domingo, 11 de mayo de 2014

Hora Santa en honor, reparación y desagravio a la Santísima Trinidad, autora de la Santa Misa, por la "misa negra satánica " en Harvard


         Inicio: la Santa Misa es el acto de adoración más grandioso y sublime que podemos los hombres tributar a Dios Uno y Trino. No existe algo más grandioso y majestuoso que la Santa Misa, acto con el cual los seres humanos podamos agradar a Dios. Es el máximo culto de adoración, de acción de gracias, de petición y de satisfacción por nuestros pecados, que los cristianos podemos brindar a Dios. Es por este motivo que, el atentar contra la Santa Misa, con actos sacrílegos y blasfemos como la “misa negra satánica” -programada para el lunes 12 de mayo de 2014 a horas 20.30 (en Boston, EE.UU.), en la Universidad Harvard, por parte de la secta satánica “Templo Satánico”, tal como ha sido publicado por diversos medios de comunicación-, significa atentar contra las bases mismas de la religión católica y contra el fundamento mismo de la Santa Iglesia Católica. Es por este motivo que, como integrantes de la Iglesia Católica, no podemos permanecer de brazos cruzados y es así que ofrecemos esta Hora Santa y el Rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por este gravísimo ultraje público realizado contra lo más sagrado de nuestra Religión Católica. La Santa Misa no es un mero oficio religioso: es la renovación incruenta, sacramental, del Santo Sacrificio del Calvario, de modo que asistir a la Santa Misa es asistir al Santo Sacrificio de la Cruz. Y atentar contra la Santa Misa, es atentar contra el Santo Sacrificio de la Cruz. Queremos agregar que no se trata de un “estado paranoico”, tal como falsamente calificaron a la defensa contra la misa negra satánica los sectarios de la secta Templo Satánico. Lejos de esto, el concepto mismo de “misa negra satánica”, implica en sí mismo, de modo inescindible, la agresión a la Eucaristía; en otras palabras, es impensable un misa negra satánica sin el ultraje explícito y directo -de modos tan execrables que avergüenza la sola mención- a la Eucaristía, que su ausencia haría que se hablara de otra cosa y no de misa negra satánica. Por lo tanto, repudiamos con todas nuestras fuerzas esta horrible agresión contra lo más sagrado de nuestra religión católica, la Santa Misa, por parte de la secta satánica “Templo Satánico”, al tiempo que advertimos a las autoridades universitarias de la Universidad de Harvard que una cosa es “libertad religiosa” y otra cosa muy distinta es la agresión, lisa y llana, contra una religión y una Iglesia, en este caso, la Católica y reclamamos que retiren la autorización equívocamente concedida a tan ultrajante "evento". Por último, puesto que la Santa Misa es obra de las Tres Personas de la Santísima Trinidad, ofrecemos esta Hora Santa en honor a la Santísima Trinidad y en reparación y desagravio por las ofensas y ultrajes que, de realizarse esta misa negra satánica, habrá de recibir la Augustísima y Beatísima Trinidad. También esta Hora Santa es en honor y desagravio a María Santísima, cooperadora indispensable en la realización de la Santa Misa.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor, reparación y desagravio a la Santísima Trinidad, autora de la Santa Misa, por la "misa negra satánica" en Harvard
(Parte 1)

