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sábado, 21 de septiembre de 2024

Por qué debemos hacer Adoración Eucarística


 


         Por qué debemos hacer Adoración Eucarística

         Hay muchas razones por las cuales debemos hacer Adoración Eucarística:

         Un ejemplo nos viene de una beata, canonizada por el el Papa Juan Pablo II: el Papa beatificó a Dina Belanger, una mujer canadiense muy devota del Santísimo Sacramento. Cuando ella iba a su adoración, Jesús le mostraba multitudes de almas al borde del precipicio del infierno. Y después de su hora santa, ella veía a esas almas en las manos de Dios. Jesús le hacía entender que el valor de una hora santa es tan grande que lleva a multitudes de almas del borde del infierno a las puertas del cielo. Esta es una hermosa razón para hacer adoración eucarística, salvar almas de caer en el Infierno.

         Otra razón es el de sacar almas del Purgatorio: hay almas del Purgatorio a las que les falta solo un Avemaría para salir del Purgatorio; si nosotros vamos a hacer Adoración Eucarística y rezamos un Avemaría delante del Santísimo, hemos sacado un alma del Purgatorio y si rezamos un Rosario entero, hemos sacado muchas almas del Purgatorio. Esta es otra hermosa razón para hacer Adoración Eucarística.

         Otra razón para hacer Adoración Eucarística es la conversión de los pecadores: nuestra adoración forma parte de la oración de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo y aunque nosotros no veamos los frutos de la oración y aunque no alcancemos lo que pedimos en la oración, la Virgen, que es la Medianera de todas las gracias, distribuye las gracias que se derivan de esas oraciones y las aplica para la conversión de pecadores que se encuentran en lugares apartados del mundo, que sin nuestra adoración no se habrían convertido jamás y que se convirtieron por nuestra adoración y a quienes veremos, si la Misericordia Divina así lo permite, en la otra vida, en el Reino de los cielos y ellos nos darán las gracias por haber hecho nosotros una adoración eucarística que tal vez para nosotros fue infructífera, pero que para ellos fue la salvación de sus almas.

         Pero la razón principal por la que debemos hacer Adoración Eucarística no está en todas estas razones, aunque estas razones sean todas loables y buenas: aunque en la Adoración Eucarística no obtuviéramos nada de lo que hemos dicho; aunque no obtuviéramos ningún beneficio espiritual, la razón principal por la que tenemos que hacer Adoración Eucarística es por ser Dios Quien Es: Dios de infinita majestad, bondad, justicia, amor y misericordia y porque Él pudiendo estar en los cielos eternos, recibiendo el amor enormemente más grande y puro que le brindan las miríadas de ángeles y arcángeles y de todos los santos de todos los tiempos, viene a nuestra tierra, a nuestro tiempo, a nuestra historia, a nuestro aquí y ahora, a quedarse en medio de nosotros, cumpliendo su promesa de quedarse entre nosotros hasta el fin de los tiempos: “Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”, para mendigarnos nuestro amor, la mayoría de las veces, mezquino, egoísta, distraído, pasajero, fugaz, débil, volátil. Y Jesús se queda en la Eucaristía en Persona, con toda la gloria de su Cuerpo Resucitado, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, exponiéndose al desamparo, a la frialdad, al desprecio, a la indiferencia, a la negligencia, al olvido, cuando no a la blasfemia, al sacrilegio, al ultraje. Jesús sabe qué es lo que le va a pasar en la Eucaristía, porque Él es Dios, pero aún así, se queda entre nosotros, para darnos el calor del Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico; se queda entre nosotros porque es el Emanuel, el Dios con nosotros, para iluminarnos con la luz de su gloria divina, la luz de su Ser divino trinitario, una luz que ilumina con un resplandor más brillante que miles de soles juntos. Jesús Eucaristía está frente a nosotros, con su Sagrado Corazón Eucarístico, palpitando con la fuerza del Amor del Padre y del Hijo, el Amor Divino, el Espíritu Santo, el Amor que lo envuelve con sus llamas y que Él quiere comunicarnos en la Adoración, para que ardamos de ardor en deseos de recibirlo en la Comunión y para que al comulgar, ardamos de ardor en deseos de adorarlo hasta con la última fibra de nuestro ser, hasta con el último átomo de nuestro ser.

