viernes, 21 de febrero de 2025

Hora Santa en reparación por profanación de la Santa Misa en Brasil en donde una ministra anglicana concelebró y comulgó 200225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de la Santa Misa ocurrida en Brasil, en donde el arzobispo del lugar permitió que una “ministra” anglicana “concelebrara” (¡?) y además le permitió ¡comulgar!, lo cual está prohibido para quien no haya recibido los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. Para mayores datos acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=0jX6gLNkRoE&t=2s

Canto de entrada: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Es causa de asombro comprobar con cuánta ligereza los católicos cambiamos la dignidad infinita de la gracia santificante, por los barros y lodos del pecado y su indignidad[1]. Es como si un príncipe, nacido en un palacio de marfil y en cuna de oro, cambiara su dignidad real por la mendicidad; el oro y la plata, el cedro y el ciprés de su mobiliario real, por mendrugos de pan y por harapos como vestimenta. ¿Qué nube oscura, de origen maligno, ciega las mentes de los católicos, que tan despectivamente desprecian la gracia santificante de los Sacramentos?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Con la gracia sucede como con el que escala una montaña y, por un descuido negligente de su parte, pierde el equilibrio y cae de las alturas a las que había llegado. De la misma manera, cuanto mayor es la altura que conseguimos mediante la gracia, tanto más profunda es la caída, si llegamos a perderla. Un ejemplo que prefigura lo que decimos es Nabucodonosor: era un rey poderoso, invencible, con un reino inmenso, que luego fue transformado en un animal (cfr. Dn 4,30). Lo mismo sucede con el alma que pierde la gracia: de ser superior a los ángeles, por participar en la vida trinitaria, a ser rebajada a un nivel inferior a las bestias irracionales.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Es por esta razón que es imperioso reconocer, desde un principio y no cuando ya la hemos perdido, la hermosura celestial y sobrenatural que la gracia santificante concede al alma. Así, al apreciarla, el alma tendrá el mundo a sus pies, pues valdrá más que todo el universo visible e invisible juntos, porque participa de la vida de la Santísima Trinidad, de las Tres Divinas Personas. Si por la gracia hemos sido colocados en el cielo mismo, estando todavía en la tierra, ¿por qué habría un alma de revolcarse en el fango de la tierra y del pecado?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Ya los filósofos paganos comprendieron, con su razón natural, que el amor a los bienes de aquí abajo es insensato cuando se lo compara con el cielo, con los astros. Decía uno de ellos: “Si se diera a las abejas la inteligencia humana, repartirían su pequeño dominio en numerosas provincias, como acostumbran hacerlo los reyes de la tierra”. Otro afirmaba: “Si miráramos a nuestro planeta desde el sol o desde la luna creeríamos ver un pequeño círculo: los reinos más dilatados, sin hablar de los campos y las praderas, aparecerían como puntos imperceptibles”. Si unos filósofos paganos, con la luz de su sola razón natural, se daban cuenta que los bienes de esta vida son nada si los comparamos con los del cielo, ¡cuánto más nosotros, iluminados por la luz de la gracia santificante, no debemos considerar como motas de polvo a las montañas de oro y plata, cuando la comparamos con el más mínimo grado de gracia, el mayor bien celestial concedido a nosotros los hombres por la Divina Misericordia!

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Entonces, al contemplar y reflexionar que, por la gracia santificante, obtenida al precio altísimo de la Sangre del Cordero de Dios en el Sacrificio del Calvario, Sangre que es derramada cada vez de modo sacramental e incruento en el Cáliz de salvación, en la Santa Misa, hagamos el propósito de que nuestro comportamiento, nuestros actos cotidianos, sean acordes a dicha gracia y el único modo en que lograremos este objetivo, es imitando a los Sagrados Corazones de Jesús y María. Cuando nos acerquemos a recibir, por la Comunión Eucarística, al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, le pidamos a la Madre de Dios que sea Ella quien comulgue por nosotros, para que este Tesoro infinito que es el Corazón Eucarístico de Jesús derrame sus gracias sin medida sobre nuestros pobres corazones.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1945 24.


jueves, 20 de febrero de 2025

Hora Santa en reparación por exposición blasfema titulada ‘La Venida de Cristo’ en instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) 170225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por exposición blasfema titulada La Venida de Cristo en instalaciones de la Universidad Nacional de México. Para mayor información acerca de este desgraciado sacrilegio, consultar el siguiente enlace:

https://www.infobae.com/mexico/2025/02/09/conservadores-califican-de-aberrante-e-hipocrita-la-exposicion-la-venida-del-senor-en-la-unam/

