domingo, 18 de febrero de 2018

Hora Santa en reparación por misa profanada con carnaval y cura travestido en Alemania 160218



         
Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en reparación por la profanación de una Misa en Alemania, profanación que consistió en la celebración (sic) de un espectáculo carnavalesco no solo en el interior de la Iglesia –lo cual es ya una profanación del templo-, sino dentro de la celebración de la Santa Misa. Si cabe, un agravante más: el sacerdote, travestido de mujer. El increíble ultraje a la Santa Misa puede encontrarse en los siguientes enlaces:



         Canto inicial: “Cristianos, venid; cristianos llegad”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.



         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         La Santa Misa es un misterio sobrenatural, es decir, es una realidad celestial que, por ser celestial, sobrepasa infinitamente la capacidad de la inteligencia, sea angélica o humana. Es un misterio divino, cuyo centro es la Persona divina de Jesús de Nazareth, el Hombre-Dios. Puesto que Cristo es Dios, Él es “su misma eternidad”, como dice Santo Tomás de Aquino y es la razón por la cual la misa es un misterio de eternidad, que se despliega en el tiempo, ante nuestros ojos, sobre el altar eucarístico. Por la Misa, el Hombre-Dios Jesucristo, que en cuanto Dios es Eterno y en cuanto Hombre es nacido en el tiempo en el seno virgen de María, se hace Presente como Sacerdote, como Altar y como Víctima. Cristo es Sacerdote Sumo y Eterno porque es Él quien, a través del sacerdocio ministerial, en el momento en que este pronuncia las palabras de la consagración del pan y del vino, les concede el poder divino que obran el milagro de la Transubstanciación, esto es, la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Jesús es Víctima porque, por la Encarnación, adquiere una naturaleza humana la cual, santificada al contacto con su divinidad, en el momento mismo de la Encarnación, será ofrecida por Él en el altar de la cruz y por la Iglesia Santa, cada vez, en cada Santa Misa, renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz. Cristo es Altar, porque es en Él, Ara Santa, en donde se realiza la consumación perfectísima del Sacrificio de la Nueva Ley, la ofrenda del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del Cordero de Dios, a la Trinidad, por nuestra salvación.

         Silencio para meditar.

         Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         En Semana Santa, la Iglesia recuerda a Nuestro Señor en su Pasión: la Última Cena, la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio ministerial, la traición de Judas, la oración en el Huerto de los Olivos, el apresamiento, el juicio inicuo, su condena a muerte, su flagelación, el Via Crucis, su Muerte en Cruz. La Semana Santa es el momento propicio, por lo tanto, para recordar a Nuestro Señor en su Pasión de Amor por todos y cada uno de nosotros. Sin embargo y aunque no se limite a un recuerdo piadoso, porque es en cierta manera una participación de la Iglesia en la Pasión del Señor es, en su esencia, un recuerdo de su Pasión. Hay un lugar y un momento en donde el cristiano, como miembro vivo del Cuerpo Místico del Hombre-Dios Jesucristo, puede unirse, de manera tal, a la Pasión de Jesús, que mucho más que recordarla, puede vivirla y este lugar y momento es la Santa Misa. La Santa Misa es mucho más que recordar la Pasión: es el modo de unirnos a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. La razón por la cual en la Santa Misa podemos unirnos a la Pasión es que la Santa Misa es el mismo y único Santo Sacrificio de la Cruz, el mismo y único Sacrifico del Señor Jesús realizado en el Monte Calvario, el Viernes Santo, hace dos mil años. Asistir a la Santa Misa es como estar presentes en el momento mismo de la crucifixión del Señor. En la Santa Misa se contiene la Pasión de Jesucristo, porque a través del misterio de la liturgia eucarística, sobre el altar eucarístico, delante de nuestros ojos –aunque invisible a los ojos y sentidos corporales- se desarrolla el drama de la Pasión, porque se actualiza y se hace presente la ofrenda que el Rey de reyes y Señor de señores, Cristo Jesús, hizo de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el Calvario, el Viernes Santo. Por medio de la Santa Misa podemos, más que simplemente recordar la Pasión, unirnos a la Pasión salvadora de Nuestro Señor Jesucristo.


"Solo a Dios adorarás" (Deut 6, 13; Mt 4, 10). No adorarás al Demonio y mucho menos en el templo del Único y Verdadero Dios, Jesucristo.


Silencio para meditar.

         Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

La Misa es un misterio y esto quiere decir que se trata de algo desconocido para nosotros, que se encuentra oculto e invisible para los ojos del cuerpo y los sentidos corporales. Es un misterio sobrenatural, que consiste en que el Señor Jesús está Presente en Persona, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en la Eucaristía, así como estuvo Presente en Persona con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en el Viernes Santo, en el Monte Calvario. La Misa es un misterio, pero no de este mundo, porque no se puede comparar a nada de este mundo. En el mundo terreno hay muchas cosas misteriosas –desconocidas- para nosotros, pero que pueden ser alcanzadas por la razón y explicadas por esta, una vez que son conocidos, por los sentidos. Por ejemplo, una isla oculta en un lugar perdido del mar: eso es un misterio –algo desconocido- para nosotros, pero en cuanto esa isla se descubre, deja de ser un misterio, porque una isla pertenece a nuestra vida natural y puede ser comprendida por nuestra razón. No sucede así con la Santa Misa, porque aun después de ser percibida por los sentidos en sus elementos externos –el altar, el pan, el vino, el sacerdote, las palabras de la consagración-, continúa siendo un misterio, algo desconocido, para nuestra razón, porque es un misterio que no pertenece al orden natural, al mundo terreno, sino que es un misterio que se origina en el seno mismo de Dios Uno y Trino. Por eso se le llama misterio sobrenatural, porque no pertenece a la naturaleza creada, como por ejemplo, la unión del cuerpo con el alma o la existencia de los relámpagos. Es el misterio de una Presencia que no depende de nuestra imaginación, ni de nuestra fe, porque se trata de la Presencia real, viva, gloriosa, de Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. En la Misa, Jesús está realmente, sobre el altar, en la Eucaristía y no simplemente en nuestro pensamiento o imaginación. De hecho, en la Misa puede haber muchos ateos, que no creen en la existencia de Cristo Dios, pero eso no hace que Jesús deje de estar Presente con su Cuerpo y su Sangre, más allá de que los que participan de la Misa crean en Él o no. Por este motivo la Misa no se puede entender -y mucho menos vivir- con la sola razón humana siendo absolutamente necesario que los ojos del alma estén iluminados con la luz de la fe, pero no de cualquier fe, sino la Fe de la Iglesia Católica, la misma fe de hace más de dos mil años.

Silencio para meditar.

         Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Tercer Misterio del Santo Rosario.


         Meditación.
La Misa es un sacrificio, un sacrificio perfectísimo y santo, con el cual los hombres podemos adorar a Dios, pedirle perdón por nuestros pecados, darle gracias e impetrar favores y todo esto porque se trata del sacrificio del Hombre-Dios Jesucristo. Este sacrificio es de valor infinito porque es el sacrificio de la cruz, el sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza. En la Misa se verifica lo mismo que en la cruz, en el Calvario, el Viernes Santo: la inmolación de Cristo, que es la separación del Cuerpo de la Sangre. Esta separación sacrificial del Cuerpo de la Sangre de Cristo, verificada en la Cruz del Calvario, está significada por la doble consagración por separado de las ofrendas del pan y del vino. En la Última Cena –la Primera Misa- Nuestro Señor Jesucristo determinó que se consagraran, por separado, el pan y el vino, para que así se significara la separación que se verifica en la cruz, del Cuerpo y la Sangre del Señor. Por medio de las palabras de la consagración, pronunciadas distintamente sobre el pan y el vino, el Verbo del Padre obra, con su virtud divina, a través de la débil voz del sacerdote, para que las substancias del pan y del vino se conviertan en las substancias del Cuerpo y la Sangre del Cordero de Dios. Por esta acción real del Verbo de Dios, que le da la fuerza de la omnipotencia divina a las palabras pronunciadas por el sacerdote ministerial, se encuentran sobre el altar, delante de nuestros ojos, el mismo Cuerpo del Cordero, ofrecido en la cruz el Viernes Santo, y la misma Sangre del Hijo de Dios, derramada desde la cruz sobre la tierra del Calvario. Solo que ahora el Cuerpo se entrega en la Eucaristía y la Sangre se derrama sobre el Cáliz.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Por ser un misterio sobrenatural, que sobrepasa nuestra capacidad de razonamiento –no significa que sea irracional, sino supra-racional-, en la Santa Misa hay una realidad espiritual, celestial, invisible, imposible de ser captada por los sentidos corporales. Se trata de una presencia invisible, la Presencia de Jesús en la cruz. Siendo el mismo y único sacrificio del Calvario, sobre el altar eucarístico desciende, mística y misteriosamente, desde los cielos eternos, el Señor Jesucristo, Dios Eterno, el Sumo Pontífice de la Nueva Alianza, que es al mismo tiempo la Víctima perfectísima y definitiva y el Ara Santa de la Alianza Nueva y Eterna, que abroga los sacrificios de la Antigua Ley. En la Santa Misa, Jesús está Presente en el altar, no al modo en que lo puede estar en una imagen, ni tampoco está en nuestra mente, corazón o imaginación: está de modo real, personal, aunque incruento y sacramental, pero no por eso, menos real y personal. De modo invisible, en la Santa Misa se lleva actualiza, por la liturgia eucarística, el santo sacrificio de la cruz y por esta razón, aunque no lo veamos con los ojos del cuerpo, sí podemos ver, con los ojos del alma iluminados por la Santa Fe de la Iglesia Católica, al Cordero de Dios que, sobre el altar eucarístico, ofrece para nuestra salvación su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad, y la plenitud del Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico, envuelto en las llamas del Divino Amor e inflamado en el Fuego del Espíritu Santo para que, recibiendo en estado de gracia su Sagrado Corazón Eucarístico, nuestras pobres almas se incendien en el Fuego del Amor de Dios.

Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las indulgencias del Santo Rosario.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Junto a la Cruz de su Hijo”.


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