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Meditación

Te adoramos y te bendecimos, Dios Uno y Trino, Tri-Unidad Divina, Trinidad de Personas Divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, iguales en divinidad, en poder, en majestad, en honor; Te adoramos y bendecimos, oh Bienaventurada Trinidad, misterio absoluto sobrenatural, que sobrepasa absolutamente toda capacidad de nuestra razón natural y toda capacidad de la creatura angélica, tan grande es tu inmensa majestad y tu misterio inaudito y celestial; Te alabamos y Te adoramos, oh Santísima y augustísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, Tres Personas Divinas en un solo Dios Verdadero, iguales en naturaleza divina, poseedoras las Tres Personas de un mismo Ser divino Trinitario, distintas realmente una Persona de la otra, y todas son iguales en majestad, honor, poder, divinidad, y gloria celestial. Te adoramos, te bendecimos y te glorificamos, oh beatísima y augustísima Trinidad, porque tu existencia es para nosotros un misterio de fe absoluto, imposible absolutamente de conocer, si no nos hubiera sido revelado desde lo alto[1], porque la intimidad de tu Ser como Trinidad Santa es un misterio completamente inaccesible a la sola razón humana y si lo conocemos, es porque tu Sabiduría y tu Bondad infinitas, manifestadas en la Encarnación de Dios Hijo y en el envío del Espíritu Santo, nos lo han revelado; de otra manera, habría sido imposible conocer tu existencia como Dios Uno y Trino. Por este misterio de tu existencia y de tu revelación en el Hombre-Dios Jesucristo, que nos envió el Espíritu Santo, el Amor Divino en Pentecostés, para que inflamara nuestros corazones y los incendiara con las llamas del Fuego de tu Amor Santo, llamas que arden y envuelven al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, te adoramos, te bendecimos, te glorificamos, te damos gracias, y te ofrecemos, por medio de las manos y del Inmaculado Corazón de María, el don más preciado que tenemos en el cielo y en la tierra, la Divina Eucaristía. Amén.

         Silencio para meditar.

         Te adoramos, oh Dios Padre, Principio sin Principio de la Augustísima Trinidad, Primera Persona de la Santísima y Beatísima Trinidad. Padre, Tú pronuncias eternamente la Palabra y esta Palabra eternamente pronunciada por Ti es el Verbo, tu Hijo, y es tan perfecta que pone en tu interior a otra Persona, tu Hijo, la Palabra, en la que te revelas y te comunicas a ella[2]; Padre, Tú amas a esta Persona, el Verbo, tu Hijo, con amor substancial, el Espíritu Santo, que es el mismo amor con el que nos amas a nosotros cuando estamos en gracia[3]. Tu amor por nosotros llega al extremo de depositar en nuestras almas tu propio Espíritu, al tiempo que por medio de tu Hijo, llegamos a conocerte[4]. Padre, Tú nos creaste, hemos salido de tus amorosas manos creadoras, pero no te contentas con nuestra creación: quieres que te conozcamos y te amemos, como te conoce tu Hijo, el Verbo, la Palabra eternamente pronunciada por Ti, y quieres que te amemos como te ama el Espíritu Santo, la Persona-Amor de la Santísima Trinidad, y para ello nos das a tu Hijo en la Eucaristía y tu Hijo en la Eucaristía nos sopla el Espíritu Santo, que enciende nuestros corazones en el Amor Divino, y así podemos conocerte y amarte, oh Padre Eterno, como te conoce Jesús y como te ama el Espíritu Santo. Tú has enviado a tu Hijo, la Palabra eternamente pronunciada por Ti, oh Padre, para que nosotros, míseras creaturas, fuéramos capaces, por medio de la comunión eucarística, de glorificarte con honor infinito y por esto te adoramos, te bendecimos, te glorificamos, te damos gracias, y te ofrecemos, por medio de las manos y del Inmaculado Corazón de María, el don más preciado que tenemos en el cielo y en la tierra, la Divina Eucaristía. Amén.

         Silencio para meditar.