Canto de entrada: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

La gracia santificante que nos conceden los Sacramentos, es el mayor don que Dios puede hacernos, no solo en esta vida terrena, temporal, sino también en la otra vida, en la eterna, puesto que la gloria de la cual gozan los bienaventurados en los Cielos eternos, no es otra cosa que el completo desarrollo de la gracia[1][1]. De ahí que el mayor bien que un alma pueda conseguir en esta vida sea la gracia y de ahí que, quien muera en gracia, se puede decir que no muere, sino que comienza a vivir en la eternidad, con la Vida misma del Ser divino Trinitario, con la Vida Increada del Acto de Ser divino Trinitario.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

          Por esto mismo, la gracia es la fuente que salta hasta la vida eterna; es la raíz de la gloria y de la bienaventuranza en los cielos eternos. Dice el Apóstol: “El precio del pecado es la muerte, mas la gracia de Dios es la vida eterna” (Rom 6, 23). Si, como dice el Apóstol, la gracia de Dios es la vida eterna, entonces no sólo debe conducirnos a ella, sino que debe contenerla, ya en germen, cuando la recibimos en el tiempo, en esta vida. Por esto mismo, debemos atesorarla y conservarla y acrecentarla, con el mayor de los cuidados y con más ahínco todavía con el que el avaro cuida y acrecienta su tesoro.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

          Si la gracia es la vida eterna y la mayor de las fortunas, entonces la pérdida de la gracia y el estado de pecado es el mayor de los infortunios, la mayor de las desgracias. Por esto, el pecado es un mal mayor que la muerte, que es su castigo; de igual modo, la gracia debe ser un bien más preciado que la gracia celeste, pues por aquella merecemos esta.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         Un filósofo decía: “Colocadme en una mansión con abundancia de oro y plata; estas cosas no lograrán que yo crezca en mi propia estimación, porque estos objetos están cerca pero fuera de mí y así no pueden engrandecer en nada mi espíritu, aun cuando resplandezcan por fuera”. Por el contrario, la gracia sí puede engrandecer, y lo hace infinitamente, por encima de la naturaleza creada, a aquel que la posee, porque quien la posee, participa de la vida divina de la Trinidad. San Cirilo de Alejandría dice así: “La gracia de Cristo nos viste como de púrpura; nos coloca en una dignidad de la que no es posible hacerse una idea”. Y no nos podemos hacer una idea, porque no sabemos cómo es vivir viviendo con la vida de las Tres Divinas Personas como si fuera nuestra propia vida.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Un autor afirma que la gracia santificante es un honor inimaginable e impensable para el hombre: “Sacado (el hombre) de su bajeza y de su nativa oscuridad es transportado, cual otro Adán, sobre este mundo visible, sobre los animales, sobre los cielos, sobre la dignidad que los ángeles más bellos y poderosos tenían por naturaleza. Es de saber que los ángeles, según su naturaleza, no tienen la dignidad que nosotros adquirimos por la gracia. Si ellos no hubieran recibido de la generosidad divina esta gracia, serían inferiores a nosotros y en escala mayor que lo somos nosotros con relación a ellos según la naturaleza. Entonces, por la gracia nosotros, que somos inferiores a los ángeles por naturaleza, somos elevados a una categoría infinitamente mayor a la de los ángeles, puesto que por la gracia somos hechos partícipes de la filiación divina con la cual el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, es hija de Dios desde la eternidad.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 

 

 

 

 



[1] Cfr. Matías José ScheebenLas maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 23.


domingo, 16 de febrero de 2025

Hora Santa en reparación por profanación de reliquias de Santa María Goretti por parte de jóvenes católicos de la Comunidad del Cenáculo 270225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de las reliquias de Santa María Goretti por parte de jóvenes católicos pertenecientes a la “Comunidad del Cenáculo”. Los mismos se pusieron a bailar delante de las reliquias de la santa, de manera indecorosa, irrespetuosa y totalmente fuera de lugar, en vez de venerar las reliquias y de rezar delante de las mismas, como tradicionalmente se hace en la Iglesia Católica. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

https://adelantelafe.com/un-momento-del-vaticano-ii-bailando-frente-a-las-reliquias-de-santa-maria-goretti/

Canto de entrada: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

La gracia santificante que nos conceden los Santos Sacramentos de la Iglesia Católica es tan grandiosa que hasta los milagros de Nuestro Señor Jesucristo, como la resurrección de los muertos obradas por Él, palidecen ante la gracia[1]. En efecto, por la gracia santificante que recibe el alma en pecado mortal, que acude al confesionario para recibir el Sacramento de la Penitencia, su alma revive y, del estado de pecado mortal y de muerte eterna en el que se encontraba, pasa al estado de gracia y de participar en la vida de la Santísima Trinidad. Y a pesar de esto, ¡cuántos católicos desaprovechan la gracia, dejando pasar oportunidad tras oportunidad de acudir al Sacramento de la Penitencia, permaneciendo en estado de pecado mortal!

