lunes, 9 de marzo de 2020

Hora Santa en reparación por asesinato de cuatro religiosas en Yemen 040320



          Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en reparación por el cruel asesinato de cuatro hermanas pertenecientes a la orden de Santa Teresa de Calcuta, las Hermanas de la Caridad, en Yemen. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

          San Pío de Pietralcina, el fraile estigmatizado de Gargano, al que acudían multitudes de todos los lugares del mundo, después de sus horas diarias de confesión, pasaba casi todo el tiempo del día y de la noche cerca del Sagrario en adoración con María Santísima (rezando centenares de Rosarios). Una vez, el obispo de Manfredonia, Monseñor Cesarano, hizo un retiro espiritual en el convento del Padre Pío. Todas las noches, el obispo se levantaba a diferentes horas para ir a la capilla y todas las noches, a todas las horas, ¡estaba siempre el Padre Pío! El amor del Padre Pío a la Eucaristía debe llevarnos a querer imitarlo, aunque sea mínimamente, para lo cual debemos decidirnos a hacer Adoración Eucarística, si no la hacemos, o a incrementarla si ya la hacemos[1].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          El Beato Giacomo Alberione, pone expresamente como fundamento de toda su obra apostólica a la Adoración Eucarística, con la Congregación de los Piadosos Discípulos del Divino Maestro, que tiene la única y específica misión de adorar día y noche a Jesús Eucaristía solemnemente expuesto. Y el Padre Pío de Pietralcina solía decir: “Cuando queráis encontrarme, venid cerca del sagrario”[2].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          La Adoración Eucarística es “la mejor parte” de la que habla Jesús en el reproche a Marta que se afanaba tras de “muchas cosas” secundarias, descuidando “la única necesaria” elegida por María: la adoración humilde y amorosa (Lc 10, 41)[3]. Muchas veces nos pasa como a Marta: nos enfrascamos en las cosas del mundo, que son pasajeras y superficiales, y olvidamos aquello que da sustento y sentido a nuestro paso por la vida terrena, Jesús Eucaristía. Adoremos más a Jesús Eucaristía y ocupémonos menos de las cosas del mundo.

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          ¿Con qué empeño deberíamos nosotros amar la Adoración Eucarística, tal como lo hicieron los santos? Si Jesús es en quien “Todo tiene en Él su consistencia” (Col 1, 17), ir a Él, estar con Él, unirse a Él, significa encontrar, adquirir, poseer la consistencia de uno mismo y del universo entero. “Sólo Jesús es todo, lo demás nada”, decía Santa Teresita. Luego, renunciar a la nada por el Todo, consumirse uno a sí mismo para el Todo antes que para la nada, ¿no debería ser nuestra verdadera riqueza y nuestra suprema sabiduría?[4]. Una vez más: dejémonos de ocupar tanto de las cosas del mundo y acudamos prestos a postrarnos ante Jesús Eucaristía, para adorarlo en el tiempo y en la eternidad.

           Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          San Pedro Julián Eymard razonaba así: “Una buena hora de Adoración ante el Santísimo Sacramento hace un bien mayor que todas las visitas que se puedan hacer a las iglesias de mármol, que todas las veneraciones de las tumbas”. Así razonaba también el Padre Pío de Pietralcina cuando escribía: “Mil años que se pasen en medio de la gloria de los hombres no compensan ni una sola hora pasada en dulce coloquio con Jesús Sacramentado”. Nosotros deberíamos, como los santos, envidiar a los ángeles, que rodean ininterrumpidamente los sagrarios[5] e ininterrumpidamente, noche y día, se postran en adoración ante Jesús Eucaristía.

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Los cielos, la tierra y el mismo Señor Dios”.




[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 117.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 118.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 118.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 118.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 119.

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