Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor a la Preciosísima
Sangre de Jesús. Hacia el final, consagraremos nuestra Patria al Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús.
Canto inicial: “Sagrado
Corazón, Eterna Alianza”.
Oración inicial: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la Conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Enunciación
del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir).
Meditación.
Te
adoramos, Preciosísima Sangre de Jesús, que brotaste de la Sagrada Cabeza del
Redentor, cuando fue coronado de espinas. El Rey de cielos y tierra, el Rey de
infinita majestad, ante quien los ángeles del cielo no osan levantar la cabeza,
tan grande es su gloria y majestad, y se postran en adoración, entonando
cánticos de alabanzas y de acción de gracias, ese mismo Rey, en la tierra, es
coronado de espinas por los hombres, quienes así ultrajan de manera indecible
la gloria y la majestad del Cordero, el Dios Único y verdadero. Las gruesas,
duras y filosas espinas, que los hombres colocan en la Cabeza del Rey de reyes,
provocan la salida, a borbotones, de la Sangre Preciosísima del Hombre-Dios,
producto de la laceración y del desgarro del cuero cabelludo, una de las zonas
más irrigadas del cuerpo humano, y es así como la Sangre Preciosísima del
Cordero, brota a borbotones desde múltiples heridas producidas en el cuero
cabelludo, y desciende, así como el torrente desciende embravecido por la
ladera de la montaña, por todo el cráneo, para derramarse y empapar la Santa
Faz del Redentor, bañando sus ojos, sus oídos, su nariz, sus pómulos,
ingresando en la boca, escurriendo por la barba. Las espinas de la corona son
la materialización de nuestros pecados de pensamiento; cada mal pensamiento,
del orden que sea –lujuria, venganza, ira, codicia, violencia, robo, pereza,
gula-, que provoca al hombre placer de concupiscencia, se traduce en una
gruesa, dura y filosa espina de la corona, una más entre tantas, que provoca
dolores inenarrables a Nuestro Señor. ¡Oh Jesús, por la Sangre que brotó de tu
Sagrada Cabeza, coronada de espinas, concédeme la gracia de tener pensamientos
santos y puros, como los tienes Tú, coronado de espinas! ¡Concédeme la gracia,
oh Buen Jesús, de lavar mi mente y mis pensamientos, con la Sangre que brota de
tu Cabeza coronada de espinas, para que no solo no tenga, nunca más, malos
pensamientos, sino para que mis pensamientos, de ahora en adelante, sean santos
y puros, como los tuyos, o mejor, que sean tus pensamientos, los pensamientos
que broten en mi mente, a partir de ahora! Te lo pido por la Sangre que brotó
de tu Cabeza coronada de espinas.
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Te adoramos, Sangre Preciosísima que brotaste del Corazón de
Jesús, al ser traspasado por la lanza del soldado romano. El Sagrado Corazón de
Jesús fue perforado por la lanza del soldado romano a causa de nuestras
iniquidades, para reparar ante la Justicia Divina por todas nuestras maldades,
por todas nuestras malas intenciones, por todos nuestros malos deseos,
incubados en nuestros negros corazones. Para lavar la perfidia y la malicia de
nuestros corazones, de donde salen “toda clase de iniquidades, de males y de
perversidades” (cfr. ), es que Jesús permite que su Sagrado Corazón sea
traspasado por la lanza y que su Sangre brote como un río de Fuego purificador,
para que cayendo sobre nuestras almas, nos purifique y nos lave de toda mancha,
de toda malicia, de toda mala intención y concediéndonos la gracia de la
contrición perfecta del corazón, nos eleve a la más alta santidad, al más alto
grado de unión en el Amor con el Sagrado Corazón, el Amor que nos haga preferir
mil veces la muerte, antes que cometer el más ligero pecado venial deliberado.
