martes, 5 de junio de 2018

Hora Santa en reparación por burla blasfema contra Nuestro Señor Jesucristo en Buenos Aires, Argentina 280518



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en reparación por el gravísimo ultraje cometido por el Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, en vísperas del Corpus Christi. La información relativa a tan penoso hecho –se representó a Nuestro Señor yacente, realizado con un pastel, del cual se sirvieron los invitados- se encuentra en el siguiente enlace:


No encontramos diferencia alguna en este tipo de sacrilegio, con el cometido por los marxistas en la Guerra Civil Española.

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).


“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).


Meditación

         El hecho de que Jesús sea una Persona divina y no humana y por lo tanto que su nombre apropiado sea el de Hombre-Dios, está definido en la Iglesia por medio de la doctrina de la unión hipostática, manifestada solemnemente en el Concilio de Calcedonia: “Hay un solo y mismo Señor Cristo Señor, Hijo Unigénito en dos naturalezas, no confundidas, inmutables, indivisibles, inseparables, que concurren en una sola Persona y subsistencia, no repartido o divido en dos personas”[1]. Cristo tiene una sola Persona, la Segunda de la Santísima Trinidad, el Logos o Verbo Eterno del Padre, en dos naturalezas y no dos personas o una persona con una única naturaleza. Entonces, Jesús no es “el hijo del carpintero”, “el hijo de María”, “uno de nosotros, que creció con nosotros en el pueblo”: es el Hijo de Dios, el Logos y Verbo Eterno del Padre, encarnado en el seno virgen de María por obra del Espíritu Santo. Y si esta es la Verdad de Jesucristo, entonces la Eucaristía, prolongación de la Encarnación del Verbo, no es un pan bendecido, ni un recuerdo de la Presencia del Señor, ni una presencia co-substancial que comparte la presencia en la Eucaristía el Cuerpo y la Sangre con las substancias del pan y del vino: la Eucaristía es Jesús, el Logos eterno del Padre, Presente verdadera, real y substancialmente en la Eucaristía, por lo que adorar la Eucaristía es adorar al Hijo de Dios y estar ante la Eucaristía es estar ante el Cordero de Dios, el mismo que es la “Lámpara de la Jerusalén celestial” y ante el cual se postran en adoración ángeles y santos por toda la eternidad.

         Silencio para meditar.

         Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

         Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         Si la naturaleza es la esencia de una cosa y si la persona es la subsistencia de un ser dotado de razón o intelecto[2], entonces Jesús sí es y verdaderamente puede recibir el nombre de Hombre-Dios, porque en virtud de la Encarnación en el seno purísimo de María, por obra del Espíritu Santo, Jesús de Nazareth, Logos eterno del Padre, engendrado antes que todos los siglos, posee dos naturalezas: una naturaleza humana, creada en el momento mismo de la Encarnación y unida a su Persona divina de manera personal o hipostática, y una naturaleza divina, Increada, recibida por participación del Acto de Ser divino trinitario del Padre desde toda la eternidad. Esto es sumamente importante para la doctrina eucarística, porque si Cristo es Dios, entonces la Eucaristía es Dios, porque la Eucaristía es la prolongación de la Encarnación, ocurrida en el seno purísimo de María, en el seno purísimo de la Iglesia, el altar eucarístico. Tanto la Encarnación, como la prolongación de la Encarnación que es la Eucaristía, son obra del Espíritu Santo, porque la misma Persona divina que se encarnó en el seno de María Virgen, es la misma Persona divina que prolonga su encarnación en el seno de la Iglesia Virgen, el altar eucarístico. Si adoramos a Cristo Dios porque es Dios oculto en una naturaleza humana, pero no por eso menos Presente en su Persona divina, entonces adoremos la Eucaristía, porque la Eucaristía es Dios oculto en apariencia de pan, pero por estar oculto, no está por eso menos Presente en su Persona divina, con su Acto de Ser divino, en el Santísimo Sacramento del altar.

         Silencio para meditar.

         Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

         Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         La unión entre las naturalezas humana y divina en Cristo Jesús no es ni accidental ni substancial, sino personal, es decir, en la Persona[3] y puesto que la Persona divina de Jesucristo es la Segunda de la Trinidad, se puede decir, con toda verdad, que las naturalezas humana y divina de Cristo están unidas a Dios, son de Dios y son Dios. La naturaleza humana se diviniza en esta unión personal, mientras que la naturaleza divina permanece sin confusión ni fusión. En Jesús de Nazareth, la Segunda Persona posee por derecho la naturaleza divina, mientras que asume por libre querer a la naturaleza humana y es de esta manera como a Jesús le compete, por derecho propio, el nombre de “Hombre-Dios”. Así vemos cómo sus contemporáneos no podían saber, por la sola apariencia exterior, que Jesús era Dios y el saberlo sólo era posible si el Espíritu Santo en Persona se lo revelaba –como sucede con Juan el Bautista- o si no, mediante los milagros hechos por Jesús, milagros que demostraban su divinidad, como Jesús lo dice: “Si no me creéis, creed al menos por mis obras (milagros)” (Jn 14, 11). Lo mismo que se dice de Jesús de Nazareth, debe decirse de la Eucaristía: si alguien no cree que la Eucaristía es Dios en Persona –la Segunda de la Trinidad-, al menos créalo por los milagros que la Eucaristía realiza, milagros que sólo pueden ser hechos por Dios.

         Silencio para meditar.

         Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

         Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         La realidad de Jesucristo es una sola: es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, a la cual está unida personalmente la naturaleza humana y la cual posee la naturaleza divina por participación del Padre. Estas dos naturalezas no están ni confundidas ni mezcladas, sino que son distintas entre sí”. Porque es la Persona Segunda de la Trinidad a la cual la naturaleza humana se le une personalmente, es que las acciones que se atribuyen a Jesús de Nazareth –caminar, hablar, sonreír, hacer milagros, expulsar demonios, etc.- son acciones que se atribuyen a Dios Hijo encarnado. Es decir, a Jesús “se le atribuyen, indistintamente, acciones divinas y humanas y el motivo es que en Él hay una sola hipóstasis de la naturaleza humana y divina y por lo tanto una sola Persona –la Segunda de la Trinidad- subsistente en dos naturalezas”[4]. Por esta razón, nunca puede decirse que Jesús no haya hecho milagros con el poder de Dios, pero ni siquiera tampoco que el poder de Dios estaba en Él de un modo mucho más manifiesto que en otro hombre, porque Él no era un hombre santo, ni siquiera el más santo entre todos los hombres santos, sino que era el Hombre-Dios, Dios Hijo en Persona, que actuaba a través de una naturaleza humana unida a Él. Lo mismo que se dice de Jesús de Nazareth, que hay en Él una Persona divina y dos naturalezas, la humana y la divina, se dice de la Eucaristía y es por esa razón por la cual los católicos adoramos la Eucaristía.

         Silencio para meditar.

         Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

         Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

La última perfección y actuación de una cosa no es ni la forma, ni la esencia, ni la substancia, sino el acto de ser –actus essendi-: una forma, una substancia, una cosa, una naturaleza, pueden ser completas pero sin embargo permanecer irrealizadas, hasta que no sobreviene el actus essendi. El ipsum esse es el acto último, y es participable por toda cosa, pero él mismo no participa a nada, por lo cual, si hay alguna cosa que el mismo ser subsistente en sí mismo, afirmamos que no participa de ninguna cosa. Y esto le compete solo a Dios, por lo tanto, le compete a Jesús de Nazareth, que es Dios Hijo encarnado. Quiere decir que en Jesús su acto de ser es el Acto de Ser divino trinitario y no el acto de ser de una persona humana, porque un acto de ser humano participa del Acto de Ser divino trinitario. El acto de ser es garante no solo de una existencia de una cosa, sino también de su unidad, por eso en Jesús las dos naturalezas, que permanecen distintas y sin confusión, son una sola cosa, sin mezclarse, en la Persona divina. Este mismo Jesús, que es Dios Hijo en Persona, se encuentra, con su Ser divino y con sus dos naturalezas, la humana glorificada y la divina glorificadora, en la Sagrada Eucaristía y es la razón por la cual, quien consume el Cuerpo de Cristo sacramentado, recibe de Él la vida eterna.

Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y un Gloria, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padre Benedicto y Francisco y también por las Almas del Purgatorio y la conversión de los pecadores.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

        
        



[1] Q. disp. de unione Verbi incarnati a. 1; en Battista Mondini, La Cristologia di San Tommaso d’Aquino, Urbaniana University Press, Roma 1997, 105.
[2] Cfr. Mondini, ibidem.
[3] Cfr. Mondini, ibidem, 106.
[4] S. C. Gent. IV, 39.

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