martes, 8 de noviembre de 2022

Hora Santa en reparación por comunión sacrílega de políticos en Santa Misa de Luján, Buenos Aires 060922

 



Inicio: los políticos, del signo que sean, deben tener bien en claro que “con Dios no se juega” y que “de Dios nadie se burla”. Deben aprenderlo por las buenas, de lo contrario, lo aprenderán por las malas, en la eternidad. Y los religiosos que se prestan a los juegos impíos de los políticos sin Dios, también deben aprender lo mismo, por el bien de sus almas. Para mayores detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

https://tn.com.ar/politica/2022/09/11/misa-k-en-lujan-la-bronca-de-la-iglesia-con-el-kirchnerismo-por-su-uso-politico/

Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

En la Eucaristía, el hombre obtiene las fuerzas más que necesarias para sobrellevar todo tormento, todo dolor, toda persecución a causa del Nombre Tres veces Santo de Cristo Dios[1]. Testimonio de esto son los mártires, desde San Esteban protomártir, hasta los Santos Mártires Españoles, asesinados todos por odio a la fe en Cristo como Dios Encarnado y Presente en Persona en la Eucaristía.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Solo para tomar algunos de los ejemplos más recientes, hace años en la China comunista, algunas Hermanas fueron detenidas y puestas junto con otros prisioneros, con la prohibición hasta de rezar. Los guardias vigilaban sus gestos, la posición del cuerpo, la expresión de la cara y los movimientos de los labios, para castigar duramente cualquier infracción. Las Hermanas solo deseaban una cosa: la Sagrada Eucaristía. Y Dios escuchó sus plegarias: una anciana se ofreció al Obispo para llevarles secretamente las hostias consagradas, envueltas en un pañuelo; se presentó ante los guardias como si estuviera alterada, profiriendo injurias contra las Hermanas y en un momento apropiado pasó el pañuelo con las Hostias consagradas a una de las Hermanas, dejando la prisión y prometiendo que volvería a… ¡insultarlas![2]

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

La Sagrada Eucaristía no es solamente alimento del alma, sino también del cuerpo y esto lo prueban los innumerables santos que a lo largo de la historia de la Iglesia han vivido alimentándose solamente de la Eucaristía. Y además de ser alivio para el alma, en las ocasiones en las que Dios decide, la Eucaristía es alivio de los sufrimientos del cuerpo, tal como les sucedía a santos como Santa Liduvina, Santa Teresa y la Venerable Alejandrina María da Costa, quienes experimentaban alivio completo de sus dolores corporales, mientras duraban las especies eucarísticas por la comunión[3].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Para los santos, la salud del alma, concedida por la Eucaristía, es más importante que la salud del cuerpo. Un ejemplo de esto es Santo Domingo Savio: cuando fue enviado a casa por estar gravemente enfermo, el médico del pueblo les dio buenas esperanzas de curación, pero el santo joven llamó a su padre y le dijo: “Padre, estaría bien consultar con el Médico Celeste. Yo quiero confesarme y recibir la Comunión”[4]. A Santo Domingo Savio le importaba más la salud del alma, antes que la del cuerpo y por eso pedía la Confesión Sacramental y la Comunión Eucarística.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Según se narra en la biografía de San Antonio María Claret, cuando su salud comenzó a desmejorar severamente, llamaron a los médicos para que trataran de mejorar su pronóstico; el santo, una vez enterado de la gravedad del mal, dijo a los suyos: “Me doy cuenta, pero pensemos primero en el alma, después en el cuerpo” y quiso recibir inmediatamente los Sacramentos, para luego hacer pasar a los médicos, diciéndoles: “Ahora, haced lo que queráis”[5]. Primero el alma, después el cuerpo, eso es lo que nos enseñan los santos; por lo tanto, debemos darnos cuenta de que si no llamamos a tiempo al sacerdote, ponemos en peligro la salvación eterna del moribundo y lo privamos del apoyo y consuelo mayor que se puede tener en el momento más importante en la vida de un ser humano, como lo es el paso de esta vida a la otra.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Estéfano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 76.

[2] Cfr. ibidem, 76.

[3] Cfr. ibidem, 77.

[4] Cfr. ibidem, 77.

[5] Cfr. ibidem, 77.

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