¡Oh Buen Jesús, por la Sangre que brotó de tu Sagrado Corazón traspasado, por
todas nuestras iniquidades, perdónanos! ¡Cordero de Dios, degollado en la cruz
por nuestras malicias, por la Sangre Preciosísima que brotó de tu Sacratísimo
Corazón, perdónanos! ¡Sagrado Corazón, Sumo y Eterno Sacerdote, por la Sangre
que brotó al ser perforado tu Costado, perdona los pecados de tus sacerdotes! ¡Sagrado
Corazón de Jesús, por la Sangre que brotó de tu Costado herido, perdona los
pecados de nuestra sociedad que, insensata y ciega, cree poder vivir sin Ti, y
así es como ha construido una civilización sin Dios, con leyes inicuas,
anticristianas, contrarias a la ley natural, que atentan contra Dios y contra
el hombre, contra su dignidad y su vida, desde su inicio hasta su vejez; por tu
Sangre derramada en la cruz, Sagrado Corazón de Jesús, perdona a nuestros
legisladores y magistrados, que han aprobado las leyes inicuas del aborto, la
eutanasia y las de identidad de género, contrarias a la ley natural; por tu
Sangre brotada de tu Corazón traspasado, perdona los delitos de los padres de
familia, las maldades del pueblo, las impiedades y blasfemias del pueblo, de
los niños, de los jóvenes y de los ancianos, que prefieren sus asuntos antes
que adorarte en la Sagrada Eucaristía; por la Sangre de tu Costado abierto,
perdona los perjurios y sacrilegios, la profanación de las cosas santas, las
revoluciones y guerras fratricidas, los atentados de las sociedades secretas contra
la Iglesia, las profanaciones eucarísticas, los ultrajes a la Virgen y a los
santos de la Iglesia Católica, los atentados contra la autoridad civil. Por
todo estos crímenes y por todos los atentados contra el bien, la paz, el orden
y la justicia y el bien común de los hombres creados a tu imagen y semejanza,
oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, te pedimos ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón!
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Te
adoramos, Sangre Preciosísima de Jesús, que brotó de tu mano izquierda,
traspasada por un grueso clavo de hierro. Oh Sagrado Corazón Eucarístico de
Jesús, Rey de reyes y Señor de señores, Cordero de Dios que quitas el pecado
del mundo, por quien y para quien han sido creados todos los pueblos y naciones
de la tierra, unidos a los ángeles y santos, que en el cielo te adoran y se
alegran ante tu Presencia, nosotros nos postrados ante tu Presencia Eucarística
y te adoramos y te ofrecemos el homenaje de nuestra humilde adoración y
reparación, en expiación por nuestros pecados y por los pecados de nuestros
hermanos y por los del mundo entero, en especial los pecados de violencia,
cometidos con las manos; Sagrado Corazón de Jesús, queremos expiar los pecados
cometidos contra los hermanos: la Sangre de tu mano izquierda expía los pecados
en los que levantamos nuestras manos, hechas para acariciar y proteger a
nuestros hermanos, en forma violenta, descargando sobre ellos golpes, puños,
trompadas, violencias de todo tipo, y cerrándolas a todo gesto de amor, de
comprensión, de bondad, de caridad, de misericordia y de fraternidad. Por la
Sangre Preciosísima de tu mano izquierda, oh Sagrado Corazón de Jesús, perdona
nuestros pecados de violencia, y concédenos la gracia de nunca más elevar
nuestras manos contra nuestro prójimo, en su contra, para castigarlo, para
golpearlo, para lastimarlo, sino que por tu Sangre, nuestras manos se tiendan,
misericordiosas, en ayuda de nuestros prójimos más necesitados, de manera tal que
encuentren siempre en nosotros un corazón dispuesto y una mano tendida en ayuda
de quien más lo necesita.
