareciera y diera testimonio, en persona, de los sufrimientos que allí se padecen por la eternidad, este testimonio, sin embargo, no sería más fuerte y convincente que el testimonio que da la fe católica[4]. En otras palabras, si un condenado en el Infierno nos relatara en persona lo que allí se sufre, eso seguramente nos impulsaría a tomar la firme resolución de cambiar de vida, alejándonos del pecado y viviendo en gracia, el testimonio que nos da la fe es sin embargo mucho más elocuente y convincente y nos conduce, cuando la fe es vivida plenamente, a una vida santa y, lo que es más importante, a una muerte en estado de gracia, lo cual nos abre las puertas del Cielo.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         La certidumbre que da la fe es mayor que la evidencia y que la misma experiencia, siendo la fe la que llevó a los santos no solo a la conversión, sino a la realización de grandes obras de misericordia, las cuales les granjearon las puertas del Cielo. Podemos decir que la fe ilumina los ojos del alma, así como la luz ilumina los ojos del cuerpo, haciendo que el alma sea capaz de contemplar los sagrados misterios salvíficos de Nuestro Redentor Jesucristo, el Hombre-Dios, la Lámpara de la Jerusalén celestial, el Pan Vivo bajado del Cielo, el Verdadero Maná bajado del Cielo, que nos concede la vida eterna, la vida misma de la Santísima Trinidad.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Por estas cualidades de la fe, es que el Apóstol la definió como “substancia de las cosas que se han de esperar” y “argumento de las que no se ven” (Heb 11, 1), porque por la fe hemos de mirar a lo que esperamos y está por venir y lo creemos tan vivamente, como si estuviera presente. De esta manera es como debemos considerar las verdades eternas –salvación o condenación-: como si las estuviéramos viendo, porque es en realidad la fe la que nos hace ver estos sagrados misterios. Dice San Cirilo Hierosolimitano: “El que merece ser alumbrado de la fe, aun antes que se acabe el mundo, ya ve el Día del Juicio y el galardón de las promesas divinas”[5]. Es decir, quien tiene fe, cree en el Juicio Final como si lo estuviera viendo y así también cree en el premio de la gloria, como si estuviera en el Cielo[6].

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cardenal Ladaria, al presidente de la Conferencia Episcopal Alemana: No a la comunión conjunta de católicos y protestantes: cfr. https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=38678

[3] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 477.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 477.

[5] Cath., 5.

[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 478.

martes, 11 de mayo de 2021

Hora Santa en reparación por la intercomunión sacrílega promovida por sacerdotes alemanes 150521

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido por sacerdotes alemanes, los cuales organizaron un evento ecuménico en el que se dio la Sagrada Comunión a personas que no pertenecían a la Iglesia Católica, en un claro y abierto desafío y rebelión contra el Magisterio[1] y la Tradición de la Iglesia y contra la autoridad Papal[2]. Con relación a la intercomunión, el Código de Derecho Canónico, en el canon 844 § 4 establece como condiciones bajo las cuales un sacerdote católico puede administrar los sacramentos de la penitencia, la eucaristía y la unción de enfermos a los anglicanos y protestantes las siguientes: “Si hay peligro de muerte o, a juicio del obispo diocesano o de la conferencia episcopal, urge otra necesidad grave (alia urgeat gravis necessitas)”. De esto se sigue que la administración de la Eucaristía en circunstancias que no sean “graves” y a personas que profesan cualquier tipo de religión, es realmente un gravísimo atentado, blasfemo y sacrílego, contra la Eucaristía, Piedra Basal de la Iglesia Católica.

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

El pecado es algo tan terrible, que llevó hasta la muerte al Hijo de Dios encarnado, quien se ofreció a Sí mismo como Holocausto Inmaculado para salvarnos[3]. Es por esto que debemos detestar, con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro ser y con la ayuda de la gracia, al pecado y si tenemos la desgracia de caer en él, que salgamos prontamente de ese estado, para regresar al estado de gracia, de comunión en la fe y en el amor con Dios Trino.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

En el Evangelio se relata cómo, estando en el Infierno, el rico avariento –quien se condenó por su avaricia y no por las riquezas- pidió enviasen del otro mundo a avisar a sus hermanos de lo que habían de hacer, pensando que los haría cambiar de vida los terribles sufrimientos que en el Infierno se padecen. Sin embargo, se le respondió que ya tenían a Moisés y a los Profetas, porque si no cambiaban con las verdades de fe, no cambiarían ni aún si se los dijese alguien desde el Infierno. Que estas verdades nos lleven a detestar el pecado y a amar y apreciar cada vez más la gracia santificante.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Si un condenado en el Infierno se apareciera y diera testimonio, en persona, de los sufrimientos que allí se padecen por la eternidad, este testimonio, sin embargo, no sería más fuerte y convincente que el testimonio que da la fe católica[4]. En otras palabras, si un condenado en el Infierno nos relatara en persona lo que allí se sufre, eso seguramente nos impulsaría a tomar la firme resolución de cambiar de vida, alejándonos del pecado y viviendo en gracia, el testimonio que nos da la fe es sin embargo mucho más elocuente y convincente y nos conduce, cuando la fe es vivida plenamente, a una vida santa y, lo que es más importante, a una muerte en estado de gracia, lo cual nos abre las puertas del Cielo.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         La certidumbre que da la fe es mayor que la evidencia y que la misma experiencia, siendo la fe la que llevó a los santos no solo a la conversión, sino a la realización de grandes obras de misericordia, las cuales les granjearon las puertas del Cielo. Podemos decir que la fe ilumina los ojos del alma, así como la luz ilumina los ojos del cuerpo, haciendo que el alma sea capaz de contemplar los sagrados misterios salvíficos de Nuestro Redentor Jesucristo, el Hombre-Dios, la Lámpara de la Jerusalén celestial, el Pan Vivo bajado del Cielo, el Verdadero Maná bajado del Cielo, que nos concede la vida eterna, la vida misma de la Santísima Trinidad.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Por estas cualidades de la fe, es que el Apóstol la definió como “substancia de las cosas que se han de esperar” y “argumento de las que no se ven” (Heb 11, 1), porque por la fe hemos de mirar a lo que esperamos y está por venir y lo creemos tan vivamente, como si estuviera presente. De esta manera es como debemos considerar las verdades eternas –salvación o condenación-: como si las estuviéramos viendo, porque es en realidad la fe la que nos hace ver estos sagrados misterios. Dice San Cirilo Hierosolimitano: “El que merece ser alumbrado de la fe, aun antes que se acabe el mundo, ya ve el Día del Juicio y el galardón de las promesas divinas”[5]. Es decir, quien tiene fe, cree en el Juicio Final como si lo estuviera viendo y así también cree en el premio de la gloria, como si estuviera en el Cielo[6].

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cardenal Ladaria, al presidente de la Conferencia Episcopal Alemana: No a la comunión conjunta de católicos y protestantes: cfr. https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=38678

[3] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 477.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 477.

[5] Cath., 5.

[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 478.