Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo
Rosario meditado en reparación por la blasfemia proferida contra Nuestra Señora
de Guadalupe por parte de un grupo perteneciente a la ideología LGBT. Para mayor
información, consultar el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=CP-9GPuQ4qY&t=27s
Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies
humildemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
Aun en sus aspectos menos nobles, la gracia
santificante que nos otorgan los Sacramentos de la Iglesia Católica, son
infinitamente superiores a todos los bienes de la naturaleza, por grandes que
estos sean[1]. Esto quiere decir
que cualquier bien terreno, principalmente aquellos a los que los hombres
confieren más valor, al punto de dar la vida por los mismos -por ejemplo, el
oro, la plata, las piedras preciosas, el petróleo, etc.-, queda reducido a la
nada, cuando se lo compara con el más mínimo grado de gracia y esto,
independientemente de cuál sea la cantidad de estos bienes. Por ejemplo,
podríamos decir que si se encontrara toda una galaxia cuyos planetas están
compuestos por oro puro, toda esta galaxia, comparada con el más mínimo grado
de la gracia santificante obtenida por el Santo Sacrificio de Nuestro Señor
Jesucristo, es igual a nada.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Al respecto, enseña Santo Tomás que es cosa más
notable conseguir que el pecador vuelva a la gracia que crear el cielo y la
tierra, porque la creación termina en creaturas contingentes, mientras que la
gracia nos introduce a participar de la naturaleza inmutable y eterna de Dios
Trino. Cuando Dios comunica su gracia a los hombres, los adopta en su seno como
hijos suyos, haciéndolos partícipes de su vida eterna trinitaria y esto es
infinitamente superior a la creación del hombre.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
La gracia es un bien sobrenatural y como tal, es un
bien que ninguna naturaleza creada lo puede poseer por sí misma ni exigirlo,
debido a que le pertenece a la naturaleza divina, es decir, procede de Dios y
no de las creaturas. Tanto es así, que los teólogos establecen que Dios, a
pesar de su omnipotencia, es incapaz de crear un ser al que corresponda la
gracia por su misma naturaleza; afirman que, si una tal creatura se diera en
efecto, no se distinguiría de Dios[2].
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
A todo esto hay que agregar lo que la Iglesia ha
afirmado desde siempre y es que ningún hombre, ninguna creatura -ningún ángel-,
lleva en sí el germen de la gracia[3]: afirmar lo
contrario, sería caer en el gravísimo error de los modernistas al estilo de
Karl Rahner, que tanto daño han causado y causan a la Santa Iglesia Católica y
a las almas, puesto que con esta afirmación, vuelven por completo inútil, entre
otras cosas, la necesidad de los Sacramentos, de la Misión a los pueblos
paganos, de la conversión eucarística, llevando a las a la perdición eterna, al
privarlos de los Santos Sacramentos y al detener o desvirtuar la acción
misionera de la Iglesia.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Para darnos una idea de la infinita superioridad de la
gracia sobre la naturaleza, sea humana o angélica, podemos tomar el ejemplo de
San Agustín, quien afirmaba que la naturaleza se refiere a la gracia como la
materia inanimada al principio de vida: la materia, como muerta que es en sí
misma, no puede darse la vida, debe recibirla de otro cuerpo viviente. Del
mismo modo, la creatura racional de suyo no posee la gracia, ni la puede
adquirir por su actividad ni por sus méritos: solo Dios, en su bondad, puede
otorgársela, haciendo gala de su poder, envolviendo la naturaleza en su virtud
divina.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “La Virgen María nos reúne, en
Nombre del Señor”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las
maravillas de la gracia divina, Ediciones Desclée de Brower, Buenos Aires
1945, 17.
[2] Cfr.
Scheeben, ibidem.
[3] Cfr. Scheeben, ibidem.
No hay comentarios:
Publicar un comentario