         Te adoramos, oh Dios Hijo, Verbo de Dios humanado, Palabra eternamente pronunciada, Hombre-Dios, Dios Hijo hecho hombre sin dejar de ser Dios, para que los hombres nos hiciéramos Dios por participación. Oh Dios, Jesucristo, desde el primer instante de tu Encarnación, te encontrabas en estado de glorificación y, por lo tanto, en la más perfecta santidad[5], porque Tú eres Dios Hijo encarnado. Oh Verbo de Dios encarnado, Tú poseías, desde el primer instante de tu Encarnación, la plenitud de la gloria que el Padre te había comunicado desde la eternidad y sin embargo, por un milagro de tu incomprensible e inabarcable amor eterno por nosotros, renunciaste libremente a la manifestación visible de la gloria de tu Sacratísimo y Purísimo Cuerpo, de manera de hacer posible tu Pasión[6]; en efecto, si no hubieras renunciado a la gloria que te correspondía por tu condición de Hijo de Dios, tu Cuerpo glorificado, tal como se manifestó por breves instantes en el Tabor y tal como se manifestó luego en la Resurrección, no habrías podido sufrir la Pasión y así no podrías haber demostrado cómo el infinito y eterno Amor que te consumía desde la eternidad y el cual estabas ansioso por derramarlo sobre nuestras almas desde tu Corazón, llegaba hasta el extremo de la locura de la Cruz; era necesario que tu Corazón fuera traspasado por la lanza en la Cruz, para que las llamas del Amor eterno que te abrasaban con ardor, pudieran salir con el Agua y la Sangre, pero para eso, debías renunciar a la manifestación visible de tu gloria, y es así que renunciaste a la gloria de tu Cuerpo y de esta manera te hiciste capaz de sufrir la Pasión, de sufrir infinitamente por nuestra salvación, para poder abrir las entrañas de tu Misericordia, tu Corazón traspasado y entregar tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma, tu Divinidad, en la Cruz y en la Eucaristía, para donar, junto a Dios Padre, al Espíritu Santo, al Amor Divino, y poder encender nuestras almas en el Fuego Santo del Amor de Dios. Tu Encarnación y todo tu misterio pascual de Muerte y Resurrección, tenía este objetivo, el don del Amor de Dios, cumpliendo así el designio del Padre: que regresáramos a Él uniéndonos por el Espíritu a tu Cuerpo sacramentado. Así, por la comunión eucarística, el Espíritu nos une a tu Cuerpo eucarístico, oh Jesús y por tu Cuerpo glorioso y resucitado en la Eucaristía, oh Jesús, somos llevados al Padre, cumpliéndose de esta manera tu promesa de conducirnos al Padre: “Nadie va al Padre si no por Mí” (Jn 14, 6). Por este misterio del Amor infinito de tu Sagrado Corazón, te adoramos, te bendecimos, te damos gracias, oh Dios Hijo y te ofrecemos, por medio de las manos y del Inmaculado Corazón de María, el don más preciado que tenemos en el cielo y en la tierra, la Divina Eucaristía. Amén.


Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor, reparación y desagravio a la Santísima Trinidad, autora de la Santa Misa, por la "misa negra satánica" en Harvard
(Parte 2)

         Silencio para meditar.

         Te adoramos, oh Dios Espíritu Santo, Persona-Amor de la Santísima Trinidad, Amor Divino espirado recíprocamente por las Personas del Padre y del Hijo[7]; Te adoramos, Amor del Padre y del Hijo, Don de dones, por quien somos adoptados como hijos por Dios, por la vía del Amor, porque no somos hijos de Dios por naturaleza, sino que Dios nos adopta por amor, enviándonos a Ti, Persona del Amor, Espíritu Santo, para que nos adoptes como hijos; te adoramos, oh Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, porque sobrevuelas sobre el altar eucarístico en cada Santa Misa, obrando el prodigio que asombra a cielos y tierra, convirtiendo el pan y el vino en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo; Te adoramos, oh Espíritu Santo, porque así como Elías hizo descender fuego del cielo, fuego que consumió la ofrenda en el altar del holocausto, así también Tú, oh Fuego del Amor Divino, desciendes desde el cielo sobre el altar eucarístico, cada vez que el sacerdote ministerial pronuncia las palabras de la consagración, realizando la transubstanciación y convirtiendo el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, obrando para nosotros el milagro que asombra a cielos y tierra, el Milagro de los milagros, la Eucaristía, el Pan Vivo bajado del cielo, el Pan que es la Carne del Cordero de Dios, un Pan que por fuera parece pan pero que contiene al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que arde en las llamas del Espíritu Santo, el Fuego del Amor de Dios, Fuego que se transmite y se comunica a todo aquel que lo recibe en la comunión eucarística con un corazón contrito y humillado. Por todo esto, oh Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, cuyas ardientes llamas envuelven al Corazón de Jesús, que late al ritmo del Amor de Dios, oh Persona-Amor de la Santísima Trinidad, te adoramos, te bendecimos, te glorificamos, te damos gracias, y te ofrecemos, por medio de las manos y del Inmaculado Corazón de María, el don más preciado que tenemos en el cielo y en la tierra, la Divina Eucaristía. Amén.

         Silencio para meditar.

