miércoles, 25 de marzo de 2020

Hora Santa en reparación por asesinato de religiosa católica en Gabón, África 230320



          Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el cruel asesinato cometido contra una religiosa católica en Gabón, África. La religiosa no desempeñaba actividad política ninguna, como lo exige su condición de religiosa: sólo había dedicado su vida para atender a los ancianos más desvalidos y esto como Esposa de Cristo. Vaya esta Hora de adoración para honrar a esta gloriosa mártir y Esposa del Cordero. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:


          Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

          Otra gran preocupación de los santos por el decoro de la Iglesia y de las almas ha sido la de exigir la modestia y el pudor en las mujeres[1]. Todos los santos reafirman constantemente la severidad sobre este punto en particular; desde San Pablo Apóstol (el velo en las mujeres para que no tengan la cabeza “¡como si estuviera rapada!” (1 Cor 11, 5-6), hasta San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, etc., hasta San Pío de Pietrelcina que no admitía medidas a medias, exigiendo siempre vestidos modestos, largos por debajo de la rodilla.

            Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          ¿Y cómo podría ser de otra forma? San Leopoldo de Castelnuovo echaba fuera de la Iglesia a las mujeres con vestidos poco modestos, llamándolos “carne de mercado”. ¿Qué diría hoy cuando casi todas las mujeres, incluso dentro de la Iglesia, destrozan el pudor y la decencia?[2]

          Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Hasta en los lugares sagrados ellas siguen las diabólicas artes de Eva con la concupiscencia del hombre, como dice el Espíritu Santo (Eclo 7, 26); pero la justicia de Dios no dejará impune tanta necedad e inmundicia; más bien, como dice el Apóstol: “Fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría, todo lo cual atrae la cólera de Dios” (Col 3, 5-6)[3].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Los santos han recomendado siempre, con el ejemplo y con la palabra, la angélica compostura para entrar en la Iglesia, signándose devotamente con el agua bendita, hacer una genuflexión piadosamente y adorar a Jesús Sacramentado, uniéndose a los Ángeles y a los santos que están alrededor. Si uno se queda en oración es necesario recogerse con cuidado para conservarse atento y devoto[4].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

También es bueno acercarse lo más posible al altar del Santísimo porque el Beato Juan Duns Scoto ha demostrado que el influjo físico de la Humanidad Santísima de Jesús es tanto más intensa cuanto más cerca se está de su Cuerpo y su Sangre. Santa Gema Galgani, en efecto, decía que, a veces, no le era posible acercarse más al altar del Santísimo porque se le encendía un fuego tan grande de amor en su corazón que se le podía llegar a quemar el vestido en el pecho[5].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Apostolado Mariano, Sevilla s. d,128.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 129.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 129.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 129.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 129.

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