miércoles, 13 de octubre de 2021

Hora Santa en reparación por obra blasfema contra la Madre de Dios en el Teatro Colón Argentina 111021

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el gravísimo ultraje cometido contra la Madre de Dios en la obra blasfema “Theodora” en el Teatro Colón en Buenos Aires, Argentina. Para mayores detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.tiempoar.com.ar/espectaculos/la-iglesia-catolica-califico-de-blasfema-a-una-version-libre-de-la-obra-theodora/

Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Los hombres suelen lamentarse y en gran medida, cuando sufren algún mal y esto es algo natural que suceda, pues si el bien perdido era bueno y amado, su pérdida no puede provocar sino lamento, dolor y llanto. Sin embargo, debe haber un lamento y un dolor y un llanto que deben ser superiores infinitamente a todas las pérdidas, a todos los llantos, a todos los dolores que han experimentado todos los hombres de todos los tiempos y es el dolor de haber cometido un solo pecado, pues por este solo pecado se pierde un bien infinito, que vale más que el Reino de los cielos y es Dios Uno y Trino, la Santísima Trinidad[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Ahora bien, si por un solo pecado mortal, debe el alma llorar y lamentarse el tiempo que le queda de vida terrena y aun por toda la eternidad, piense la misma alma cuánto deberá entonces lamentarse, no solo por ese pecado, sino por todos los pecados cometidos en su vida. Para dolerse de estos pecados, no bastarían todos los corazones de todos los hombres, pues ni siquiera así se experimentaría la pena que por un solo pecado se debe sentir, por ser el pecado la ofensa de un Dios tan infinitamente Bueno y Misericordioso como lo es Dios Uno y Trino[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Una vez que el alma experimenta el dolor de los pecados, debe hacer un propósito de enmienda, el cual debe ser a la medida del dolor de los pecados. El cristiano ha de procurar tener la más firme resolución de no volver a pecar más, por ningún respeto humano en el mundo ni por temor de ningún mal que pudiera suceder, porque el bien que se pierde con el pecado es infinitamente mayor que todos los demás bienes juntos, posibles e imaginables y los males que vienen por pecar, son incomparablemente mayores que todos los males del mundo ni siquiera posibles de imaginar. El horror al pecado debe ser inmenso e invencible contra todo amor de bien posible fuera de Dios y contra todo temor de mal y de males posibles o imaginables, temporales o eternos[3].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Para ayudarnos a ponderar la gravedad del pecado mortal, que hace perder al alma un bien infinito y eterno que es Dios Uno y Trino, podemos considerar el siguiente hecho: que ni siquiera todas las creaturas juntas, haciéndonos daño, nos causarían un daño tan grande como el que nos causa el pecado mortal. Todavía más, como afirma un autor, ni siquiera Dios omnipotente, Señor del cielo y de la tierra, puede causar al mal un daño tan enorme como el que el alma se auto-inflige al cometer un pecado mortal[4].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

De la misma manera, si todos los elementos se unieran entre sí para descuartizar y hundir al pecador y si aún todas las bestias salvajes y las fieras ponzoñosas se unieran para devorar al pecador y si todos los hombres se unieran para perseguirlo y darle feroz muerte y si aún todos los ángeles del cielo se unieran para afligir al pecador y lanzarle rayos ardientes y si aún los demonios del infierno se unieran para atormentar al pecador y si aún el mismo Creador usara toda su omnipotencia para dañarlo, ni aun así, el pecador sufriría tanto daño como el daño que él mismo se ocasiona con un solo pecado mortal. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de aborrecer el pecado y de amar la vida de la gracia!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del Cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 503.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 503.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 504.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 504.

sábado, 9 de octubre de 2021

Hora Santa en reparación por profanación del Altar Eucarístico en Alemania 091021

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la horrible profanación cometida contra el Altar Eucarístico en Alemania. Para mayores datos acerca de este aborrecible acto sacrílego, consultar el siguiente enlace:

https://infovaticana.com/2021/10/09/la-ultima-ocurrencia-alemana-un-monton-de-tierra-como-altar/?fbclid=IwAR2YQnBEw5MChFNLXobWXRH72avq5LbAOCaro4Ro8nuUdGo5ld4Bi4CdN_A

Además de esto, pedimos humildemente a estos señores, que claramente han perdido la Santa Fe Católica, que si es de su agrado inventar una nueva religión, lo hagan, pero una vez que salgan formalmente de la Iglesia Católica; mientras tanto, les recordamos que “no se juega con Dios” y también que “de Dios nadie se burla”.

Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

El Altar Eucarístico es un lugar sacratísimo, puesto que en él se confecciona el Santísimo Sacramento del altar. Lo que sucede en el Altar Eucarístico durante la Santa Misa excede lo que la mente humana o angélica pudiesen siquiera imaginar, porque es la Santísima Trinidad la que se hace Presente en el Altar Eucarístico, ya que éste, como dijimos, se convierte en el Cielo y el Cielo es el lugar santísimo de la residencia de la Trinidad.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Al celebrar la Santa Misa, se desarrolla sobre el Altar Eucarístico un misterio incomprensible, inefable, sobrenatural, de origen trinitario. Así lo describen los santos, como Santa Hildegarda de Bingen: “Y después de esto vi que, mientras el Hijo de Dios pendía en la cruz (…) vi como un altar (…) Entonces, al acercarse al altar un sacerdote revestido con los ornamentos sagrados para celebrar los divinos misterios, vi que súbitamente una luz grande y clara que venía del Cielo acompañada de la reverencia de los ángeles envolvió con su fulgor todo el altar y permaneció allí hasta que el sacerdote se retiró del altar, después de la finalización del misterio. Pero también allí, una vez leído el Evangelio de la paz y depositada sobre el altar la ofrenda que debía ser consagrada, cuando el sacerdote hubo entonado la alabanza de Dios Todopoderoso –que es el “Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos”- para comenzar así la celebración de los misterios, repentinamente un relámpago de fuego de inconmensurable claridad descendió del cielo abierto sobre la ofrenda misma y la inundó con toda su luz, tal como el sol ilumina aquello que traspasa con sus rayos. Y mientras la iluminaba de este modo, la elevó invisiblemente hacia los (lugares) secretos del cielo y nuevamente la bajó poniéndola sobre el altar, como el hombre atrae el aire hacia su interior y luego lo arroja fuera de sí: así la ofrenda fue transformada en verdadera carne y verdadera sangre, aunque a la mirada humana apareciera como pan y como vino. Mientras yo veía estas cosas, repentinamente aparecieron, como en un espejo, las imágenes de la Natividad, la Pasión y la Sepultura y también de la Resurrección y la Ascensión de Nuestro Salvador, el Unigénito de Dios, tal como habían acontecido cuando el mismo Hijo de Dios estaba en el mundo. Pero, mientras el sacerdote entonaba el cántico del Cordero Inocente –que es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo- y se presentaba para recibir la Santa Comunión, el relámpago de fuego antes mencionado se retiró hacia los cielos; y tan pronto como el cielo se cerró oí una voz que desde el Cielo decía: “Comed y bebed el Cuerpo y la Sangre de mi Hijo para borrar la desobediencia de Eva, hasta que seáis restaurados en la justa herencia”[1]. Lo que sucede en el Altar Eucarístico, durante la Santa Misa, excede todo lo que la creatura humana o angélica pueda siquiera imaginar, pues se trata del despliegue del misterio salvífico del Hombre-Dios Jesucristo.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Sobre el Altar Eucarístico se despliegan, en el misterio sobrenatural de la eternidad del Ser divino trinitario, los misterios sobrenaturales, salvíficos e inefables del Hombre-Dios Jesucristo: su Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección, pero sobre todo es su Pasión y su Crucifixión las que se hacen presentes, porque aboliendo el tiempo y el espacio, durante la Santa Misa, sobre el Altar Eucarístico, se hace Presente, en su Acto de Ser divino y eterno, Dios Uno y Trino, que es quien lleva a cabo la majestuosa obra de la Redención, por medio de la Crucifixión del Hijo de Dios en el Calvario y por su renovación incruenta y sacramental sobre el Altar del Sacrificio en cada Santa Misa.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

El Altar Eucarístico es una parte del Cielo durante la celebración de la Santa Misa y por eso no puede haber nada ni nadie que no sea el Hijo de Dios encarnado que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. Fue en los cielos eternos en donde resonó el grito del Arcángel San Miguel ante la rebelión del Ángel caído: “¿Quién como Dios?” y ese mismo Cielo, desde donde fue expulsado el ángel de las tinieblas, es el mismo Cielo en donde se confecciona el Santísimo Sacramento del Altar. Por esta razón, colocar un ídolo en el Altar Eucarístico, es una afrenta directa y gravísima contra la Santísima Trinidad, similar en todo a la rebelión de Satanás en los Cielos. Quien osare hacer esto, el colocar un ídolo en el Altar Eucarístico, sufrirá por lo tanto el mismo castigo del Ángel rebelde.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Sobre el Altar Eucarístico, convertido en una parte del Cielo en cada Santa Misa, es la Santísima Trinidad quien, a través del sacerdocio ministerial, la que lleva a cabo con perfección divina la obra de la redención de la humanidad: Dios Padre, Presente en el Altar Eucarístico, envía a Dios Hijo, Presente en el Altar Eucarístico, por medio del Espíritu Santo, Presente en el Altar Eucarístico, para que renueve, de modo sacramental e incruento, el mismo y único Santo Sacrificio de la Cruz. Nadie puede osar siquiera a tocar el Altar Eucarístico, sin cometer grave profanación contra la Santísima Trinidad.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] HILDEGARDIS SCIVIAS II, 6-1. Ed. Adergundis Fürkhötter O. S. B. collab. Angela Carlevaris O. S. B. In: Corpus Christianorum Continuatio Medievalis. Vol. 43-43a. Turnhout: Brepols, 1978.