         Por último, cuando hagamos Adoración Eucarística, pensemos en las últimas palabras del sacerdote coreano mártir San Andrés Kim Taegon; este santo mártir, antes de ser decapitado y luego de ser brutalmente torturado, dijo: “¡Ahora comienza la eternidad!”. Estas últimas palabras de San Andrés Kim Taegon, inspiradas por el Espíritu Santo, son más actuales que nunca cuando estamos frene a la Eucaristía haciendo Adoración Eucarística, porque la Eucaristía es Cristo y Cristo es Dios Eterno, que viene a nuestro tiempo y a nuestra historia para llevarnos a la feliz eternidad. La Adoración Eucarística en ese sentido no solo nos ayuda a despegarnos de lo caduco y temporal, sino a fijar la vista del alma en la vida eterna del Reino de los cielos, la Vida Eterna que Jesús nos comunica desde la Eucaristía, la Vida Eterna y bienaventurada de la que nos separan solo las apariencias del pan y del vino, porque en la Eucaristía está en Persona el Dios Tres Veces Santo y Eterno, Cristo Dios. Cada vez que hacemos Adoración Eucarística, nos despegamos del tiempo y del espacio y comenzamos a vivir, aun sin darnos cuenta, la feliz eternidad que nos dona el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

         Finalmente, dejo las palabras escritas por un indigno sacerdote al cual se le manifestó Jesús Eucaristía, de dos formas, como un sol resplandeciente y como un sol que late al ritmo del Amor de Dios, el Espíritu Santo. Dice así este sacerdote: “Late la Eucaristía, el Sagrado Corazón Eucarístico de la Iglesia Católica, envuelto en las llamas del Divino Amor, el Espíritu Santo, Fuego Santo de Eterno Amor y en cada latido nos dice a cada uno de nosotros: “Estoy vivo, Soy Yo, Jesús, resucitado y glorioso en la Eucaristía y te espero; ven a visitarme, para recibir los infinitos rayos de Amor de Mi Sagrado Corazón Eucarístico. No tardes más, no hay nada más importante en tu vida que adorarme, amarme y luego recibirme en gracia; no tardes más; ven a Mí, ardo en deseos de darte el Amor de Mi Sagrado Corazón. Deja las cosas del mundo, que tu alma esté en gracia por la Confesión Sacramental y ven a recibirme y tu pequeño corazón se fundirá y se hará uno solo en ese Horno Ardiente de Amor Eterno que es Mi Sagrado Corazón Eucarístico. Ven, date prisa, no tardes más. Mi Corazón Eucarístico arde de Amor Divino por ti desde la eternidad”.

 

 

martes, 16 de junio de 2020

Hora Santa en reparación por inauguración de primera iglesia satánica en Sudáfrica 150620



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la inauguración de la primera iglesia satánica en Sudáfrica. Puesto que en estas iglesias se adora falsamente a Satanás y puesto que el Único que merece ser adorado es Dios Uno y Trino, se impone siempre, en estos casos, la reparación y la adoración eucarística. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

Sin la gracia, estamos literalmente perdidos, pues, como dice Jesucristo, “Sin Mí, nada podéis hacer”. Es decir, sin la gracia de Jesucristo, nada, literalmente nada bueno para la salvación, podemos hacer. Sin la gracia, estamos perdidos[1]; por esta razón, la gracia posee una gran excelencia, pues por ella nos hacemos agradables a Dios, al sernos quitada la indignidad del pecado que teníamos y al concedernos el don de la gracia santificante que nos hace hijos de Dios, la cual no teníamos.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

La necesidad que tenemos de los auxilios de Dios es tanta, que sin ellos no podemos poner en ejecución ni un propósito bueno, ni tampoco podemos hacer ninguna obra meritoria para la eternidad. Todo auxilio y pensamiento con que en efecto obramos bien para la eternidad, no es debido a nuestra naturaleza, sino que es un favor singular que se le hace por la gracia y por esto se llaman estos pensamientos “gracia”, porque no son debidos a nosotros[2]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre elevemos cánticos de alabanza a Jesucristo, pues por Él tenemos la gracia que nos hace merecedores del Cielo!

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Se llama “gracia actual” para distinguirla de la “gracia habitual”, con la cual somos gratos y amigos de Dios. De manera que, aunque de sólo poder obrar bien o poder no obrar mal fuéramos capaces con aquel mínimo pensamiento con el que se salvaría nuestra libertad, nunca sin embargo llegaríamos a obrar bien para la eternidad, con méritos suficientes para el Reino de los cielos, porque sin la gracia no podemos, de ninguna manera, obrar sobrenaturalmente[3]. Cuando obramos el bien sobrenaturalmente, esto es, meritoriamente para el Cielo, eso se debe a la gracia.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

