viernes, 24 de diciembre de 2021

Hora Santa en reparación por burla satánica contra el Nacimiento de Nuestro Señor en Illinois, EE. UU. 241221

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en reparación por la burla satánica contra el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, cometido por una secta satánica en Illinois, Estados Unidos. Puesto que el Demonio es “la mona de Dios” y en todo quiere imitarlo, pero para el mal, los satanistas han pretendido adorar al Demonio representando su blasfemo nacimiento, al lado del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Para mayores detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.facebook.com/100071922467826/posts/141107074963374/?flite=scwspnss

Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Cuando un alma se lava y se purifica de sus pecados en la Sangre Preciosísima de Cristo, que se derrama cada vez por el Sacramento de la Confesión, queda santificada y unida al Sagrado Corazón de Jesús, de modo que es este Divino Corazón quien se convierte, por así decirlo, en su propio corazón, ya que le comunica su Vida, que es la vida de la Santísima Trinidad; le comunica su Amor, que es el Amor de Dios, el Espíritu Santo; le comunica su Luz, que es la Luz Eterna de Dios Uno y Trino. Por eso, el alma queda deificada y, por así decirlo, es más divina que humana.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Quien ha lavado sus pecados en la Sangre del Cordero, debe cuidarse mucho de no volver a su antigua vida de pecado; debe contemplar la transformación que ha sufrido su alma, para bien, pues ha sido hecha partícipe de la Vida misma de la Trinidad y por lo tanto, ya no debe desear las cosas de la tierra, sino el Cielo mismo y, más que el Cielo, debe desear al Rey del Cielo, Nuestro Señor Jesucristo, Presente en Persona en la Eucaristía.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Quien se ha purificado y santificado con la Sangre Preciosísima del Cordero de Dios, debe no tener ya deseos de hombre, sino de ángel; debe realizar no obras de la carne, sino de espíritu divino; no debe tener sentimientos mundanos, sino los mismos sentimientos de Cristo; se debe considerar no como ciudadano del mundo, sino del Cielo[1]; se debe ver a sí mismo como templo del Espíritu Santo, como amigo del Dios Hijo y como hijo adoptivo de Dios Padre. En una palabra, debe considerarse como morada santa de la Santísima Trinidad.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Quien ha sido perdonado por el Corazón Misericordioso de Nuestro Señor Jesucristo, puesto que Él, que es Quien perdona, es Dios eterno, aquél que recibe el perdón debe hacer el propósito de que sean divinos y eternos sus deseos y sus buenas obras; debe desear que sea en él eterna la gracia, para que así sea eterna la gloria en el Reino de los cielos, para adorar por toda la eternidad al Rey de los cielos, Cristo Jesús.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Ahora bien, quien luego de haber lavado su alma y santificado con la Sangre del Cordero de Dios, sacrificado en el altar de la cruz -y que renueva sacramental e incruentamente este sacrificio cada vez, en la Santa Misa-, vuelve de nuevo a sus malos hábitos y se revuelca en el fango del pecado, es como “el perro que vuelve a su  vómito”; es el que “limpia su casa pero luego la deja abierta para que entren en ella siete demonios peores”. Por esto, afirma un autor que “es para llorar con eternas lágrimas la inconstancia de muchos que se confiesan, porque solo aquel día, o cuando mucho dos o tres, se guardan con algún cuidado, pero luego se vuelven temporales y mundanos, cuando debían permanecer como ángeles eternamente”[2]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que nos enamoremos de tal manera de la gracia santificante, que estemos dispuestos a perder la vida terrena antes que perder la gracia!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 510.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 510.

martes, 14 de diciembre de 2021

Hora Santa en reparación por blasfemia de un integrante del colectivo LGBT contra la Madre de Dios 031221

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la blasfemia cometida contra la Madre de Dios por parte de un integrante del colectivo LGBT. La gravedad del hecho radica en que no sólo es una ofensa para los creyentes católicos, sino que, ante todo, es una burla blasfema hacia la Santísima Virgen María, Madre de Dios y es por eso la necesidad urgente de oración de reparación. Para mayor información acerca de este horrible acto sacrílego, consultar el siguiente enlace:

https://gayles.tv/polemica-por-una-portada-de-riccardo-simonetti-vestido-de-virgen-maria/

Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Dios Uno y Trino nos muestra su magnanimidad y la inmensidad infinita de su Amor Divino para con nosotros, cuando sin tener, por parte de Él, ninguna obligación de quitarnos el pecado, no solo nos lo quita, por medio de la Sangre de su Hijo derramada en la cruz, sino que por la gracia santificante nos comunica su vida divina trinitaria, porque por la gracia no solo nos vemos libres de la mancha del pecado, sino que somos hechos partícipes de la vida divina de la Santísima Trinidad[1]. ¡Cuánto Amor, infinito y eterno, muestra la Trinidad para con nosotros y cuántas veces, para desgracia nuestra, pasamos por alto este Amor y demostramos así ser desagradecidos!