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Nos enseña San Juan Crisóstomo que todavía excede en mucho el resucitar un alma herida a resucitar un muerto[2]. Y en efecto, a menos que uno esté completamente ciego, ¿cómo puede preferir llevar una vida disipada, placentera, a introducir un alma a la vida eterna y a la gloria celestial, como lo hace la gracia? Si deseamos milagros para la conservación de nuestra vida terrena, ¿por qué no hemos de colaborar al milagro que, más que devolver la vida natural al alma, le concede la participación, no ya en la vida de los ángeles, lo cual sería algo asombroso, sino en la vida misma del Ser Divino Trinitario, en la Vida misma de las Tres Divinas Personas?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Para obtener la gracia, uno de los medios que tiene el cristiano, es el arrepentimiento y aunque tiene una eficacia maravillosa, no es el único: todos los actos buenos, sobrenaturales, realizados en estado de gracia, aumentan la gracia santificante en nuestras almas[3]. Cada grado de gracia adquirido nos coloca muy por encima de nuestra naturaleza y nos une íntimamente con Dios Uno y Trino. Si estuviera en nuestra posibilidad obrar milagros materiales o llevar a cabo con toda facilidad grandiosos trabajos, de seguro que pondríamos sumo empeño en usar de tal poder. Ahora bien, está en nuestras manos el acudir libremente a recibir el Sacramento de la Penitencia, para recuperar la gracia si la hemos perdido, o a recibir a la Gracia Increada y Fuente de toda Gracia, la Sagrada Eucaristía, para incrementar la gracia, si es que ya la poseemos.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Consideremos la eficacia de toda buena acción para aumentar la gracia y para merecer la gloria eterna: no dejemos pasar un solo instante sin amar a Dios, sin rogarle y adorarlo; avergoncémonos de emitir un suspiro que no sea para Él, para el Único Dios en sus Tres Divinas Personas. Alegrémonos con los Apóstoles por haber sufrido siquiera el más mínimo dolorcillo o molestia por Dios, uniendo esta mortificación al Santo Sacrificio de Cristo en la Cruz. Si conociéramos cuánto sirve para aumentar nuestra dignidad un solo acto de virtud, buscaríamos todas las ocasiones propicias para realizarlo.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Nadie sería tan cruel que rehusara curar a un enfermo o hacer rico a un pobre, si lo pudiera conseguir mediante una modesta limosna. ¿No somos mucho más crueles nosotros con nuestra alma cuando, a tan poco costo, le negamos un aumento de la gloria celestial? Imaginemos todas nuestras acciones del espíritu de fe y de caridad, convencidos de que por cada una de ellas adquirimos un grado superior de gracia, cosa que excede en hermosura a todo lo natural y aventaja en grandeza a los mismos milagros. ¡No dejemos pasar ninguna oportunidad de crecer en la gracia santificante, obrando obras de misericordia, corporales y espirituales, según nuestro estado y posibilidades!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 21.

[2] Serm. 169 (15 De Verbis Apostoli), c. II, n. 13.

[3] Cfr. Scheeben, ibidem, 22.


Hora Santa en acción de gracias por imagen de Virgen y el Niño

  





Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en reparación por el ultraje cometido contra una imagen sagrada de la Virgen y el Niño. La susodicha política utilizó la imagen sagrada como blanco de su arma de dióxido de carbono, subiendo luego las imágenes a su cuenta de la red social “X”, aunque luego borró el video. Para más detalles sobre el sacrílego atentado, se puede consultar el siguiente enlace:


Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Afirma un autor que “la santidad no es posible si no vivimos constantemente en la humildad, con el odio al pecado y con el arrepentimiento del pecado”[1]. Ahora bien, continúa este mismo autor, estos sentimientos de contrición y de pesar de sí mismos, deben tener por fin último y primario y exclusivo a Nuestro Señor Jesucristo para ser saludables, puesto que el orgullo puede subsistir bajo las apariencias de una falsa humildad. Si no existe en el alma la intención de imitar a Cristo, no hay santidad posible y cualquier virtud se convierte en falsa virtud, incluida la humildad, la virtud explícitamente pedida por Jesucristo: “Aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29).

