martes, 12 de junio de 2018

Hora Santa en reparación por baile blasfemo durante la Santa Misa en Alemania 040618



“Otro ángel vino y se puso junto al altar con un incensario de oro. Se le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono”

         (Ap 8, 3).



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por una danza blasfema realizada en el transcurso de la celebración de la Santa Misa en Alemania, en Junio de 2018. La información pertinente se puede encontrar en los siguientes enlaces:




           Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

Aunque a los ojos corporales la Santa Misa puede parecer un ritual piadoso, en el cual se recuerda, mediante el uso de la memoria, lo que el Señor Jesús hizo y dijo en la Última Cena, en realidad esconde un misterio sobrenatural que sobrepasa infinitamente la capacidad de comprensión de nuestra razón natural. No se trata de un mero recuerdo psicológico, ni tan siquiera de un recuerdo litúrgico o moral: la Misa es la renovación, incruenta y sacramental, del Santo Sacrificio de la Cruz, realizado por el Señor Jesús en el tiempo y en el espacio el Viernes Santo sobre la cima del Monte Calvario. Ésta es la razón por la cual la Santa Misa recibe el nombre de “sacrificio”, ya sea “sacrificio eucarístico”, “sacrificio del altar” o “sacrificio de la Eucaristía”. Si no fuera la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, realizado de manera que misteriosa pero realmente se desarrolla delante de nuestros ojos, en el altar eucarístico, no tendría sentido que la Misa llevara el nombre de “sacrificio”. Ahora bien, es verdad que no es una mera memoria, ni psicológica ni moral, ni tampoco litúrgica, y sin embargo, es propiamente un memorial, en el sentido de que se trata de hacer memoria del Santo Sacrificio de la Cruz, un sacrificio que fue realizado en el tiempo y del cual ahora se hace “memoria” –por eso se llama “memorial”-, pero se trata de una memoria muy especial, puesto que, tratándose de un acto realizado por el Hombre-Dios Jesucristo, la memoria o memorial que se hace en la Misa, trae a la actualidad y al presente aquello que es recordado, no en el recuerdo, como sucede en un recuerdo meramente psicológico o moral, sino en la realidad. Es decir, es un “memorial del sacrificio” por el cual el sacrificio recordado se hace presente en su realidad ontológica, en la realidad de su ser. Por eso se puede decir que es la  irrupción de la eternidad de Cristo en el tiempo, porque el recordado y su sacrificio, Cristo, es Dios Eterno entrado en el tiempo, que nos alcanza con su eternidad por medio del Santo Sacrificio de la Misa.

Silencio para meditar.

Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación

La Santa Misa, entonces, es un memorial, un recuerdo, pero que por el poder del Espíritu Santo no solo trae a la memoria, en el recuerdo, a lo recordado, sino que lo trae en su realidad ontológica, substancial, de manera tal que se puede decir, con toda certeza, que por la Santa Misa se hace presente, en el altar eucarístico, el Santo Sacrificio de la Cruz, el mismo y único Santo Sacrificio del Gólgota del Viernes Santo. En la Santa Misa, aquello que es recordado, el Santo Sacrificio de la Cruz, se hace presente y actual, sobre el altar eucarístico, de forma incruenta y sacramental. Aquello que se hace presente en la Santa Misa es el único y mismo sacrificio de la cruz, el que realizó el Hombre-Dios Jesucristo para la salvación de la humanidad en el ara de la cruz, el Viernes Santo. Esta Presencia de Jesús con su sacrificio en la Cruz no depende ni de la fe del celebrante, ni de la fe de la asamblea, porque se produce la transubstanciación, es decir, la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, independientemente de la fe de los que están presentes, al ser pronunciadas las palabras de la consagración sobre las ofrendas de pan y vino. La Presencia de Jesús en la Santa Misa es, por lo tanto, una Presencia real, verdadera y substancial; una Presencia que no depende ni de la fe ni de las intenciones ni del sacerdote ni de la asamblea: se trata de la Presencia, en el tiempo, aquí y ahora, del Dios Eterno encarnado, el Logos eterno del Padre, Jesucristo, en la realidad ontológica de su Ser divino trinitario y en la realidad de su sacrificio pascual de muerte y resurrección.

Silencio para meditar.

         Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

         Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación
        
         Puesto que la Misa es un sacrificio, se encuentran en ella todos los elementos de un sacrificio, el mismo y único sacrificio de Jesucristo realizado hace dos mil años en la cima del Monte Calvario: hay una ofrenda que se sacrifica; hay un sacerdote que ofrece un sacrificio; hay un altar en donde se lleva a cabo el sacrificio; hay un destinatario del sacrificio, que es Dios Uno y Trino y hay una asamblea –sin embargo, su presencia no es esencial para el sacrificio-, el Pueblo de Dios, que participa del sacrificio. En el Calvario, el altar era la cruz, pero también la Humanidad Santísima del Verbo: en la Santa Misa, el altar es el altar eucarístico, aunque también la Humanidad Santísima del Verbo; en el Calvario, el Sumo y Eterno Sacerdote era Jesucristo, el Hombre-Dios: en la Santa Misa, el sacerdote ministerial participa del sacerdocio de Jesucristo, por lo que el sacerdote principal continúa siendo Jesucristo; en el Calvario, la ofrenda era el Cordero de Dios, el Hombre-Dios Jesucristo, que se ofrecía al Padre como Víctima Inmaculada, inmolada en el Fuego del Amor Divino, el Espíritu Santo, con su Persona divina y su Humanidad santísima unida personalmente a su divinidad: en la Santa Misa, la ofrenda es el mismo y único Cordero de Dios, Cristo Dios, oculto en las apariencias de pan y vino, Presente en Persona, con su divinidad glorificante y su Humanidad santísima glorificada, en la Santísima Eucaristía. Por todo esto, el Santo Sacrificio del Gólgota difiere del Santo Sacrificio de la Misa solo en el modo en el que se ofrece la Víctima y es que, mientras en el Gólgota era cruento, en el altar eucarístico es incruento y sacramental. Pero es el mismo y único Santo  Sacrificio del Calvario.

Silencio para meditar.

         Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

         Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         Tanto en el Calvario, como en el Santo Sacrificio del Altar, Jesús, el Hombre-Dios, es el Sacerdote, el Altar y la Víctima y esto tiene una fundamental trascendencia porque significa que las acciones del Hombre-Dios, al ser Él la Segunda Persona de la Trinidad, encarnada en el tiempo, son las acciones de Dios entrado en el tiempo y por lo tanto, tienen una valencia eterna. Ésta es la razón por la cual, el sacrificio de Jesús, realizado hace dos mil años en el Gólgota, alcanzan a todo tiempo de la humanidad y su valor salvífico se hace extensivo a toda la humanidad. En Jesús, la naturaleza humana está unida a la Persona Segunda de la Trinidad, el Logos o Verbo del Padre y por esa razón, todas las acciones realizadas por Jesús de Nazareth –curar enfermos, expulsar demonios, multiplicar panes y peces, sacrificarse sobre la cruz- son las acciones de Dios hecho hombre. Es decir, las acciones de Jesús de Nazareth no son las acciones de una persona humana, sino de una Persona divina que actuaba y obraba a través de una naturaleza humana, lo cual quiere decir que todo lo que Jesús hacía y decía, era Dios en Persona quien lo hacía y decía, a través de una naturaleza humana, la naturaleza humana de Jesús de Nazareth. Por esta razón, el sacrificio en la Cruz, realizado en el Calvario, es salvífico, porque tiene una valor infinito, al ser el sacrificio de Dios hecho hombre; como tal, es un sacrificio santo, puro, inmaculado, de valor infinito y eterno, sumamente agradable a Dios, por ser hecho por Dios mismo. Y por esta razón es que la Santa Misa, siendo la renovación incruenta y sacramental del sacrificio en Cruz del Hombre-Dios Jesucristo, tenga el mismo valor salvífico del Santo Sacrifico del Calvario. Asistir a la Santa Misa es asistir al Santo Sacrificio de la Cruz, con todo su valor salvífico, infinito y eterno, que alcanza a todos los hombres de todos los tiempos.

Silencio para meditar.

         Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

         Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación
        
         Que Jesús no sea un hombre más entre tantos, ni siquiera un hombre santo, ni el más santo entre los santos, sino el Hijo Eterno del Padre encarnado en una naturaleza humana, tiene una importancia trascendental, porque significa que sus acciones no son las acciones de un hombre más, ni de un hombre santo, ni del más santo entre los santos: significa que son las acciones de Dios Tres veces Santo, lo cual cambia radicalmente la perspectiva, el alcance y el significado de sus acciones. Si fuera sólo un hombre, aun siendo el más santo entre los santos, su sacrificio no abarcaría a todos los hombres de todos los tiempos, ni sería suficiente para aplacar a la Justicia Divina, ofendida por los pecados de los hombres, ni serviría para dar acción de gracias a Dios por sus beneficios, ni tampoco para impetrar dones. Pero siendo Jesús quien es, Dios Eterno entrado en el tiempo, que se ofreció en la cruz como la Víctima Purísima y Perfectísima, su sacrificio en cruz, renovado incruentamente en el altar eucarístico, tiene la facultad de alcanzar y ser más que suficiente para la salvación de todos los hombres de todos los tiempos; tiene la santidad necesaria para aplacar la ira divina; tiene la pureza necesaria para que las súplicas de los hombres sean escuchadas; tiene la inocencia más que necesaria para dar la acción de gracias que todo hombre debe a Dios Trino, por el solo hecho de ser Dios Trino. La Santa Misa es el memorial que actualiza el sacrificio de Cristo, el Hombre-Dios y por eso mismo, es el mismo y único Santo Sacrificio de la Cruz, que tiene el poder de salvar nuestras almas de la eterna condenación y de conducirnos a todos los hombres, sin distinción alguna, al Reino de los cielos.
Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y un Gloria, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padre Benedicto y Francisco y también por las Almas del Purgatorio y la conversión de los pecadores.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

        



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