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Te
adoramos, oh Preciosísima Sangre que brotaste de la mano derecha de Jesús,
traspasada por un grueso clavo de hierro y por esta misma Preciosísima Sangre,
expiamos y reparamos por todos los pecados de idolatría, por todos los pecados
cometidos con las manos elevadas para honrar y adorar a los falsos dioses, a
los ídolos neo-paganos del mundo de hoy, los ídolos que el hombre se construye
a su medida y con los cuales te desplaza a Ti, Cordero de Dios, Único Dios
Verdadero. Te adoramos, oh Preciosísima Sangre de la mano derecha de Jesús, y
pedimos perdón y expiamos y reparamos por todos los pecados de ocultismo, de
brujería, de superstición, de ateísmo, de agnosticismo, de gnosticismo, de
satanismo, cometidos a través de la secta de la Nueva Era, pecados todos que
obnubilan la razón y oscurecen el corazón y sumergen al alma en las más
profundas tinieblas del paganismo y del oscurantismo, porque la alejan del
culto al único Dios verdadero, Jesucristo, el Cordero de Dios, la Lámpara de la
Jerusalén celestial, que con su Luz divina, alumbra a los ángeles y a los
santos en el cielo y a nosotros, los bautizados, nos alumbra en la Iglesia con
la luz de la fe, de la verdad y de la gracia. Oh Preciosísima Sangre de la mano
derecha de Jesús, que brotaste al ser atravesada la mano de Jesús por un grueso
y duro clavo de hierro, por el dolor indescriptible que sufrió Jesús al lacerar
el frío clavo su mano derecha, y por la abundante Sangre que brotó a raudales,
que nuestras manos nunca se eleven para honrar falsamente a los falsos dioses de
la Nueva Era, sino que se eleven siempre en acción de gracias y en adoración al
único Dios verdadero, el Dios del sagrario y de la Eucaristía, Cristo Jesús, y
que nuestras humildes oraciones sean siempre llevadas por manos de la
Inmaculada Virgen María, Nuestra Señora de la Eucaristía. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Te
adoramos, Preciosísima Sangre de Jesús, que brotaste de los sagrados pies del Redentor,
perforados por un grueso clavo de hierro, y por esta Sangre y este lacerante
dolor, queremos reparar por todos los pasos dados en dirección al pecado, tanto
por nosotros, como por nuestros hermanos y por todo el mundo. Oh Sangre
Preciosísima de Jesús, que brotaste de los pies traspasados en la cruz, por el
dolor que sufrió Jesús, por nuestro amor, te suplicamos, que perdones todos los
pecados cometidos por los hombres, pecados en los que han utilizados sus pies
para trasladarse al lugar del pecado. El hombre, en vez de utilizar sus pies
para seguirte por el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis, los utiliza para
encaminarse en dirección opuesta al Calvario, en dirección al lugar del pecado,
y es así como el hombre se encamina por el camino ancho y espacioso, que lleva
a la puerta ancha, que finaliza en la perdición, en el Abismo de donde no se
sale, el Abismo en donde al entrar se pierde toda esperanza. Tú, en cambio,
Jesús, dotaste al hombre de pies, para que se afirmara con el peso de la cruz y
te siguiera por el Camino de la Cruz en pos de Ti, cargando su cruz de todos
los días, para que diera muerte al hombre viejo y naciera así al hombre nuevo,
el hombre que vive la vida de la gracia, la vida que concede la Vida eterna, la
luz, la alegría, el amor, la paz, la sabiduría y todos los dones divinos que en
Dios se encuentran como en su fuente inagotable. Por la Sangre Preciosísima que
brotó de tus pies traspasados, queremos expiar, oh Jesús, por todos los pecados
cometidos con ayuda de los pies, que conducen a los hombres al lugar del
pecado, en vez de conducirlos al lugar de la santidad, el sagrario, el altar,
la Santa Misa, el rezo del Rosario, la adoración, las obras de misericordia, la
ayuda al prójimo, el alejamiento de las ocasiones del pecado, y te suplicamos,
por esta misma Preciosísima Sangre, que apartes nuestros pasos de todo mal y de
toda ocasión pecado y que conduzcas nuestros pasos siempre, por el camino que
conduce al cielo, el Via Crucis.
Meditación
final.
Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús, que derramaste tu Sangre Preciosísima en la cruz
por nuestra salvación y continúas derramándola, en el Cáliz de la salvación, en
la Santa Misa, al perpetuar, de modo incruento y sacramental, tu Santo
Sacrificio de la cruz, en el altar eucarístico, te adoramos y te bendecimos, te
exaltamos y te glorificamos y te reconocemos como a nuestro único Rey y Señor,
nuestro único Dios, el Dios Verdadero, y por eso mismo te consagramos a nuestra
Patria Argentina, como cosa y posesión exclusiva tuya, de tu propiedad, para
que no permitas que nada ni nadie tome posesión de ella, sino sólo Tú y
amantísima Madre, la Virgen María. Toma a nuestro pueblo como tu herencia y
posesión, ya que Tú lo adquiriste al altísimo precio de tu Sangre Preciosísima
y reina perpetuamente sobre él; reina en el pueblo argentino, en sus casas, en
sus familias, en sus gobernantes, en sus padres, en sus hijos, en sus
educadores, en sus legisladores, en sus políticos, en sus deportistas, en sus
fuerzas armadas, en sus trabajadores, y en todos y en cada uno establécete como
su Rey y Señor y haz brillar para siempre, en sus corazones y en nuestra Patria
toda, la gloria de tu Sagrado Corazón Eucarístico, en el tiempo y en la
eternidad. Amén.
Oración inicial: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la Conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a
Nuestra Señora de los Ángeles”.
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