Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo
Rosario meditado en reparación por la profanación de las reliquias de Santa
María Goretti por parte de jóvenes católicos pertenecientes a la “Comunidad del
Cenáculo”. Los mismos se pusieron a bailar delante de las reliquias de la
santa, de manera indecorosa, irrespetuosa y totalmente fuera de lugar, en vez
de venerar las reliquias y de rezar delante de las mismas, como tradicionalmente
se hace en la Iglesia Católica. Para mayor información, consultar el siguiente
enlace:
Canto de entrada: “Cristianos, venid, cristianos,
llegad”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
La gracia santificante que nos conceden los Santos
Sacramentos de la Iglesia Católica es tan grandiosa que hasta los milagros de
Nuestro Señor Jesucristo, como la resurrección de los muertos obradas por Él,
palidecen ante la gracia[1]. En
efecto, por la gracia santificante que recibe el alma en pecado mortal, que
acude al confesionario para recibir el Sacramento de la Penitencia, su alma
revive y, del estado de pecado mortal y de muerte eterna en el que se encontraba,
pasa al estado de gracia y de participar en la vida de la Santísima Trinidad. Y
a pesar de esto, ¡cuántos católicos desaprovechan la gracia, dejando pasar
oportunidad tras oportunidad de acudir al Sacramento de la Penitencia,
permaneciendo en estado de pecado mortal!
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Nos enseña San Juan Crisóstomo que todavía excede en
mucho el resucitar un alma herida a resucitar un muerto[2]. Y
en efecto, a menos que uno esté completamente ciego, ¿cómo puede preferir
llevar una vida disipada, placentera, a introducir un alma a la vida eterna y a
la gloria celestial, como lo hace la gracia? Si deseamos milagros para la
conservación de nuestra vida terrena, ¿por qué no hemos de colaborar al milagro
que, más que devolver la vida natural al alma, le concede la participación, no
ya en la vida de los ángeles, lo cual sería algo asombroso, sino en la vida misma
del Ser Divino Trinitario, en la Vida misma de las Tres Divinas Personas?
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Para obtener la gracia, uno de los medios que tiene el
cristiano, es el arrepentimiento y aunque tiene una eficacia maravillosa, no es
el único: todos los actos buenos, sobrenaturales, realizados en estado de
gracia, aumentan la gracia santificante en nuestras almas[3]. Cada
grado de gracia adquirido nos coloca muy por encima de nuestra naturaleza y nos
une íntimamente con Dios Uno y Trino. Si estuviera en nuestra posibilidad obrar
milagros materiales o llevar a cabo con toda facilidad grandiosos trabajos, de
seguro que pondríamos sumo empeño en usar de tal poder. Ahora bien, está en
nuestras manos el acudir libremente a recibir el Sacramento de la Penitencia,
para recuperar la gracia si la hemos perdido, o a recibir a la Gracia Increada
y Fuente de toda Gracia, la Sagrada Eucaristía, para incrementar la gracia, si
es que ya la poseemos.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Consideremos la eficacia de toda buena acción para
aumentar la gracia y para merecer la gloria eterna: no dejemos pasar un solo
instante sin amar a Dios, sin rogarle y adorarlo; avergoncémonos de emitir un
suspiro que no sea para Él, para el Único Dios en sus Tres Divinas Personas.
Alegrémonos con los Apóstoles por haber sufrido siquiera el más mínimo
dolorcillo o molestia por Dios, uniendo esta mortificación al Santo Sacrificio
de Cristo en la Cruz. Si conociéramos cuánto sirve para aumentar nuestra
dignidad un solo acto de virtud, buscaríamos todas las ocasiones propicias para
realizarlo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Nadie sería tan cruel que rehusara curar a un enfermo
o hacer rico a un pobre, si lo pudiera conseguir mediante una modesta limosna. ¿No
somos mucho más crueles nosotros con nuestra alma cuando, a tan poco costo, le
negamos un aumento de la gloria celestial? Imaginemos todas nuestras acciones
del espíritu de fe y de caridad, convencidos de que por cada una de ellas
adquirimos un grado superior de gracia, cosa que excede en hermosura a todo lo natural
y aventaja en grandeza a los mismos milagros. ¡No dejemos pasar ninguna
oportunidad de crecer en la gracia santificante, obrando obras de misericordia,
corporales y espirituales, según nuestro estado y posibilidades!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina,
Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 21.
[2] Serm. 169 (15 De Verbis Apostoli),
c. II, n. 13.
[3] Cfr. Scheeben, ibidem, 22.
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