jueves, 20 de febrero de 2025

Hora Santa en reparación por exposición blasfema titulada ‘La Venida de Cristo’ en instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) 170225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por exposición blasfema titulada La Venida de Cristo en instalaciones de la Universidad Nacional de México. Para mayor información acerca de este desgraciado sacrilegio, consultar el siguiente enlace:

https://www.infobae.com/mexico/2025/02/09/conservadores-califican-de-aberrante-e-hipocrita-la-exposicion-la-venida-del-senor-en-la-unam/

Canto de entrada: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

La gracia santificante que nos conceden los Sacramentos, es el mayor don que Dios puede hacernos, no solo en esta vida terrena, temporal, sino también en la otra vida, en la eterna, puesto que la gloria de la cual gozan los bienaventurados en los Cielos eternos, no es otra cosa que el completo desarrollo de la gracia[1][1]. De ahí que el mayor bien que un alma pueda conseguir en esta vida sea la gracia y de ahí que, quien muera en gracia, se puede decir que no muere, sino que comienza a vivir en la eternidad, con la Vida misma del Ser divino Trinitario, con la Vida Increada del Acto de Ser divino Trinitario.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

          Por esto mismo, la gracia es la fuente que salta hasta la vida eterna; es la raíz de la gloria y de la bienaventuranza en los cielos eternos. Dice el Apóstol: “El precio del pecado es la muerte, mas la gracia de Dios es la vida eterna” (Rom 6, 23). Si, como dice el Apóstol, la gracia de Dios es la vida eterna, entonces no sólo debe conducirnos a ella, sino que debe contenerla, ya en germen, cuando la recibimos en el tiempo, en esta vida. Por esto mismo, debemos atesorarla y conservarla y acrecentarla, con el mayor de los cuidados y con más ahínco todavía con el que el avaro cuida y acrecienta su tesoro.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

          Si la gracia es la vida eterna y la mayor de las fortunas, entonces la pérdida de la gracia y el estado de pecado es el mayor de los infortunios, la mayor de las desgracias. Por esto, el pecado es un mal mayor que la muerte, que es su castigo; de igual modo, la gracia debe ser un bien más preciado que la gracia celeste, pues por aquella merecemos esta.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         Un filósofo decía: “Colocadme en una mansión con abundancia de oro y plata; estas cosas no lograrán que yo crezca en mi propia estimación, porque estos objetos están cerca pero fuera de mí y así no pueden engrandecer en nada mi espíritu, aun cuando resplandezcan por fuera”. Por el contrario, la gracia sí puede engrandecer, y lo hace infinitamente, por encima de la naturaleza creada, a aquel que la posee, porque quien la posee, participa de la vida divina de la Trinidad. San Cirilo de Alejandría dice así: “La gracia de Cristo nos viste como de púrpura; nos coloca en una dignidad de la que no es posible hacerse una idea”. Y no nos podemos hacer una idea, porque no sabemos cómo es vivir viviendo con la vida de las Tres Divinas Personas como si fuera nuestra propia vida.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Un autor afirma que la gracia santificante es un honor inimaginable e impensable para el hombre: “Sacado (el hombre) de su bajeza y de su nativa oscuridad es transportado, cual otro Adán, sobre este mundo visible, sobre los animales, sobre los cielos, sobre la dignidad que los ángeles más bellos y poderosos tenían por naturaleza. Es de saber que los ángeles, según su naturaleza, no tienen la dignidad que nosotros adquirimos por la gracia. Si ellos no hubieran recibido de la generosidad divina esta gracia, serían inferiores a nosotros y en escala mayor que lo somos nosotros con relación a ellos según la naturaleza. Entonces, por la gracia nosotros, que somos inferiores a los ángeles por naturaleza, somos elevados a una categoría infinitamente mayor a la de los ángeles, puesto que por la gracia somos hechos partícipes de la filiación divina con la cual el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, es hija de Dios desde la eternidad.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 

 

 

 

 



[1] Cfr. Matías José ScheebenLas maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 23.


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