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

En este sentido, la Santa Misa nos ayuda a comprender la verdadera y auténtica virtud de la humildad, cuando contemplamos, con la luz del Espíritu Santo, la inmensa majestad del Hombre-Dios Jesucristo, Quien Es el que se hace Presente en Persona en la Sagrada Eucaristía con su Cuerpo y su Sangre luego de las palabras de la consagración, por el milagro de la transubstanciación. Luego de contemplar la inmensa majestad de la Eucaristía, la comparamos con la realidad de nuestra nada más pecado y así nos vemos en nuestra nada y caemos en la cuenta de que el menosprecio de nosotros mismos frente a Dios es lo que nos corresponde existencialmente.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Al compararnos con la infinita majestad de la Sagrada Eucaristía en el Altar Eucarístico, en la Santa Misa, no cabe otra cosa que el menosprecio de nosotros mismos y así caemos en la cuenta que la adulación que nosotros nos hacemos a nosotros mismos, no corresponde en absoluto con la realidad de nuestro ser en acto. Solo el menosprecio, por nuestra realidad de nada más pecado, nos corresponde, frente a la realidad absolutamente grandiosa del Pan Vivo bajado del cielo y esto contribuye grandemente en hacernos crecer en la humildad y en el anonadamiento y en el menosprecio de nuestro “yo” y de nuestra soberbia y orgullo.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

La grandeza infinita, sin límites, de la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa, nos facilita la tarea de sabernos carentes de todo mérito; todavía más, podríamos decir que, a los méritos infinitos de Nuestro Señor Jesucristo en el Altar de la Cruz, el Calvario -y en la Cruz del Altar, la Santa Misa-, le oponemos la carencia infinita de méritos de nuestra parte, con lo cual resalta nuestra nada absoluta y a esa nada absoluta le agregamos el pecado, con lo cual es más que suficiente para postrarnos ante el Cristo crucificado del Altar Eucarístico, menospreciándonos a nosotros mismos y al mismo tiempo, reconociendo en Cristo al Dios Todopoderoso, Glorioso y Tres veces Santo, que por nosotros desciende del Cielo para dejar su Cuerpo Santísimo en la Hostia y su Sangre Gloriosísima en el Cáliz.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Ahora bien, por la Santa Misa, no solo logramos acceder a la realidad del vacío de nuestra nada más pecado, sino que luego de despreciarnos en la nada de nuestra soberbia y en nuestro orgullo, podemos colmar esta nada y este vacío con los méritos infinitos de Nuestro Señor Jesucristo, que por su infinita misericordia nos pertenecen, porque Él nos los consiguió para nosotros en la Cruz del Calvario y nos los dona en la Cruz del Altar.  Así la nada de la miseria de nuestro ser humano pecador, se colma con la gloria del Ser divino trinitario que se nos dona por la Eucaristía.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Francois CharmotLa Messe, source de sainteté, Editorial Spes, París 1960, 69.


Hora Santa en reparación por profanación del Santísimo Sacramento por hombre poseído en México 150225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación cometida contra el Santísimo Sacramento del Altar por parte de un hombre poseído en Méxio. Para mayores datos acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=meyOg09oovY