viernes, 8 de octubre de 2021

Hora Santa en reparación por profanación de la Catedral de Toledo 071021

 



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la horrenda profanación cometida contra la Catedral de Toledo por parte del grupo musical “Ateo”. Además del acto sacrílego, condenamos también la cobarde actitud de los sacerdotes que debían velar para que precisamente no se cometieran semejantes sacrilegios. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

         https://infovaticana.com/blogs/cigona/pues-el-arzobispo-donde-debia-estar/

         Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Afirma un autor que “el verdadero acto de contrición nace del dolor de los pecados y éste a su vez se origina en el verdadero amor de Dios”[1]. Para que nos demos una idea de cómo es este dolor de los pecados, podemos considerar el siguiente ejemplo: tomemos el caso de un hijo que ama tanto a su padre o a su madre, que desearía morir, literalmente, antes de causarles el más mínimo dolor, la más mínima falta de respeto, a causa de alguna falta suya. Este hijo que ama así a sus padres, desea vivir en la perfección, pero no tanto por la fealdad del mal, sino por la bondad del amor que tiene a sus padres. De la misma manera, el alma que ama a Dios con todo su ser, desearía antes morir que volver a ofender a Dios con el más ligero de los pecados.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Ahora bien, el amor a Dios Uno y Trino y a su Mesías, Cristo Dios, surge, entre otras cosas, por la contemplación de las infinitas perfecciones[2] del Ser divino trinitario, como por ejemplo su majestad –ante Él se postran los ángeles y santos en eterna adoración-, su hermosura –Cristo, dice la Escritura, es el “más bello de los hombres”-, su bondad –nada de lo que hace Dios Trino, lo hace sin su infinita bondad y sabiduría-, su amor –es tanto y tan incomprensible su Amor, que envió a Dios Hijo a encarnarse y morir en la cruz, para salvarnos-, su magnanimidad –Dios es tan excelso, que todo lo hace perfectísimamente bien y sólo nos pide a cambio nuestro amor- y así podríamos seguir, hasta el infinito, describiendo todas las infinitas perfecciones que en Él existen y que deben ser la causa y el origen de nuestro amor a Dios Trino.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         La majestad de Dios es tan grande y tan digna de ser servida, que los ángeles tiemblan en su acatamiento, estando esta majestad adornada y acompañada por su omnipotencia divina, que todo lo puede hacer, menos el mal, el más ínfimo y pequeñísimo mal; la hermosura del Ser divino trinitario es tan digna de ser contemplada y amada, que si aquellos que más la aborrecen, los demonios y los condenados, si por un instante la vieran como es en Sí, en ese mismo instante la amarían necesariamente más que a sí mismos; la bondad de Dios es tan grande e infinita, que por salvar a los hombres, sus enemigos por causa del pecado, quiso padecer males sin límites; la benignidad de Dios es tan grande, que redimió al hombre de la servidumbre de Satanás, cerró las puertas del Infierno al precio de su Sangre en la cruz y abrió para los hombres las puertas del Cielo[3]. ¿Qué más puede hacer Dios por nosotros, que no lo haya hecho?

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         Ahora bien, todos estos atributos divinos se encuentran, en la plenitud eterna del Ser divino trinitario, en acto continuo, en la Sagrada Eucaristía, desde donde el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús lanza rayos de amor para encender nuestros corazones en el Fuego del Divino Amor; para partirlos de dolor por haber menospreciado estas divinas hermosuras y al haber preferido el pecado antes que la gracia santificante que diviniza nuestras almas. El pecador, delante del Cristo Eucarístico, debe lamentarse de haber ofendido a la Bondad Increada en Sí misma, que brota del Ser divino de la Trinidad como de una fuente inagotable[4].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         De la contemplación de las infinitas perfecciones del Ser divino trinitario y del conocimiento del Amor infinito y eterno que late en el Corazón Eucarístico de Jesús, se comprende que el pecador se duela el perder esta divina amistad con el Rey de reyes, por causa del pecado. Si los hombres se ponen tristes hasta el llanto, cuando pierden la salud, la honra, los bienes o los amigos, ¡cuánto más deberían lamentarse y llorar, si por desgracia se vieran privados de la amistad divina a causa del pecado! ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de morir, antes de cometer un pecado mortal o venial deliberado, para que permanezcamos en la gracia divina hasta el momento de partir de esta vida terrena!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 502.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 502.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 502.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 503.