jueves, 24 de noviembre de 2022

Hora Santa en reparación por ritual idolátrico pagano realizado durante la Santa Misa Seattle, Estados Unidos 061122

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación sufrida por la Santa Misa en Seattle, Estados Unidos, al realizarse en la misma un ritual pagano e idolátrico en el que se invocó a espíritus malignos. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:

         https://religionlavozlibre.blogspot.com/2022/11/danza-idolatrica-en-la-iglesia-de-san.html

         Canto de entrada: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         A la pureza del alma, que debe procurarse para conservar la gracia, ha de ayudar la del cuerpo, porque el cuerpo del justo es templo de Dios, es “templo del Espíritu Santo”[1]. Así se expresa San Pedro Damiano: “El alma del hombre no está a propósito para el don de la gracia divina, si no es que primero esté seca de todo humor de gusto carnal”. Y San Crisóstomo dice: “La vida impura extingue el espíritu”.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         San Bruno se expresa de la siguiente manera, en relación a la pureza: “Si no se apagare el fuego inferior, no podrá lucir el superior. La lujuria es el fuego inferior, pero el superior, ¿qué otra cosa es sino la gracia del Espíritu Santo?”. Y puesto que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y nuestro corazón es el altar en donde solo debe ser adorado Jesús Eucaristía, el único fuego que debe arder es el superior, es decir, el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Al Espíritu Santo, la Sublime Tercera Persona de la Santísima Trinidad, a quien lo recibimos cuando se nos infunde la gracia, se lo debe hospedar no solo en un alma santa, sino también en un cuerpo igualmente santo. La santidad del cuerpo ha de acompañar a la del espíritu y así como la santidad del alma es la gracia, así la santidad de la carne es la castidad y pureza.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         Los Padres de la Iglesia, aprendiendo del Apóstol, iluminado éste por la Sabiduría Divina que es Jesucristo, afirmaban que el cuerpo es templo del Espíritu Santo, por acción de la gracia santificante. Así se dice en las Escrituras: que el cristiano que ha recibido la gracia “sepa poner el vaso de su cuerpo en santificación y honra, no con la pasión de su deseo, como lo hacen los gentiles, que no conocen a Dios”. La santificación y honra del cuerpo es guardarlo puro y casto; así, la castidad es la santidad de la carne y la honra del hombre[2].

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         La razón por la cual los siervos de Dios que están en gracia, se han de esmerar hasta en lo más mínimo en la pureza corporal, sin hacer aun los más mínimos pecados en esta materia, la da el mismo Apóstol, que es el convertirse, por la gracia recibida, en templos del Espíritu Santo. Escribiendo a los ciudadanos de Corinto, dice: “¿No sabéis cómo vuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo que habita dentro de nosotros?” (1 Cor 3, 17). Y otra vez repite: “No sabéis que sois templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, el mismo Dios le destruirá” (6, 19). Pidamos la gracia de comprender y valorar el don inestimable que significa el ser nuestros cuerpos templos del Espíritu Santo por la gracia, para que no solo no lo profanemos, sino para que lo conservemos, con el alma, puro y sin mancha hasta el encuentro definitivo con el Señor Jesús.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 563.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 564.

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