Canto de entrada: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

La gracia santificante que nos comunican los Sacramentos, es más valiosa y aventaja todavía más, incalculablemente, a todos los milagros, afirma un autor[1]. Es decir, no basta con afirmar que la gracia supera los bienes naturales, puesto que también excede los milagros obrados por el mismo Dios. La gracia se manifiesta en las obras de misericordia y cuando más se destaca esta misericordia divina es al otorgar Dios su gracia al hombre. Nuestro Señor dice que quienes creen en Él realizarán cosas mayores que Él mismo en la tierra (Jn 14, 12). Dice San Agustín que como ejemplo podría servir el caso de San Pedro que, con su sombra, curaba a los enfermos, algo que no se lee de Nuestro Señor. Pero esta verdad aparece todavía con mayor claridad en la obra de la justificación, a la que los fieles deben cooperar personalmente en lo que a ellos se refiere y a los demás, cada cual a su manera. Es cierto que no somos nosotros los que producimos la gracia, pero no lo es menos que, con la ayuda de Dios, podemos prepararnos a recibirla, haciéndonos dignos de ella, infundiendo aliento a los demás; en una palabra, que podemos llevar a cabo cosas mayores que los milagros de Cristo[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Tanto para Dios como para la gracia es algo más glorioso que los milagros. Mediante el milagro, obrado de ordinario sobre la materia, Dios devuelve la salud o la vida. Por la gracia, su acción termina en el alma, por así decirlo la vuelve a crear, la eleva sobre la naturaleza, deposita en ella el germen de la vida sobrenatural, se reproduce en ella, le imprime la imagen de su propia naturaleza. De esa manera se convierte, por así decirlo, en el milagro más estupendo de la omnipotencia divina. La gracia supera la creación del cielo y de la tierra y de los ángeles; no se la puede comparar sino con la generación del propio Hijo de Dios. Es asimismo sobrenatural, grande, misteriosa, ya que, según la frase de San León, “nos hacemos participantes de la generación de Cristo”[3].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Cuando los santos obran milagros, Dios se vale de ellos como de intermediarios; para nada interviene el poder de los mismos, sino el del mismo Dios. Cuando nos da la gracia, Dios exige de nosotros una cooperación más estrecha: quiere que, con su ayuda, nos preparemos a recibirla; quiere que la aceptemos, que la conservemos, que la aumentemos, es decir, Dios quiere de nosotros un acto de nuestro libre albedrío para aceptar su gracia santificante, quiere nuestra libre aceptación, nuestra libre cooperación en el aceptar su gracia santificante.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

De esta manera, Dios nos confía una dignidad de grado infinita. Él se une a nuestra alma, por la gracia, así como el esposo a la esposa. Nuestra alma, por la virtud que recibe, puede reproducir en sí misma la imagen divina y convertirse en hija adoptiva de Dios. Dios confía a su Iglesia el poder admirable de comunicar, mediante su enseñanza y sus sacramentos, la gracia santificante a sus hijos y así no hay cosa más grandiosa, bella y admirable que esta obra de la Iglesia Madre sobre sus hijos, los hijos de Dios, que causa admiración a hombres y ángeles. Trabajemos por lo tanto en adquirir la gracia santificante y también para aumentarla, no solo en nosotros, sino también en nuestros seres queridos y en todo prójimo, incluidos en nuestros enemigos, según el mandato de Jesús: “Ama a tu enemigo”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Si los hombres conocieran la inmensidad del valor infinito de la gracia, no dudarían ni por un instante en romper con todo pecado, incluido el más mínimo pecado venial, dando comienzo a una nueva vida, la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios, la vida de los hijos regenerados por la Sangre Preciosísima del Cordero, brotada del Costado traspasado por la lanza el Viernes Santo, Costado del cual mana Sangre y Agua, la gracia santificante que se comunica por los Santos Sacramentos de la Iglesia Católica a través del tiempo y del espacio, a lo largo y ancho de la tierra, por todos los siglos, hasta el fin de los tiempos. La recepción de la gracia por los Sacramentos es una obra más grande que resucitar un muerto, porque por la resurrección se resucita un muerto corporal, mientras que por la gracia se vuelve a la vida al espíritu, que estaba muerto a la vida de la gracia por el pecado mortal y se lo hace partícipe de la vida misma de la Santísima Trinidad. Es por esto que dice San Agustín: “Si Dios te ha hecho hombre, y tú con la ayuda de Dios, se entiende te haces justo (recibes la gracia, N. del R.), realizas una obra mayor que la producida por Dios”[4].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.



[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 20.

[2] Cfr. Scheeben, ibidem, 20.

[3] Serm. 21, c. 3.

[4] Serm. 169 (15 De Verbis Apostoli), c. II. N 13.


jueves, 13 de febrero de 2025

Hora Santa en reparación por profanación del altar mayor de la Basílica de San Pedro en el Vaticano 070225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación del altar mayor de la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Un hombre profanó el altar mayor de la Basílica de San Pedro en el Vaticano subiéndose sobre este y lanzando al suelo seis candelabros que estaban alrededor, informó la agencia de noticias italiana ANSA. Tras arrojar los candelabros, el hombre se puso de pie sobre el altar, situado bajo el recién restaurado Baldaquino de Bernini, y retiró el mantel blanco que lo cubría, como se puede apreciar en un video difundido en redes sociales. A continuación, el sujeto fue detenido por agentes de seguridad. Para mayor información, consultar el siguiente enlace: https://www.elperiodico.com/es/internacional/20250208/vaticano-hombre-vandaliza-altar-basilica-san-pedro-114105902