De esta manera, el poner por obra una obra buena y meritoria para la vida eterna, no se puede hacer de modo alguno sin auxilio de Dios, que es su gracia. Con la culpa de Adán, nuestra naturaleza quedó corrupta e inficionada por el pecado, destituida de todo favor del Cielo, aborrecida de Dios, indigna de toda gracia; y así, muerta también para obrar obra alguna meritoria para la eternidad. Por esta razón, sin la gracia no podemos tener ni siquiera un pensamiento santo[4]. Nuestro Señor Jesucristo lo enseñó claramente, diciendo (Jn 12): “Sin Mí, nada podéis hacer”, esto es, sin la gracia de Jesucristo, estamos incapacitados para ejecutar obra alguna buena para el Cielo.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

De la misma manera dice San Pablo (2 Cor 3): “No somos suficientes para pensar alguna cosa de nosotros como de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Dios”. El Profeta Jeremías (10, 23) dice: “Conocí, Señor, que no está el hombre en su camino, ni es del varón que ande y enderece sus pasos”. Por lo cual define el Concilio Milevitano (c. 4, canon 9) que uno y otro es don de Dios, el saber lo que debemos hacer y el querer hacerlo. El Concilio Arausicano (can. 22) dice: “Nadie tiene de suyo sino mentira y pecado”. El obrar bien, o el saber para obrar bien, es de Dios: beneficio divino es, del cual éramos indignos y ahora son indignos cuantos están en pecado[5]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que vivamos siempre en gracia, para que nuestras obras nos abran las puertas del Cielo!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del Cielo”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 367.
[2] Cfr. ibidem, 368.
[3] Cfr. ibidem, 368.
[4] Cfr. ibidem, 368.
[5] Cfr. ibidem, 369.

sábado, 25 de abril de 2020

Hora Santa pidiendo a la Santísima Trinidad el cese de la pandemia del coronavirus y por la reanudación de la Santa Misa y la Adoración Eucarística 240420



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado para pedir a Dios Uno y Trino por el cese de la pandemia provocada por el coronavirus y también por el regreso de la Adoración Eucarística Perpetua a todos los oratorios alrededor del mundo.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

El sacerdote ministerial, debido a que participa del sacerdocio del Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo, es que tiene poder de convertir el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del mismo Jesús, que además de Sacerdote, es Altar y Víctima. Si no hubiera sacerdote ministerial, no habría la Misa, que es la renovación incruenta y sacramental del sacrificio del Calvario; tampoco habría Santa Comunión, ni la Presencia real, verdadera y substancial de Jesucristo en la Eucaristía y el sagrario[1].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El sacerdocio no es una profesión y por lo tanto el sacerdote no es un profesional: el sacerdote debe ser “otro Cristo”, porque si bien todo cristiano debe asemejarse a Cristo, esto es mucho más imperativo para el sacerdote que para el laico. El sacerdote ministerial es “hombre de Dios” (2 Tim 3, 17), en contraposición al “hombre mundano” y por esto mismo, el sacerdote debe poseer “el dulce perfume de Cristo” y no los hedores del mundo. Tan grande es la dignidad del sacerdote, al haber sido llamado por Dios –“Nadie se arrogue tal dignidad, sino el llamado por Dios”[2]-, que no puede enturbiar su ser y su persona con las vanidades del mundo exterior: el sacerdote sólo debe buscar la gloria de Dios y la salvación de las almas, porque para eso ha sido llamado, elegido de entre muchos.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Cuando Dios elige a un alma para que ejerza el sacerdocio ministerial, lo separa de todos los demás –“Escogido para el Evangelio”-, lo signa con un carácter sagrado que dura para toda la eternidad -el sacerdote es “sacerdote para siempre”[3]- y lo reviste del más grande poder divino que pueda recibir creatura alguna, ya que su poder es superior al poder divino utilizado en la Creación de los universos visible e invisible, puesto que el poder que recibe -participado del Sacerdocio de Cristo Jesús- el sacerdote es el de convertir el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El sacerdote ministerial es elegido para “ofrecer dones y sacrificios por los pecadores”[4], pero principalmente, para alimentar al Nuevo Pueblo de Dios con el manjar del cielo, la Eucaristía.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con la Ordenación Sagrada -afirma un autor- el sacerdote queda consagrado en el alma y en el cuerpo[5]. Se convierte en un ser todo sagrado, configurado con Jesús Sacerdote. Por eso, el sacerdote es la verdadera prolongación de Jesús; participa de la misma vocación y ministerio de Jesús, está en persona de Jesús en los actos más importantes de la Redención universal (culto divino y evangelización); está llamado a reproducir en su vida la vida entera de Jesús, vida que es sobrenatural y por lo tanto, virginal -Dios es la Pureza Increada en sí misma-, pobre -con la pobreza de la Cruz- y crucificada -sin la Cruz de Cristo, el sacerdote pierde su esencia y su razón de ser. Por esta conformación con Jesús es “para los gentiles ministro de Cristo” (Rom 15, 16), guía y maestro de las almas (Mt 28, 20)[6].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con respecto al sacerdote y al sacerdocio, San Gregorio Niceno escribe: “El que ayer estaba mezclado entre el pueblo, se convierte en su maestro, en su superior, en doctor de las cosas santas y cabeza de los sagrados misterios”. Esto ocurre por obra del Espíritu Santo, según San Juan Crisóstomo, porque “no es un hombre, no es un ángel, no es un arcángel, no es una potencia creada, sino que es el Espíritu Santo el que inviste el sacerdocio”[7].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 133.
[2] Heb 5, 4.
[3] Heb 5, 6.
[4] Heb 5, 1-2.
[5] Cfr. ibidem, 133.
[6] Cfr. ibidem, 134.
[7] Cfr. ibidem, 134.

