miércoles, 14 de febrero de 2018

Hora Santa en reparación por ultraje a la Santa Cruz en Alicante, España 290118



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje cometido contra la Santa Cruz de Jesús en Callosa de Segura, España. La información acerca de tan lamentable hecho se puede encontrar en el siguiente enlace:
https://www.actuall.com/democracia/el-ayuntamiento-derriba-la-cruz-de-callosa-con-trampas-con-mentiras-y-de-noche/

La acción fue llevada a cabo en el marco de la aplicación de una ley llamada “Ley de Memoria Histórica”, una ley parcializada e ideologizada, al servicio del más acérrimo sectarismo laicista anti-cristiano. Oramos por nuestra conversión y la de nuestros enemigos, pues todo enemigo de Dios y de la Patria es nuestro enemigo personal.        
 
         Canto inicial: “Cristianos, venid; cristianos llegad”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Jesús fue crucificado en la plenitud de los tiempos, por nuestra salvación y prolonga y actualiza su crucifixión en cada Santa Misa, pero también revivirá su crucifixión, esta vez en su Cuerpo Místico, en la Iglesia, a medida que el tiempo finalice y la historia de la humanidad se acerque a su cumplimiento, en la Segunda Venida gloriosa del Hijo de Dios. El Cuerpo Místico de Jesús, formado por los bautizados en la Iglesia Católica, no solo revivirá su Pasión, sino que participará de la misma. Esto sucederá en virtud de la unión por la gracia santificante recibida en el Bautismo y es lo que explica que el bautizado esté llamado a ser corredentor, sin importar la distancia cronológica que lo separe del Sacrificio del Calvario del Viernes Santo. Así como Jesús fue azotado, así su Iglesia será azotada a través de la corrupción e infestación moral. Así como las espinas fueron colocadas sobre su Cabeza, así también volverán a ser colocadas sobre los miembros de la Iglesia. Así como las manos de Jesús fueron clavadas al madero, así también las manos de sus Siervos consagrados serán clavadas al madero, en la unión mística con el Salvador en la cruz. Así como los pies de Jesús atravesaron los pies de Jesús, provocándole agudísimos dolores y haciendo brotar abundante Sangre, así los verdaderos discípulos del Señor seguirán las huellas del Cordero, hasta el Calvario. Así como Jesús desapareció de la vista de todos, al ser sepultado luego de su Muerte, así también la Iglesia, en la suprema persecución al fin de los tiempos, dejará de celebrar públicamente el Santo Sacrificio del Altar, a causa de esta persecución, con lo que el Cuerpo Sacramentado del Señor ya no estará en los sagrarios y tabernáculos del mundo. Pero de igual manera a como el Señor Jesús resucitó, por su propio poder, al tercer día, lleno de gloria y majestad, así también la Iglesia, luego de la Última Persecución, resurgirá vencedora sobre los enemigos de Dios y de los hombres, porque habrá triunfado gracias al poder del Espíritu Santo y a la intercesión del Inmaculado Corazón de María, dando cumplimiento pleno a las palabras de Jesús: “Las puertas del Infierno no prevalecerán sobre mi Iglesia”. Solo quien persevere hasta el fin, en el seguimiento de Jesús, recibirá la gracia del martirio y del testimonio de la divinidad de Cristo hasta dar la vida.

Silencio para meditar.

         Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         La Santa Cruz de Jesús, que se eleva sobre el Calvario el Viernes Santo y cada vez, en el Altar Eucarístico, en la Santa Misa, renovación incruenta y sacramental del Sacrificio de la Cruz, es el Único y Verdadero Árbol de la Vida. No hay otro “árbol de la vida” que no sea la Santa Cruz de Jesús. Es el Árbol de la Vida, porque solo la Cruz nos da la Vida, no la vida humana, terrena, temporal, que poseemos en nuestra existencia terrena y como seres humanos, sino la vida divina, eterna, absolutamente sobrenatural, la vida de la Santísima Trinidad, la Vida que vivimos por participación por la gracia, la Vida que nos convierte en hijos adoptivos de Dios, en hijos de la luz, en hijos de Dios, que es Luz eterna. En la Cruz, Cristo Jesús vence al Demonio, al Pecado y a la Muerte, y por eso, para el cristiano, la Cruz es su gloria, su descanso, su paz, su alegría, su vida y todo su ser. Sin la Cruz gloriosa de Jesús, los hombres estaríamos verdaderamente perdidos, sometidos a la tiranía y crueldad de los tres grandes enemigos de la humanidad –el Demonio, el Pecado y la Muerte-, pero por la Cruz, Jesús derrota para siempre al Demonio, destruye el Pecado con la fuerza de su Gracia, y vence a la Muerte para siempre, concediéndonos su Vida divina.

Silencio para meditar.

         Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         La Cruz es un Árbol y, al igual que todo árbol, posee un fruto. Sin embargo, el fruto de este Árbol celestial que es la Cruz, es un fruto que no se consigue en ningún árbol de la tierra, porque precisamente, la Cruz, hecha de madera, no es un árbol terreno, sino un árbol celestial. El fruto del Árbol de la Cruz es un fruto exquisito, un fruto dulcísimo, de sabor inigualable; es un fruto que no se puede comparar con ninguno de los manjares de la tierra, porque los supera en exquisitez y dulzura, mucho más que el cielo está separado de la tierra. Este fruto del Árbol de la Vida, que es la Cruz, es el Sagrado Corazón de Jesús, el Corazón del Hombre-Dios Jesucristo, que está en la cima del Calvario, disponible para todos los hombres que de Él quieran disfrutar. Si el fruto del árbol del Paraíso, el árbol del Bien y del Mal, estaba prohibido para los hombres, este otro fruto, en cambio, el fruto exquisito del Árbol de la Vida, la Santa Cruz de Jesús, está disponible para todos los hombres. Para poder consumir este fruto, es necesario solo una cosa: seguir al Cordero cargando la propia cruz, y subir a la cruz junto con el Cordero. Quien esto hace, tiene a su alcance el suavísimo y dulcísimo fruto del Árbol de la Cruz, el Sagrado Corazón de Jesús.

Silencio para meditar.

         Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         En la Cruz, Jesús parece vencido: a los ojos del cuerpo, aparece como un hombre derrotado por sus enemigos, golpeado, ultrajado, condenado a muerte en un juicio inicuo, falso, mentiroso. Aparece extremadamente débil, con sus fuerzas humanas colapsadas, con su Cuerpo cruelmente flagelado. Jesús muere en la Cruz agobiado por el dolor, vencido por la malicia de los hombres, cansado de la cobardía y el silencio de los buenos, porque con la sola excepción de su Madre amantísima y de San Juan Evangelista, que permanecen al pie de la Cruz, todos, absolutamente todos sus amigos –Él los había llamado así en la Última Cena-, todos sus Apóstoles, todos sus amigos, todos los que recibieron milagros de Él, todos, lo han abandonado. Hasta su Padre del cielo parece –solo parece, porque no lo ha abandonado- haberlo abandonado, y tanto es el dolor de Jesús, que poco antes de morir, pregunta dulcemente a su Padre -aunque sin un dejo de reproche ni de reclamo, sino con el conocimiento de que la no-intervención en este momento de la Cruz, forma parte del plan divino de salvación-: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”-. Pero en la Santa Cruz de Jesús, las cosas no son como las mira el mundo; las cosas no son como las mira el hombre, solo superficialmente: en la Santa Cruz, aunque aparece humanamente vencido y derrotado, Cristo Dios vence, con un triunfo rotundo, total, absoluto, definitivo, para siempre, a los tres grandes enemigos de la humanidad, el Demonio, la Muerte y el Pecado. En la Cruz, Jesús parece vencido, pero solo parece, porque en realidad, Jesús triunfa en la Cruz. Por eso los cristianos, postrados ante la Cruz, exclamamos, con fe, con amor, y desde lo más profundo de nuestro ser: “Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz, redimiste al mundo”.

Silencio para meditar.

         Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Cuando se contempla la luz con la sola capacidad de la razón humana y con solamente los ojos corporales y no con la visión que nos proporciona la luz de la Fe, la Cruz se nos presenta como un fracaso absoluto: quien muere crucificado, muere solo –acompañado únicamente por su Madre, María Santísima y por el más joven y débil de sus discípulos, Juan Evangelista- y luego de haber sufrido y padecido desde el más inicuo de los juicios –acusaciones falsas y testigos falsos-, hasta la más cruel de las torturas –prisión, golpes, encarcelamiento, flagelos, ausencia de comida y bebida, obligado a llevar su propia Cruz hasta el patíbulo-, absolutamente inhumanas y carentes de la más mínima compasión. Aquel que muere en la Cruz, había afirmado ser el Hijo de Dios vivo: había revelado que Dios era Uno y Trino, y que Él era Dios Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad, y ahora moría en la Cruz, sin ser asistido –en apariencia- por su Padre Dios y por Dios Espíritu Santo. Aquel que muerte en la Cruz había afirmado que su Iglesia jamás habría de ser vencida por las fuerzas del Infierno: “Las puertas del Infierno no prevalecerán sobre mi Iglesia”  , y sin embargo, el Demonio parece cantar triunfo al aparecer Jesucristo vencido en la Cruz. Sin embargo, esta visión es racionalista y carente de verdadera Fe católica: Aquel que muere en la Cruz es, efectivamente, Dios Hijo encarnado, el Verbo de Dios, que por medio de la Cruz vence a los tres grandes enemigos de la humanidad, el Demonio, el Pecado y la Carne, al mismo tiempo que nos deja la Eucaristía, su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, como prenda de vida eterna para nosotros, que somos viadores y caminantes hacia la Patria celestial, para que, alimentándonos de la Eucaristía, seamos capaces de alcanzar la Jerusalén celestial, al final de nuestras vidas terrenas. Cristo vence, Cristo, reina, desde el madero de la Cruz y nosotros adoramos, exaltamos y bendecimos al Cristo Victorioso en la Cruz: “Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz, redimiste al mundo”.

Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las indulgencias del Santo Rosario.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Junto a la Cruz de su Hijo”.

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