viernes, 21 de julio de 2023

Hora Santa en reparación por incendio de iglesia católica del siglo XVI por musulmanes en Francia 070723

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el blasfemo incendio de una iglesia católica del siglo XVI por parte de musulmanes africanos. Para mayores detalles acerca de esta cobarde agresión a la Santa Iglesia Católica, consultar el siguiente enlace:

https://twitter.com/CatholicArena/status/1677369233355726859?s=20

Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         Afirman los autores católicos que el bien más grande, el tesoro más preciado, que un hombre puede tener en esta vida, es la amistad con Dios Uno y Trino, amistad que es proporcionada por la gracia santificante, comunicada a través de los sacramentos. Dice así un autor: “El siervo de Dios Nuestro Señor ha de andar con todo cuidado para conservar la gracia y asegurarse en ella, cumpliendo lo que nos amonesta el apóstol San Pedro: “Hermanos, andad más ansiosos de hacer por medio de buenas obras cierta vuestra vocación y elección, porque haciendo esto, no pecaréis alguna vez y así se os franquee ahora abundantemente la entrada al Reino de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pe 1)[1].

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Este consejo del apóstol San Pedro es de gran consuelo para el alma y también de gran provecho. En efecto, ¿qué consuelo del mundo puede igualar al hecho de saber uno que, ayudado por la gracia santificante y obrando obras de misericordia, corporales y espirituales, como manda la Santa Madre Iglesia, perseverará en el camino de la predestinación al Reino de los cielos? No hay un bien mayor que la amistad con Dios, amistad que el cristiano debe preservar a toda costa, aun corriendo el riesgo de perder la vida terrena, pues así gana la vida eterna.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         No en vano los santos pedían la siguiente gracia: la gracia de morir antes que cometer un pecado mortal o venial deliberado. Quien procure perseverar en la gracia, consigue dos provechos muy notables, además de la paz y del gozo espiritual: uno es que no hará jamás pecado mortal, porque obrando siempre bien y mejor, no pecará mortalmente y así se asegura su salvación; el otro, que irá aumentando sus merecimientos con la continuación de las obras de misericordia, con lo cual alcanzará cada vez más gloria en el Reino de Nuestro Señor Jesucristo[2].

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         Para quien anhela ingresar en el Reino de los cielos al término de su vida terrena, es de suma importancia el saber si se encuentra o no en gracia. Esto -el saber si se está en gracia o no- no se puede saber con certidumbre de fe, ni con evidencia ni infalibilidad total, a menos que se de una especial revelación, lo cual no es frecuente. Es conveniente que no lo sepamos de esta manera, para así practicar la humildad; ahora bien, según los grandes santos de la Iglesia, como San Ambrosio, San Cipriano, San Cirilo, San Agustín, San Gregorio Magno y otros, sí se puede llegar a un certidumbre moral, meditando con mucha humildad sobre el tema, es decir, sobre la amistad con Dios por medio de la gracia[3].

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         El mismo San Pablo dice que estaba cierto de que no le apartaría ninguna cosa de la caridad de Dios -del amor sobrenatural de Dios- y lo mismo es de la gracia; en otras palabras, imitando al Apóstol, debemos decir lo mismo de la gracia, es decir, que nada de este mundo nos aparte de la gracia santificante. Esto no lo dijo como si hubiera tenido una revelación de su predestinación, sino por otras circunstancias que le daban satisfacción y alguna certeza, que aunque no evidente, es de gran consuelo[4].

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, S. J., Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 572.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 573.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 573.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 573.