viernes, 24 de abril de 2020

Hora Santa en reparación por interrupción de la Adoración Eucarística con ocasión del coronavirus 190420



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la interrupción de la Adoración Perpetua en un oratorio, por parte de la fuerza pública, con el pretexto de la pandemia ocasionada por el coronavirus. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

La Presencia real, verdadera y substancial de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía es un hecho tan grandioso, tan majestuoso, tan sublime, que debe ser expresado, al menos mínimamente, cuando de liturgia se habla. Por ejemplo, no se deben escatimar recursos, aun cuando la iglesia sea pobre, en recursos para obtener elementos litúrgicos como por ejemplo un cáliz, que sean de material noble, como el oro o la plata. Aun así, con todo lo que se pueda demostrar visiblemente, con toda la majestuosidad terrenal posible, todo será incapaz de demostrar el sublime misterio que encierra la Eucaristía.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En el Evangelio, María Magdalena realiza un gesto que, al menos desde el punto de vista humano, intenta reflejar la majestuosidad de la Persona de Jesús, la Segunda de la Santísima Trinidad, encarnada en una naturaleza humana. Según relata el Evangelio, María Magdalena se acercó a Jesús “con un frasco de alabastro, con un perfume muy caro, y lo derramó sobre su cabeza” (Mt 26, 7). Por esta razón, e imitando a María Magdalena, es que la Iglesia rodea de perfume los sagrarios, por medio de la profusión de flores, cuya fragancia imita el perfume de nardos derramado por María Magdalena a los pies de Jesús.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En el cuidado de adornar y perfumar los sagrarios, nadie ha superado a los santos. San Alfonso María de Ligorio cantaba así su alegría por las flores que rodean y perfuman los sagrarios, al tiempo que se consumen enteramente por Jesús: “¡Flores, felices vosotras, que noche y día junto a mi Jesús siempre estáis! Quedaos con Él y nunca os vayáis mientras a vosotras no os deje la vida”[1].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Otra anécdota nos refleja el cuidado que tienen las almas piadosas para con el sagrario que alberga a Jesús. Cuando el Arzobispo de Turín quiso entrar un día en la casa de la “Pequeña Casa de la Divina Providencia”, la encontró tan limpia y con el altar y el sagrario tan adornados y perfumados por las flores, que preguntó a San José Cottolengo: “¿Qué fiesta se celebra hoy?”. El santo le respondió: “Hoy no hay ninguna fiesta especial que celebremos porque aquí, en la Iglesia, siempre estamos de fiesta”[2], haciendo referencia a la Presencia de Jesús en la Eucaristía.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Una forma sencilla que tenemos para exteriorizar nuestro amor por Jesús Eucaristía, es el de colocar flores, permanentemente, a los pies del sagrario y del altar. Este gesto de llevar una flor para Jesús Eucaristía podrá constituir un gasto semanal, pero el mismo se verá recompensado por Jesús “al céntuplo” y si es hecho con amor, será devuelto con el Amor mismo de Dios. Al respecto, San Agustín nos recuerda una costumbre piadosa de su tiempo: después de la Santa Misa, los fieles se disputaban las flores del altar, las llevaban a casa y allí las conservaban como reliquias, porque habían estado en el altar junto a Jesús, presentes en su Divino Sacrificio[3]. Y Santa Francisca Chantal, que llevaba siempre flores frescas a Jesús en el sagrario, apenas comenzaban a marchitarse, las recogía y las llevaba a su celda, por la misma razón: habían estado a los pies del Cordero de Dios. Aprendamos de los santos y los imitemos, en cuanto nos sea posible.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 126.
[2] Cfr. 126.
[3] Cfr. 127.