viernes, 4 de noviembre de 2022

Hora Santa en reparación por celebración sacrílega de la Santa Misa por parte de sacerdote en Rávena, Italia 011122

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación sacrílega de la Santa Misa, cometida por un sacerdote al celebrar la misma subido a unos zancos, como si se tratara de un espectáculo circense. Para mayores detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

https://religionlavozlibre.blogspot.com/2022/11/sacerdote-en-zancos-celebra-misa.html

Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Afirma un autor que, estando el alma en gracia, no debe nunca “abrir la puerta al pecado mortal”[1]. Y otros grandes santos afirman que el pecado mortal es la desgracia más grande que pueda sucederle a una persona en esta tierra, comparada con la cual, la mayor desgracia de este mundo es literalmente nada.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

San Ignacio de Loyola, en las meditaciones de sus Ejercicios Espirituales, relata tres casos de pecados mortales, que significaron pérdidas irreparables para sus autores: el pecado mortal de soberbia del Ángel caído, que le valió el ser expulsado para siempre del Reino de los cielos, pecado por el cual arderá por la eternidad en el Infierno; el pecado mortal también de soberbia de Adán y Eva, que les significó la pérdida de la gracia santificante y la expulsión del Paraíso, no solo para ellos sino para todos nosotros, sus descendientes; finalmente, el pecado mortal de un hombre anónimo, que muere sin arrepentirse y sin confesarse del mismo, lo cual le vale la eterna condenación en el lago de fuego que es el Infierno.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Advierte un autor que toda precaución, en relación al pecado mortal, no es exagerada, porque si se abre la puerta para admitir con advertencia un pecado venial, se llenará el alma de ellos y así se pide aquí con más razón que no tenga manchas, que no cometa, al menos conscientemente, ningún pecado venial, para que no caiga en nada más[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Esto se significa en lo que sucedió a los israelitas en el desierto, cuando habiendo fabricado solo un dios falso, exclamaron: “Estos son tus dioses, Israel” (Éx 3). Lo cual, considerando San Juan Crisóstomo, dice: “Un becerro solo fue fabricado y aclama el pueblo desagradecido: “Estos son tus dioses. Estos dioses dice, mirando a uno: ¿por qué dice “estos dioses”? Para mostrar que no solo adora al que ve, sino que también anuncia la multitud de dioses que tendrá”, porque adorando a uno, adoraría luego a muchos otros falsos dioses. Análogamente, si nuestro corazón se tuerce, inclinándose a la creatura, se inclinará luego a muchas otras y faltando el respeto a Dios en una cosa, no se detendrá en esa sola, sino que añadirá “pecados a pecados”, como dice el Sabio (Ecl 3)[3].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Comentando este pasaje un monje, llamado Fausto, declara lo siguiente: “¿En qué consiste esto de “añadir más al pecar”? En que, si me empezare a combatir la pasión de cualquiera murmuración, si no tuviere luego dolor de este vicio, mañana me vendrá tanta facultad o fuerza para cometerla, que no me podré apartar ni contenerme y así no podré enmendarme. ¿Comencé a consentir en la soberbia? ¿Quebranté la regla? Si no me pesa luego, la violencia de la costumbre me arrebatará de un día en otro a hacerlo de muy buena gana y el ímpetu de la pasión hará que aun no entienda haber faltado ni que sienta que he pecado, porque oscurece y hunde al entendimiento y sentido de la falta, la continuidad de faltar”[4]. Esta es la razón por la cual debemos siempre pedir la gracia de morir antes de cometer un pecado mortal o venial deliberado.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Te vengo a pedir, oh Madre de Dios”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 555.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 555.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 555.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 556.

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