Inicio: La noche del 12-13 de
noviembre en Durango ocurrió una grave profanación contra Jesús Sacramentado en
la Parroquia San Pedro Apóstol, Nombre de Dios. Ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje satánico cometido
contra Jesús Eucaristía en dicha Parroquia y pidiendo también por la conversión
de quienes cometieron tan aborrecible acto. Para mayores datos, consultar el
siguiente enlace:
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Canto
de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
Con
relación al valor redentor de la Santa Misa, el Concilio de Trento nos recuerda
la doctrina de siempre en el capítulo inicial: “Apaciguado por esta ofrenda (la
ofrenda de su Cuerpo y Sangre gloriosos, es decir, la Sagrada Eucaristía, N.
del R.) remite los crímenes y pecados aún los más enormes (…) si nos
aproximamos a Dios con un corazón sincero y con una fe recta, con temor y
temblor y con perseverancia”[1].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
La Misericordia infinita perdona a los niños que se acercan
con amor a su Padre; ¿quién podría imaginar que esta condición ya no es más
necesaria? Dice un autor: “El Sacrificio de la Nueva Alianza no es un homenaje
verdaderamente agradable a Dios si, aquellos que de él participan, no realizan
un mínimo don de su alma espiritual, de su espíritu interior, acompañando al
gesto exterior”[2].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Ahora bien, ¿se puede decir que la eficacia de la Misa es
infalible? Esto porque el valor eficiente de la Misa es infinito y la
aplicación que hace la Iglesia es infalible. Sin embargo, en la respuesta, hay
que hacer una distinción, porque todo dependerá de la “cantidad y calidad”,
digamos así, del amor del que participa del Santo Sacrificio del Altar, la
Santa Misa. Es decir, si bien, por parte de la Iglesia, el Sacrificio que la
Iglesia ofrece a la Trinidad, por la remisión de los pecados, es infalible y si
bien la aplicación es de valor infinito, sin embargo, no en todos los casos se
logra el mismo resultado y esto se debe a la disposición interior de los
corazones de quienes participan del Santo Sacrificio del Altar[3].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Dice así Charles Journet: “La eficacia de la ofrenda, en la
Misa, del Sacrificio mismo de la Cruz, por la caridad de la Iglesia, operantis
Ecclesiae, es variable pero infalible”. Variable, eso es evidente, porque
en la Iglesia, a lo largo de los tiempos, hay mayor o menor caridad y
sufrimiento corredentores. Es “infalible” porque en la Iglesia Militante, según
los tiempos es, no sin pecadores, sino sin pecado”. Ella, la Iglesia, “es sin
tacha, sin vicio, sino santa e inmaculada” (Ef 27). Jamás cesará de ser
la Esposa; jamás las Puertas del Infierno prevalecerán contra Ella. En consecuencia,
jamás la ofrenda válida de ninguna Misa, aún celebrada por el más miserable de
los sacerdotes, caerá en la nada”[4]; su ofrenda será siempre
pura y santa, porque es el Cuerpo y la Sangre gloriosos del Señor Jesús
resucitado, la Sagrada Eucaristía.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
La
misma teología acude en ayuda del texto de Cayetano quien afirma que “el valor
impetratorio, meritorio y satisfactorio de este sacrificio (de la Misa) es
infinito”, aunque la restricción es importante si “se considera el sacrificio
de la Misa en tanto que se aplica a tal o cual, ya que su efecto es finito”,
porque depende de las disposiciones de tal o cual, ya es medido -el efecto- por
nuestra devoción. La Misericordia infinita parece más liberal, delicada,
respetuosa de nuestra libertad, que así espera de nosotros un retorno de filial
amor a la bondad amorosa del Padre[5] que se nos ofrece en el
Sagrado Corazón Eucarístico de su Hijo Jesús.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
[1] Cfr. Francois Charmot, s. j., La Messe, source de sainteté,
Editorial Spes, París 1960, 87.
[2] Jungmann,
s. j., Missarum solemnia, t. III, 147-148.
[3] Cfr. Charmot, ibidem, 87.
[4] Cfr. Journet, ibidem, 88.
[5] Cfr. Journet, ibidem, 88.