jueves, 13 de febrero de 2025

Hora Santa en reparación por profanación del altar mayor de la Basílica de San Pedro en el Vaticano 070225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación del altar mayor de la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Un hombre profanó el altar mayor de la Basílica de San Pedro en el Vaticano subiéndose sobre este y lanzando al suelo seis candelabros que estaban alrededor, informó la agencia de noticias italiana ANSA. Tras arrojar los candelabros, el hombre se puso de pie sobre el altar, situado bajo el recién restaurado Baldaquino de Bernini, y retiró el mantel blanco que lo cubría, como se puede apreciar en un video difundido en redes sociales. A continuación, el sujeto fue detenido por agentes de seguridad. Para mayor información, consultar el siguiente enlace: https://www.elperiodico.com/es/internacional/20250208/vaticano-hombre-vandaliza-altar-basilica-san-pedro-114105902

Canto de entrada: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Afirma un autor que la razón por la cual la gracia supera a todas las cosas creadas es porque no es otra cosa sino “la luz sobrenatural que desde la profundidad de la divinidad se expande sobre la creatura racional”[1]. El sol y su luz son inseparables: si el sol es mucho más precioso y perfecto que la tierra, que por sí misma es oscura, también su luz lo será de la misma manera. Lo mismo sucede con la gracia: nuestra naturaleza es la tierra que recibe los rayos del sol divino, que la penetran y la glorifican y así se convierte en una especie de naturaleza divina. Es decir, la gracia ilumina a nuestra naturaleza humana, con los rayos de la luz divina trinitaria, así como los rayos del sol iluminan la tierra.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Ahora bien, sucede que Dios Uno y Trino, a quien poseemos por participación por la gracia santificante que nos comunican los sacramentos, no encierra únicamente las perfecciones de todas las cosas, sino que es infinitamente más perfecto que todas ellas juntas. Igualmente, la gracia es más preciosa que todos los bienes creados. Se puede afirmar de ella todo lo que se ha dicho de la Sabiduría: “Ella es superior a los tesoros más preciosos; ninguna cosa, por apetecible que sea, puede comparársele” (Prov 8, 2). Elevemos entonces nuestras miradas hacia esos tesoros; veamos si deben desdeñarse o si por el contrario son dignos de que los busquemos con todo el ardor de nuestro corazón. Aun cuando poseyéramos todos los bienes de la naturaleza, oro, plata, poderío, reputación, ciencia, artes, todas estas riquezas se esfumarían ante la gracia como un montón de tierra o de lodo junto a una piedra preciosa. Por el contrario, aunque seamos pobres en absoluto, la gracia de Dios por sí sola nos hace ser más ricos que todos los reyes de este mundo: poseemos lo mejor que la Santísima Trinidad puede darnos. Así canta el Salmista: “La misericordia de Dios se extiende sobre todas las creaturas”. Y la Santa Iglesia Católica, la Esposa Mística del Cordero, reza a su Esposo así en la oración: “…¡Oh Dios, que manifiestas tu poder singularmente al perdonarnos y al usar de misericordia!”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

¡No seamos desagradecidos con Dios por semejante don de su infinita misericordia! Por el contrario, agradezcámosle cada segundo de nuestra vida, cantando con el Salmista: “¿Quién es el hombre para que lo recuerdes y el hijo del hombre para que lo visites?” (Sal 144, 9). Si Dios, según las Escrituras, “ha puesto bajo nuestros pies las ovejas y los bueyes, las aves del cielo y los peces del mar” (cfr. Sal 8, 7-9) y por esto debemos estar enormemente agradecidos; ¿cuánto más debemos agradecerle los tesoros sobrenaturales de la gracia y guardarlos con el mayor de los cuidados?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Esa es la razón por la que un sabio teólogo, el Cardenal Cayetano, asegura que no debemos perder de vista los castigos reservados para los que desprecian la gracia. Nuestro castigo será semejante al de aquellos hombres del Evangelio que, invitados por el rey a su festín, prefirieron su propio interés a su goce. También nosotros, atolondrados e ingratos, despreciamos la invitación al festín de Dios -el Banquete celestial de la Santa Misa, en donde se sirve la Carne del Cordero, asada en el Fuego del Espíritu Santo y se bebe el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre del Hijo de Dios, y se come el Pan de Vida Eterna, la Sagrada Eucaristía-, para ceder luego a la tentación del mundo y del demonio, que con sus viles placeres nos vendan los ojos. ¡Cuán desatinados somos cuando esto hacemos!

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

La distancia inconmensurable que hay entre la gracia y los bienes de la naturaleza no solamente debe impedirnos la pérdida de aquella por el pecado mortal, sino que debe impulsarnos a practicar con empeño las virtudes que aumentan la gracia en nosotros. Tal vez no pierdas demasiado con dejar la misa negligentemente entre semana, si la reemplazas con una oración o una obra de misericordia; con todo, no se puede negar que es una pérdida incalculable el no aumentar el capital, cuando tan fácilmente se podría conseguir, puesto que el menor grado de gracia excede en valor a todos los bienes de este mundo.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne, en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 18.


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