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Cuando Dios Trino concede su gracia, el alma es alimentada con la substancia misma de la Santísima Trinidad, pero cuando el alma, despreciando esta gracia, se inclina por el pecado, se vuelve ingrata y sumamente desagradecida para con Dios y es de esto de lo que se lamenta Dios, por medio del Profeta Isaías: “Yo crié hijos y los ensalcé, mas ellos me despreciaron” (1, 2). Si por parte de Dios sólo hay gratuidad y Amor infinito y eterno, de parte del hombre, en la gran mayoría de los casos, hay solo indiferencia, ingratitud y desprecio hacia el Divino Amor. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, líbranos de ser desagradecidos para con el Divino Amor!

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Precisamente, refiriéndose al alma que desprecia su Amor, dice Dios así por medio del profeta Jeremías: “¿Qué cosa es que mi amado en mi casa hizo muchas maldades?” (11, 15) y esto porque no es sino extrema malicia el abandonar al Divino Amor en pos del pecado. De la misma manera, por medio de David, dice así Dios al alma desagradecida: “Si un enemigo mío me maldijera, lo sufriría por cierto; pero tú, que tienes un alma conmigo y eres mi guía y mi conocido, que comías conmigo unos mismos manjares” (54, 13); esto es para espantar, esto es para no poderse sufrir. Y aquí viene el recuerdo del traidor por antonomasia, Judas Iscariote, quien recibió de parte del Hombre-Dios muestras inimaginables del Amor de su Sagrado Corazón, incluso humillándose el mismo Dios encarnado, lavándole los pies y aun así, prefirió el brillo efímero de las monedas de plata, antes que el resplandor de la Luz Eterna que Cristo le ofrecía.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Las muestras de amor para con cada alma humana son propias de un Dios que –por así decir- ha perdido la razón, con tal de ganar el amor de su creatura, el hombre: no sólo lo crea a su imagen y semejanza, sino que le da su gracia, que lo hace partícipe de su vida divina y lo convierte en su hijo adoptivo; no sólo lo convierte en hijo adoptivo, sino que lo hace un mismo espíritu con Él, porque le dona su Espíritu, que es el Espíritu Santo; no sólo lo hace sentar a la mesa de los hijos de Dios, sino que le sirve como manjar la Carne del Cordero de Dios, el Pan de Vida eterna y el Vino de la Alianza Nueva y definitiva, la Sangre de su Hijo amado. Y así y todo, no deja el hombre de traicionar a este Divino Amor, cuando se inclina por el pecado, lo cual no deja de provocar espanto y asombro[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Es por esto que dice así un autor: “El que ha llegado a lavarse con la Sangre del Cordero en el Sacramento de la Penitencia y blanqueándose más que la nieve en las fuentes del Salvador, tiemble de tornar a revolcarse en el cieno de su culpa. Mire con los ojos de viva fe qué transformación ha pasado en su alma y que ha de pasar la misma en su vida. No ha de tener deseos ya de hombre, sino de ángel; no obras de carne, sino de espíritu divino; no sentimientos de mundo, sino del Evangelio de Cristo. Mírese ya como hijo de Dios y como templo del Espíritu Santo; mírese ya endiosado y deificado por la gracia santificante; que sus obras sean dignas de Dios, que le ha concedido su gracia; por último, como las cosas divinas son eternas, eterno ha de ser en sus buenos propósitos, eterno en sus santos deseos; eterno en sus obras virtuosas y eterna en él la gracia”[3].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 509.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 510.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 510.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Hora Santa en reparación por blasfemia contra el Santo Rosario en galería de arte de Buenos Aires 081121

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la gravísima blasfemia proferida contra el Santo Rosario en una galería de arte en Buenos Aires, Argentina. Para mayor información acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:

https://www.aciprensa.com/noticias/convocan-a-jornada-de-oracion-por-blasfemia-contra-el-rosario-en-galeria-de-arte-96223

Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Afirma un autor que “no basta con conseguir la gracia, si ésta no se conserva con penitencia y con una vida santa”[1]. Luego de una verdadera contrición y luego de acudir al Sacramento de la Penitencia, el alma queda reconciliada con Dios, limpia de pecado y hermoseada con la gracia santificante. Ahora bien, es menester que el alma procure preservar este estado de gracia que ha alcanzado, demostrando con su querer y su obrar a Dios, que desea permanecer así, en su amistad, en estado de gracia santificante.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Este deseo de permanecer en gracia debe ser firme, constante y continuo, y debe durar hasta el día de la muerte terrena, porque el alma debe amar tanto a la gracia, que es la participación en la vida de la Trinidad, que debe desear morir en estado de gracia, ya que la muerte terrena en estado de gracia es la mayor dicha, honra y alegría de esta vida temporal, porque abre al alma las puertas del Reino de los cielos.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Morir en estado de gracia es la mayor felicidad del mundo y así exclama el profeta Isaías: “Lavaos y estad limpios” (1, 16), porque los que luego tornan a pecar, se lavan, pero no para estar limpios, sino para ennegrecerse y mancharse nuevamente con la inmundicia del pecado, con lo cual les es de poco provecho el haberse lavado, como dice el Eclesiástico: “El que se lava por el contacto de un muerto y luego le torna a pecar, ¿qué le aprovecha el lavatorio? (34, 30)”. Éste es el que vuelve a pecar luego de las lágrimas de la penitencia que no solo torna a tocar el muerto –es decir, a pecar-, sino que él mismo está muerto por su pecado[2]. Y esto es algo que el alma mucho debe lamentar, porque así pierde la vida de la gracia, el mayor tesoro de este mundo terreno.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Son los santos los que mejor ejemplo nos dan de aprecio de la gracia. Dice San Gregorio: “Deben de ser avisados los que lloran sus pecados cometidos y no los dejan, que consideren solícitamente cómo se limpian en balde llorando, los que viviendo malamente se ensucian: pues para eso se lavan con lágrimas, para volver a la inmundicia del mundo”[3]. No hemos de hacer como el perro, que vuelve a su vómito; debemos hacer el firme propósito de no volver a pecar, aun a costa de la vida terrena. Así nos dice Nuestro Señor: “Ves aquí que estás sano: no quieras más pecar, porque no te acaezca alguna cosa peor que antes” (Jn 5, 14).

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Afirma un autor que muchos, en relación al pecado, son como el Faraón, “que oprimido de las plagas que Dios le enviaba, hacía grandes propósitos, pero alzando su mano poderosa y cesando el castigo divino, volvía a lo de antes. De él se dice en el Éxodo: “Como viese Faraón que cesó la lluvia y el granizo y los truenos, aumentó el pecado y se le agravó el corazón”. En otras palabras, muchos, estando afligidos con la enfermedad o con otra tribulación que Dios pueda enviarles o permitirles para su bien, se confiesan y proponen grande enmienda, pero inmediatamente después de ser sanados en el Sacramento de la Penitencia, vuelven a lo que fueron, o aumentan los pecados[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nuestro amor por la gracia sea tan grande que nos impida regresar a la antigua vida de pecado!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 506.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 507.

[3] Pastor., p. 5, admon. 31.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 508.

miércoles, 13 de octubre de 2021

Hora Santa en reparación por obra blasfema contra la Madre de Dios en el Teatro Colón Argentina 111021

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el gravísimo ultraje cometido contra la Madre de Dios en la obra blasfema “Theodora” en el Teatro Colón en Buenos Aires, Argentina. Para mayores detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.tiempoar.com.ar/espectaculos/la-iglesia-catolica-califico-de-blasfema-a-una-version-libre-de-la-obra-theodora/

Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Los hombres suelen lamentarse y en gran medida, cuando sufren algún mal y esto es algo natural que suceda, pues si el bien perdido era bueno y amado, su pérdida no puede provocar sino lamento, dolor y llanto. Sin embargo, debe haber un lamento y un dolor y un llanto que deben ser superiores infinitamente a todas las pérdidas, a todos los llantos, a todos los dolores que han experimentado todos los hombres de todos los tiempos y es el dolor de haber cometido un solo pecado, pues por este solo pecado se pierde un bien infinito, que vale más que el Reino de los cielos y es Dios Uno y Trino, la Santísima Trinidad[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Ahora bien, si por un solo pecado mortal, debe el alma llorar y lamentarse el tiempo que le queda de vida terrena y aun por toda la eternidad, piense la misma alma cuánto deberá entonces lamentarse, no solo por ese pecado, sino por todos los pecados cometidos en su vida. Para dolerse de estos pecados, no bastarían todos los corazones de todos los hombres, pues ni siquiera así se experimentaría la pena que por un solo pecado se debe sentir, por ser el pecado la ofensa de un Dios tan infinitamente Bueno y Misericordioso como lo es Dios Uno y Trino[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Una vez que el alma experimenta el dolor de los pecados, debe hacer un propósito de enmienda, el cual debe ser a la medida del dolor de los pecados. El cristiano ha de procurar tener la más firme resolución de no volver a pecar más, por ningún respeto humano en el mundo ni por temor de ningún mal que pudiera suceder, porque el bien que se pierde con el pecado es infinitamente mayor que todos los demás bienes juntos, posibles e imaginables y los males que vienen por pecar, son incomparablemente mayores que todos los males del mundo ni siquiera posibles de imaginar. El horror al pecado debe ser inmenso e invencible contra todo amor de bien posible fuera de Dios y contra todo temor de mal y de males posibles o imaginables, temporales o eternos[3].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Para ayudarnos a ponderar la gravedad del pecado mortal, que hace perder al alma un bien infinito y eterno que es Dios Uno y Trino, podemos considerar el siguiente hecho: que ni siquiera todas las creaturas juntas, haciéndonos daño, nos causarían un daño tan grande como el que nos causa el pecado mortal. Todavía más, como afirma un autor, ni siquiera Dios omnipotente, Señor del cielo y de la tierra, puede causar al mal un daño tan enorme como el que el alma se auto-inflige al cometer un pecado mortal[4].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

De la misma manera, si todos los elementos se unieran entre sí para descuartizar y hundir al pecador y si aún todas las bestias salvajes y las fieras ponzoñosas se unieran para devorar al pecador y si todos los hombres se unieran para perseguirlo y darle feroz muerte y si aún todos los ángeles del cielo se unieran para afligir al pecador y lanzarle rayos ardientes y si aún los demonios del infierno se unieran para atormentar al pecador y si aún el mismo Creador usara toda su omnipotencia para dañarlo, ni aun así, el pecador sufriría tanto daño como el daño que él mismo se ocasiona con un solo pecado mortal. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de aborrecer el pecado y de amar la vida de la gracia!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del Cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 503.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 503.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 504.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 504.

sábado, 9 de octubre de 2021

Hora Santa en reparación por profanación del Altar Eucarístico en Alemania 091021

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la horrible profanación cometida contra el Altar Eucarístico en Alemania. Para mayores datos acerca de este aborrecible acto sacrílego, consultar el siguiente enlace:

https://infovaticana.com/2021/10/09/la-ultima-ocurrencia-alemana-un-monton-de-tierra-como-altar/?fbclid=IwAR2YQnBEw5MChFNLXobWXRH72avq5LbAOCaro4Ro8nuUdGo5ld4Bi4CdN_A

Además de esto, pedimos humildemente a estos señores, que claramente han perdido la Santa Fe Católica, que si es de su agrado inventar una nueva religión, lo hagan, pero una vez que salgan formalmente de la Iglesia Católica; mientras tanto, les recordamos que “no se juega con Dios” y también que “de Dios nadie se burla”.

Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

El Altar Eucarístico es un lugar sacratísimo, puesto que en él se confecciona el Santísimo Sacramento del altar. Lo que sucede en el Altar Eucarístico durante la Santa Misa excede lo que la mente humana o angélica pudiesen siquiera imaginar, porque es la Santísima Trinidad la que se hace Presente en el Altar Eucarístico, ya que éste, como dijimos, se convierte en el Cielo y el Cielo es el lugar santísimo de la residencia de la Trinidad.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Al celebrar la Santa Misa, se desarrolla sobre el Altar Eucarístico un misterio incomprensible, inefable, sobrenatural, de origen trinitario. Así lo describen los santos, como Santa Hildegarda de Bingen: “Y después de esto vi que, mientras el Hijo de Dios pendía en la cruz (…) vi como un altar (…) Entonces, al acercarse al altar un sacerdote revestido con los ornamentos sagrados para celebrar los divinos misterios, vi que súbitamente una luz grande y clara que venía del Cielo acompañada de la reverencia de los ángeles envolvió con su fulgor todo el altar y permaneció allí hasta que el sacerdote se retiró del altar, después de la finalización del misterio. Pero también allí, una vez leído el Evangelio de la paz y depositada sobre el altar la ofrenda que debía ser consagrada, cuando el sacerdote hubo entonado la alabanza de Dios Todopoderoso –que es el “Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos”- para comenzar así la celebración de los misterios, repentinamente un relámpago de fuego de inconmensurable claridad descendió del cielo abierto sobre la ofrenda misma y la inundó con toda su luz, tal como el sol ilumina aquello que traspasa con sus rayos. Y mientras la iluminaba de este modo, la elevó invisiblemente hacia los (lugares) secretos del cielo y nuevamente la bajó poniéndola sobre el altar, como el hombre atrae el aire hacia su interior y luego lo arroja fuera de sí: así la ofrenda fue transformada en verdadera carne y verdadera sangre, aunque a la mirada humana apareciera como pan y como vino. Mientras yo veía estas cosas, repentinamente aparecieron, como en un espejo, las imágenes de la Natividad, la Pasión y la Sepultura y también de la Resurrección y la Ascensión de Nuestro Salvador, el Unigénito de Dios, tal como habían acontecido cuando el mismo Hijo de Dios estaba en el mundo. Pero, mientras el sacerdote entonaba el cántico del Cordero Inocente –que es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo- y se presentaba para recibir la Santa Comunión, el relámpago de fuego antes mencionado se retiró hacia los cielos; y tan pronto como el cielo se cerró oí una voz que desde el Cielo decía: “Comed y bebed el Cuerpo y la Sangre de mi Hijo para borrar la desobediencia de Eva, hasta que seáis restaurados en la justa herencia”[1]. Lo que sucede en el Altar Eucarístico, durante la Santa Misa, excede todo lo que la creatura humana o angélica pueda siquiera imaginar, pues se trata del despliegue del misterio salvífico del Hombre-Dios Jesucristo.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Sobre el Altar Eucarístico se despliegan, en el misterio sobrenatural de la eternidad del Ser divino trinitario, los misterios sobrenaturales, salvíficos e inefables del Hombre-Dios Jesucristo: su Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección, pero sobre todo es su Pasión y su Crucifixión las que se hacen presentes, porque aboliendo el tiempo y el espacio, durante la Santa Misa, sobre el Altar Eucarístico, se hace Presente, en su Acto de Ser divino y eterno, Dios Uno y Trino, que es quien lleva a cabo la majestuosa obra de la Redención, por medio de la Crucifixión del Hijo de Dios en el Calvario y por su renovación incruenta y sacramental sobre el Altar del Sacrificio en cada Santa Misa.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

El Altar Eucarístico es una parte del Cielo durante la celebración de la Santa Misa y por eso no puede haber nada ni nadie que no sea el Hijo de Dios encarnado que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. Fue en los cielos eternos en donde resonó el grito del Arcángel San Miguel ante la rebelión del Ángel caído: “¿Quién como Dios?” y ese mismo Cielo, desde donde fue expulsado el ángel de las tinieblas, es el mismo Cielo en donde se confecciona el Santísimo Sacramento del Altar. Por esta razón, colocar un ídolo en el Altar Eucarístico, es una afrenta directa y gravísima contra la Santísima Trinidad, similar en todo a la rebelión de Satanás en los Cielos. Quien osare hacer esto, el colocar un ídolo en el Altar Eucarístico, sufrirá por lo tanto el mismo castigo del Ángel rebelde.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Sobre el Altar Eucarístico, convertido en una parte del Cielo en cada Santa Misa, es la Santísima Trinidad quien, a través del sacerdocio ministerial, la que lleva a cabo con perfección divina la obra de la redención de la humanidad: Dios Padre, Presente en el Altar Eucarístico, envía a Dios Hijo, Presente en el Altar Eucarístico, por medio del Espíritu Santo, Presente en el Altar Eucarístico, para que renueve, de modo sacramental e incruento, el mismo y único Santo Sacrificio de la Cruz. Nadie puede osar siquiera a tocar el Altar Eucarístico, sin cometer grave profanación contra la Santísima Trinidad.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] HILDEGARDIS SCIVIAS II, 6-1. Ed. Adergundis Fürkhötter O. S. B. collab. Angela Carlevaris O. S. B. In: Corpus Christianorum Continuatio Medievalis. Vol. 43-43a. Turnhout: Brepols, 1978.