lunes, 10 de febrero de 2025

Hora Santa en reparación por blasfemia LGBT contra Nuestra Señora de Guadalupe en Universidad de EE. UU. 040225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la blasfemia proferida contra Nuestra Señora de Guadalupe por parte de un grupo perteneciente a la ideología LGBT. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=CP-9GPuQ4qY&t=27s

Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Aun en sus aspectos menos nobles, la gracia santificante que nos otorgan los Sacramentos de la Iglesia Católica, son infinitamente superiores a todos los bienes de la naturaleza, por grandes que estos sean[1]. Esto quiere decir que cualquier bien terreno, principalmente aquellos a los que los hombres confieren más valor, al punto de dar la vida por los mismos -por ejemplo, el oro, la plata, las piedras preciosas, el petróleo, etc.-, queda reducido a la nada, cuando se lo compara con el más mínimo grado de gracia y esto, independientemente de cuál sea la cantidad de estos bienes. Por ejemplo, podríamos decir que si se encontrara toda una galaxia cuyos planetas están compuestos por oro puro, toda esta galaxia, comparada con el más mínimo grado de la gracia santificante obtenida por el Santo Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo, es igual a nada.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Al respecto, enseña Santo Tomás que es cosa más notable conseguir que el pecador vuelva a la gracia que crear el cielo y la tierra, porque la creación termina en creaturas contingentes, mientras que la gracia nos introduce a participar de la naturaleza inmutable y eterna de Dios Trino. Cuando Dios comunica su gracia a los hombres, los adopta en su seno como hijos suyos, haciéndolos partícipes de su vida eterna trinitaria y esto es infinitamente superior a la creación del hombre.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

La gracia es un bien sobrenatural y como tal, es un bien que ninguna naturaleza creada lo puede poseer por sí misma ni exigirlo, debido a que le pertenece a la naturaleza divina, es decir, procede de Dios y no de las creaturas. Tanto es así, que los teólogos establecen que Dios, a pesar de su omnipotencia, es incapaz de crear un ser al que corresponda la gracia por su misma naturaleza; afirman que, si una tal creatura se diera en efecto, no se distinguiría de Dios[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

A todo esto hay que agregar lo que la Iglesia ha afirmado desde siempre y es que ningún hombre, ninguna creatura -ningún ángel-, lleva en sí el germen de la gracia[3]: afirmar lo contrario, sería caer en el gravísimo error de los modernistas al estilo de Karl Rahner, que tanto daño han causado y causan a la Santa Iglesia Católica y a las almas, puesto que con esta afirmación, vuelven por completo inútil, entre otras cosas, la necesidad de los Sacramentos, de la Misión a los pueblos paganos, de la conversión eucarística, llevando a las a la perdición eterna, al privarlos de los Santos Sacramentos y al detener o desvirtuar la acción misionera de la Iglesia.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Para darnos una idea de la infinita superioridad de la gracia sobre la naturaleza, sea humana o angélica, podemos tomar el ejemplo de San Agustín, quien afirmaba que la naturaleza se refiere a la gracia como la materia inanimada al principio de vida: la materia, como muerta que es en sí misma, no puede darse la vida, debe recibirla de otro cuerpo viviente. Del mismo modo, la creatura racional de suyo no posee la gracia, ni la puede adquirir por su actividad ni por sus méritos: solo Dios, en su bondad, puede otorgársela, haciendo gala de su poder, envolviendo la naturaleza en su virtud divina.

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne, en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 




[1] Cfr. Matías José ScheebenLas maravillas de la gracia divina, Ediciones Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 17.

[2] Cfr. Scheeben, ibidem.

[3] Cfr. Scheeben, ibidem.