Canto de entrada: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Afirma un autor que la razón por la cual la gracia supera a todas las cosas creadas es porque no es otra cosa sino “la luz sobrenatural que desde la profundidad de la divinidad se expande sobre la creatura racional”[1]. El sol y su luz son inseparables: si el sol es mucho más precioso y perfecto que la tierra, que por sí misma es oscura, también su luz lo será de la misma manera. Lo mismo sucede con la gracia: nuestra naturaleza es la tierra que recibe los rayos del sol divino, que la penetran y la glorifican y así se convierte en una especie de naturaleza divina. Es decir, la gracia ilumina a nuestra naturaleza humana, con los rayos de la luz divina trinitaria, así como los rayos del sol iluminan la tierra.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Ahora bien, sucede que Dios Uno y Trino, a quien poseemos por participación por la gracia santificante que nos comunican los sacramentos, no encierra únicamente las perfecciones de todas las cosas, sino que es infinitamente más perfecto que todas ellas juntas. Igualmente, la gracia es más preciosa que todos los bienes creados. Se puede afirmar de ella todo lo que se ha dicho de la Sabiduría: “Ella es superior a los tesoros más preciosos; ninguna cosa, por apetecible que sea, puede comparársele” (Prov 8, 2). Elevemos entonces nuestras miradas hacia esos tesoros; veamos si deben desdeñarse o si por el contrario son dignos de que los busquemos con todo el ardor de nuestro corazón. Aun cuando poseyéramos todos los bienes de la naturaleza, oro, plata, poderío, reputación, ciencia, artes, todas estas riquezas se esfumarían ante la gracia como un montón de tierra o de lodo junto a una piedra preciosa. Por el contrario, aunque seamos pobres en absoluto, la gracia de Dios por sí sola nos hace ser más ricos que todos los reyes de este mundo: poseemos lo mejor que la Santísima Trinidad puede darnos. Así canta el Salmista: “La misericordia de Dios se extiende sobre todas las creaturas”. Y la Santa Iglesia Católica, la Esposa Mística del Cordero, reza a su Esposo así en la oración: “…¡Oh Dios, que manifiestas tu poder singularmente al perdonarnos y al usar de misericordia!”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

¡No seamos desagradecidos con Dios por semejante don de su infinita misericordia! Por el contrario, agradezcámosle cada segundo de nuestra vida, cantando con el Salmista: “¿Quién es el hombre para que lo recuerdes y el hijo del hombre para que lo visites?” (Sal 144, 9). Si Dios, según las Escrituras, “ha puesto bajo nuestros pies las ovejas y los bueyes, las aves del cielo y los peces del mar” (cfr. Sal 8, 7-9) y por esto debemos estar enormemente agradecidos; ¿cuánto más debemos agradecerle los tesoros sobrenaturales de la gracia y guardarlos con el mayor de los cuidados?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Esa es la razón por la que un sabio teólogo, el Cardenal Cayetano, asegura que no debemos perder de vista los castigos reservados para los que desprecian la gracia. Nuestro castigo será semejante al de aquellos hombres del Evangelio que, invitados por el rey a su festín, prefirieron su propio interés a su goce. También nosotros, atolondrados e ingratos, despreciamos la invitación al festín de Dios -el Banquete celestial de la Santa Misa, en donde se sirve la Carne del Cordero, asada en el Fuego del Espíritu Santo y se bebe el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre del Hijo de Dios, y se come el Pan de Vida Eterna, la Sagrada Eucaristía-, para ceder luego a la tentación del mundo y del demonio, que con sus viles placeres nos vendan los ojos. ¡Cuán desatinados somos cuando esto hacemos!

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

La distancia inconmensurable que hay entre la gracia y los bienes de la naturaleza no solamente debe impedirnos la pérdida de aquella por el pecado mortal, sino que debe impulsarnos a practicar con empeño las virtudes que aumentan la gracia en nosotros. Tal vez no pierdas demasiado con dejar la misa negligentemente entre semana, si la reemplazas con una oración o una obra de misericordia; con todo, no se puede negar que es una pérdida incalculable el no aumentar el capital, cuando tan fácilmente se podría conseguir, puesto que el menor grado de gracia excede en valor a todos los bienes de este mundo.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne, en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 18.