         Te adoramos, oh Santísima Trinidad, Dios Uno y Trino, porque en tu infinita Sabiduría y en tu Amor Eterno, creaste para Ti una creatura, la más Pura y Hermosa que jamás hayan contemplado cielos y tierra, la Virgen María, para que sirviera de Tabernáculo Viviente, de Sagrario Purísimo y de Custodia Bellísima para que el Verbo de Dios pudiera encarnarse y venir a esta tierra, a este valle de lágrimas y al venir, fuera recibido por un Amor Santo y Puro, el mismo Amor Santo y Puro en el que vivía en el seno del Padre Eterno en los cielos, porque la Virgen, por un prodigio admirable, era al mismo tiempo Virgen y Madre y estaba inhabitada por el Espíritu Santo, el Amor Divino, de modo que el Verbo de Dios, al encarnarse, no extrañó  en ningún momento al Amor con el que el Padre lo amaba desde la eternidad, porque la Virgen Madre estaba inhabitada por el Amor Divino, gracias a que Ella, por los méritos de la Pasión de su Hijo, había sido creada sin mancha alguna del pecado original y había sido concebida, además de Inmaculada Concepción, como la Llena de Gracia. Por eso la Virgen, es la Roca cristalina, el Diamante celestial, que se mantuvo Virgen antes, durante y después del parto virginal y milagroso, comportándose como el cristal cuando lo atraviesa un rayo de sol: así como el cristal permanece intacto antes, durante y después de ser atravesado por el rayo de sol, así la Virgen permaneció y permanece Virgen, por toda la eternidad, antes, durante y después del parto virginal y milagroso del Hijo de Dios. La Virgen es como un Diamante celestial porque, al igual que una roca cristalina, que atrapa la luz para luego irradiarla, sin sufrir ella detrimento alguno en su integridad, así la Virgen, recibió en su seno virginal a la Luz Eterna, Cristo Jesús, el Verbo Eterno del Padre, lo retuvo durante nueve meses, y luego lo dio al mundo como Pan de Vida eterna, para la salvación de los hombres. Y como la Virgen es modelo de la Iglesia, este prodigio se renueva, actualiza y prolonga en cada Santa Misa, cuando el sacerdote ministerial, pronunciando las palabras de la consagración, atrae sobre el seno de la Iglesia a la Luz Eterna, el Verbo de Dios, para que la Santa Madre Iglesia conciba, por el poder del Espíritu, al Hijo de Dios encarnado, Jesús, Pan de Vida eterna, y lo dé al mundo como Pan Vivo bajado del cielo, para la salvación de los hombres. Por este misterio de tu amor insondable, oh Santísima y beatísima Trinidad, te damos gracias, te bendecimos, te adoramos y te glorificamos y te ofrecemos, por medio de las manos y del Inmaculado Corazón de María, el don más preciado que tenemos en el cielo y en la tierra, la Divina Eucaristía. Amén.

         Meditación final

         Oh Augustísima y adorabilísima Trinidad, Dios Uno y Trino, Dios de majestad infinita, Dios de asombrosa hermosura; Dios de bondad infinita; Dios, ante quien los ángeles y santos en el cielo enmudecen de asombro al contemplar la inmensidad inabarcable de tu majestad, de tus maravillas, dichas, alegrías y felicidades sin fin; Dios, ante quien no hay palabras que puedan si quiera comenzar a describir en lo más mínimo tus increíbles perfecciones, ternuras, bondades, que emanan de tu Ser divino trinitario en cascadas y torrentes inagotables por eternidades de eternidades, y a todas y cada  una nos las reservas para todos y cada uno de nosotros. Oh Dios Uno y Trino, te hemos ofrecido esta Hora Santa en tu honor y en reparación y desagravio por tantos ultrajes que recibes de nosotros y de nuestros hermanos, creaturas ciegas, necias y desagradecidas. Te pedimos perdón y reparamos por tantos y tantos ultrajes y sacrilegios cometidos contra tu infinita bondad; por tanta malicia demostrada contra Ti, sobre todo la demostrada en la realización de la Santa Misa, tu obra más grandiosa, y te suplicamos, por tu infinita misericordia, que tengas compasión de nosotros, de nuestros seres queridos y del mundo entero, y sobre todo de aquellos que se encuentran en estado de eterna condenación, aquellos que ha pergeñado el horrible sacrilegio, la misa negra satánica. No les tengas en cuenta este sacrilegio, porque “no saben lo que hacen”, y perdónales, por el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y por la intercesión, los méritos y los dolores del Inmaculado Corazón de María. Amén.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
        
