El corazón de Jesús no es el corazón de un hombre cualquiera: es el corazón del Hombre-Dios y por ser el corazón del Hombre-Dios, es un corazón humano, pero íntima y estrechamente unido al corazón único de Dios Uno y Trino, y por lo tanto late con el latido mismo del corazón de Dios Trino, que es el Espíritu Santo. Lo que quiere el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, al introducirse en nuestros corazones por la comunión, es hacer de nuestros corazones con el suyo un solo corazón, “fundirlos”, por así decir, con el suyo, para que también el nuestro refleje los latidos del Espíritu Santo. Y esos latidos del Espíritu Santo son los que se ven en el amor al prójimo por las obras de misericordia.
Dice Jesús Eucaristía: "Y ustedes, almas queridas, ¿por qué están frías e indiferentes a Mi amor? Sé que tienen que atender las necesidades de su familia, de su casa y del mundo que los solicita sin cesar. Pero, ¿no tendrán un momento para venir a darme prueba de su amor y de su gratitud? No se dejen llevar de tantas preocupaciones inútiles y reserven un momento para venir a visitar al Prisionero del amor".
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