Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo
Rosario meditado, en reparación por el sacrílego atentado cometido contra el
Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa, ocurrida en una iglesia en Estados
Unidos el pasado 12 de diciembre, día de Nuestra Señora de Guadalupe. Para saber
de qué se trata este sacrilegio, hay que tener en cuenta qué es lo que sucedió:
en plena Misa, ingresó un bailarín ataviado al estilo azteca y realizó una “ceremonia
del fuego”, que en realidad es una invocación a un demonio infernal, un falso
“dios del fuego”, que es invocado para que venga desde el Infierno y se supone
que es, en la creencia pagana pre-hispánica azteca, el “creador” del universo y
que tiene el poder de conservarlo o de destruirlo. En la imagen se ve cómo el
chamán o brujo azteca, mediante su danza ritual, rinde homenaje, no a Nuestro
Señor Jesucristo, sino a esta deidad demoníaca llamada “Xiuhtecuhtli”[1].
Canto
de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
En la Santa Misa se ora por los fieles vivos y difuntos y
por lo tanto, la Santa Misa se vuelve así una fuente de obras de misericordia
espirituales para con nuestros prójimos[2]; una caridad inspirada y
llevada a cabo por el Espíritu Santo, quien aplica la Sangre de Cristo tanto a
vivos como difuntos y se convierte para el fiel que la practica, en una puerta
abierta para el Reino de los cielos, según las palabras del Salvador, quien en
el Día del Juicio Final nos juzgará según el bien que hayamos hecho o dejado de
hacer a nuestro prójimo.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Es el Espíritu Santo quien establece la unión entre los miembros
del Cuerpo Místico y esto es así porque la fe nos enseña que todo este Cuerpo,
está congregado en la unidad por la recapitulación en Jesucristo de toda la
creación. Precisamente, debido a esta presencia y acción del Espíritu Santo en
la liturgia eucarística, es que nosotros, limitados y frágiles por naturaleza,
podemos alcanzar, por así decir, a cada uno de los seres humanos que existieron
en la historia, pidiendo por ellos y ofreciendo, para su eterna salvación, en
unión con el ofrecimiento que realiza el sacerdote ministerial, la Hostia
Santa, Pura, Perfectísima y Agradabilísima al Padre, el Cordero de Dios, Cristo
Dios en la Eucaristía.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Esta intermediación, es posible, entonces, por el poder
infinito del Espíritu Santo que obra en la liturgia de la Santa Misa. Por esta
razón, es penoso constatar que la inmensa mayoría de las veces, asistimos a la
Santa Misa y, si hacemos algún pedido, lo hacemos por lo general por nuestros
seres queridos, por quienes conocemos, pero dejamos de lado a cientos de
millones de creaturas humanas a las cuales les es completamente insuficiente e
inútil nuestro limitado amor humano, pero para quienes el Amor de Dios, el Espíritu
Santo, efundido con la Sangre Preciosísima del Cordero sacrificado en el Ara de
la Cruz y que renueva sacramentalmente esa efusión de su Preciosísima Sangre,
lo es todo, literalmente, puesto que esta Sangre las purifica si están en el
Purgatorio, o les alcanza las gracias necesarias para la salvación si es que
están en esta vida terrena. De esto se deduce la urgente necesidad de ser
conscientes del valor infinito de la Santa Misa, tanto para vivos como para
difuntos, conocidos o desconocidos, contemporáneos nuestros, o seres que han
vivido en siglos anteriores; incluso el poder de la Santa Misa alcanza para quienes
todavía no han nacido, ya que la Sangre de Cristo cubre a toda la humanidad,
desde Adán y Eva, hasta el último hombre nacido en el Último Día, en el Día del
Juicio Final.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
El corazón humano que se propusiera amar, como el de Cristo,
a todos los hombres, sin excepción, y que se propusiera también, como el de
Cristo, transmitir la Verdad y la Vida en abundancia, no vería reducida a la
nada sus deseos, puesto que por el Santo Sacrificio de la Misa, Cristo Dios, al
hacer partícipe al alma por la gracia, de su Santo Sacrificio Redentor, le dona
al mismo tiempo al alma la capacidad de extender su caridad, su amor
sobrenatural, hasta los últimos extremos de la humanidad viviente y aún más,
hasta las profundidades insondables del Purgatorio[3].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Con relación a los difuntos, la Santa Misa también tiene una
relación particular: si han muerto en estado de pecado mortal, no pueden
convertirse en el otro mundo y recobrar, aun por la virtud propiciatoria de la
Santa Misa, el estado de gracia. Sin embargo, es plausible pensar que, por la
infinita Misericordia Divina, que se derrama abundantemente en cada Santa Misa,
al convertir el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, hayan podido
obtener la gracia de la conversión durante sus vidas y también la perseverancia
en la fe, en el momento de la muerte y esto en virtud de la Santas Misas que la
Iglesia ofrece pidiendo por la conversión de los pecadores. Porque confiamos en
la infinita Misericordia Divina, que se hace presente en cada Santa Misa, es
que esperamos que nuestros seres queridos difuntos, aun si hubieran muerto
objetivamente en estado de pecado mortal, no se hayan condenado, sino que por
el Amor de Dios hecho Sacramento en la Eucaristía, hayan obtenido la gracia de
la conversión final, en el último momento de sus vidas terrenas, antes de
ingresar en la eternidad[4].
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
[1] Cfr. https://www.traditioninaction.org/RevolutionPhotos/B119-Pag.htm
; The tribal Aztec dancer is clearly paying tribute to the fire, which was
the deity Xiuhtecuhtli. This false god supposed came from
Hell to create the universe and had the power to conserve or to destroy it.
[2] Cfr. Francois Charmot, La Messe, source de sainteté,
Editorial Spes, París 1959, 95.
[3] Cfr. Charmot, ibidem, 96.
[4] Cfr. Charmot, ibidem, 96.
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