Oración de Adoración a la Santísima Trinidad

Adoración al Padre Eterno.
Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.
Oración
Os adoro, oh Padre eterno, con toda la corte celestial, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias en nombre de la Santísima Virgen, vuestra Hija muy amada, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquel poder con que la enaltecisteis en su gloriosa Asunción a los cielos.



Oración al Hijo
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Oración
Os adoro, oh eterno Hijo, con toda la corte celestial por mi Dios, Señor y Redentor, y os rindo gracias infinitas en nombre de la santísima Virgen, vuestra muy amada Madre, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella suma sabiduría con que la ilustrasteis en su gloriosa Asunción al cielo.

 Adoración al Espíritu Santo
Padre nuestro, Avemaría y Gloria
Oración
Os adoro, Espíritu Santo paráclito, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias con toda la corte celestial en nombre de la santísima Virgen, vuestra amantísima Esposa por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella perfectísima y divina caridad con que inflamasteis su santísimo y purísimo corazón en el acto de su gloriosísima Asunción al cielo; y humildemente os suplico en nombre de vuestra inmaculada Esposa, me otorguéis la gracia de perdonarme todos los gravísimos pecados que he cometido desde el primer instante en que pude pecar; hasta el presente, de los cuales me duelo infinitamente, con propósito de morir antes que volver mas a ofender a vuestra divina Majestad; y por los altísimos méritos y eficacísima protección de vuestra amantísima Esposa os suplico me concedais á mí y a N. el preciosísimo don de vuestra gracia y divino amor, otorgándome aquellas luces y particulares auxilios con los cuales vuestra eterna Providencia ha predeterminado salvarme, y conducirme a sí.

Oración a la Santísima Virgen
Os reconozco y os venero, oh Virgen santísima, Reina de los cielos, Señora y Patrona del universo, como a Hija del eterno Padre, Madre de su dilectísimo Hijo, y Esposa amantísima del Espíritu Santo; y postrado a los pies de vuestra gran Majestad con la mayor humildad os suplico por aquella divina caridad; de que fuisteis sumamente llena en vuestra Asunción al cielo, que me hagáis la singular gracia y misericordia de ponerme bajo vuestra segurísima y fidelísima protección, y de recibirme en el número de aquellos felicísimos y afortunados siervos que lleváis esculpidos en vuestro virginal pecho. Dignaos, oh Madre y Señora mía clementísima, aceptar mi miserable corazón, mi memoria, mi voluntad, y demás potencias y sentidos míos interiores y exteriores; aceptad mis ojos, mis oídos, mi boca, mis manos y mis pies, regidlos conforme al beneplácito de vuestro Hijo, a fin de que con todos sus movimientos tenga intención de tributaros gloria infinita. Y por aquella sabiduría con que os iluminó vuestro amantísimo Hijo, os ruego y suplico me alcancéis luz y claridad para conocerme bien a mí mismo, mi nada, y particularmente mis pecados, para odiarlos y detestarlos siempre, y alcanzadme además luz para conocer las asechanzas del enemigo infernal y sus combates ocultos y manifiestos. Especialmente, piadosísima Madre mía, os suplico la gracia… (mencionar).

         Canto final: “Venid y vamos todos, con flores a María”.




[1] La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los ‘misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto’ (Cc. Vaticano I: DS 3015. Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.
[2] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Los misterios de la gracia divina, Editorial Herder, Barcelona 1964, 85.
[3] Cfr. Scheeben, ibidem, 175.
[4] Cfr. Scheeben, ibidem, 176.
[5] Cfr. Scheeben, ibidem, 347.
[6] Cfr. Scheeben, ibidem, 475.
[7] Cfr. Scheeben, ibidem, 115.

No hay comentarios:

Publicar un comentario