miércoles, 17 de noviembre de 2021

Hora Santa en reparación por blasfemia contra el Santo Rosario en galería de arte de Buenos Aires 081121

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la gravísima blasfemia proferida contra el Santo Rosario en una galería de arte en Buenos Aires, Argentina. Para mayor información acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:

https://www.aciprensa.com/noticias/convocan-a-jornada-de-oracion-por-blasfemia-contra-el-rosario-en-galeria-de-arte-96223

Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Afirma un autor que “no basta con conseguir la gracia, si ésta no se conserva con penitencia y con una vida santa”[1]. Luego de una verdadera contrición y luego de acudir al Sacramento de la Penitencia, el alma queda reconciliada con Dios, limpia de pecado y hermoseada con la gracia santificante. Ahora bien, es menester que el alma procure preservar este estado de gracia que ha alcanzado, demostrando con su querer y su obrar a Dios, que desea permanecer así, en su amistad, en estado de gracia santificante.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Este deseo de permanecer en gracia debe ser firme, constante y continuo, y debe durar hasta el día de la muerte terrena, porque el alma debe amar tanto a la gracia, que es la participación en la vida de la Trinidad, que debe desear morir en estado de gracia, ya que la muerte terrena en estado de gracia es la mayor dicha, honra y alegría de esta vida temporal, porque abre al alma las puertas del Reino de los cielos.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Morir en estado de gracia es la mayor felicidad del mundo y así exclama el profeta Isaías: “Lavaos y estad limpios” (1, 16), porque los que luego tornan a pecar, se lavan, pero no para estar limpios, sino para ennegrecerse y mancharse nuevamente con la inmundicia del pecado, con lo cual les es de poco provecho el haberse lavado, como dice el Eclesiástico: “El que se lava por el contacto de un muerto y luego le torna a pecar, ¿qué le aprovecha el lavatorio? (34, 30)”. Éste es el que vuelve a pecar luego de las lágrimas de la penitencia que no solo torna a tocar el muerto –es decir, a pecar-, sino que él mismo está muerto por su pecado[2]. Y esto es algo que el alma mucho debe lamentar, porque así pierde la vida de la gracia, el mayor tesoro de este mundo terreno.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Son los santos los que mejor ejemplo nos dan de aprecio de la gracia. Dice San Gregorio: “Deben de ser avisados los que lloran sus pecados cometidos y no los dejan, que consideren solícitamente cómo se limpian en balde llorando, los que viviendo malamente se ensucian: pues para eso se lavan con lágrimas, para volver a la inmundicia del mundo”[3]. No hemos de hacer como el perro, que vuelve a su vómito; debemos hacer el firme propósito de no volver a pecar, aun a costa de la vida terrena. Así nos dice Nuestro Señor: “Ves aquí que estás sano: no quieras más pecar, porque no te acaezca alguna cosa peor que antes” (Jn 5, 14).

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Afirma un autor que muchos, en relación al pecado, son como el Faraón, “que oprimido de las plagas que Dios le enviaba, hacía grandes propósitos, pero alzando su mano poderosa y cesando el castigo divino, volvía a lo de antes. De él se dice en el Éxodo: “Como viese Faraón que cesó la lluvia y el granizo y los truenos, aumentó el pecado y se le agravó el corazón”. En otras palabras, muchos, estando afligidos con la enfermedad o con otra tribulación que Dios pueda enviarles o permitirles para su bien, se confiesan y proponen grande enmienda, pero inmediatamente después de ser sanados en el Sacramento de la Penitencia, vuelven a lo que fueron, o aumentan los pecados[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nuestro amor por la gracia sea tan grande que nos impida regresar a la antigua vida de pecado!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 506.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 507.

[3] Pastor., p. 5, admon. 31.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 508.