miércoles, 23 de noviembre de 2016

Hora Santa y Santo Rosario meditado en reparación por la profanación eucarística en San Sebastián, España


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación eucarística ocurrida en San Sebastián, España, el 9 de Noviembre de 2016. La información correspondiente se encuentra en el siguiente sitio electrónico: http://radiobetania.com/espana-obispo-denuncia-gravisima-profanacion-de-la-eucaristia/
Tal como lo hacemos en estas tristes ocasiones, pediremos por la conversión de los autores de este sacrilegio, como así también nuestra propia conversión, la de nuestros seres queridos, y la de todo el mundo.

Oración inicial: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).

          "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén".

         Canto inicial: "Cristianos, venid, cristianos, llegad, a adorar a Cristo, que está en el altar”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (misterios a elección).

         Meditación.

Por el misterio de la Eucaristía, no se “repite” el misterio de la pascua, cumplido “una vez y para siempre”, sino que se representa y comunica, en modo sacramental, el único y mismo misterio salvífico, llevado a cabo en la Cruz del Calvario. Y de la misma manera a como el sacrificio en Cruz de Jesús es universal, porque se dona a todos los hombres, constituyendo la Cruz el centro del mundo alrededor del cual éste gira, de la misma manera, la Eucaristía, que representa y actualiza el don de Cristo de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, es también el centro del mundo, alrededor del cual giran las almas, así como los planetas giran alrededor del sol. Y del mismo modo a como un planeta, cuanto más cerca del sol se encuentra, tanto más recibe aquello que el sol tiene y es, es decir, luz, calor y vida, de la misma manera, así también, cuanto más se acerca un alma a la Eucaristía, Cristo Dios, tanto más recibe aquello que Cristo Eucaristía es y tiene, esto es, la luz, el amor y la vida del Ser divino trinitario. Y cuanto más se alejan las almas del influjo benéfico de la Eucaristía, tanto más se quedan sin aquello que la Eucaristía les proporciona, por lo que se vuelven dichas almas oscuras, porque no tienen la luz de Dios; frías, porque no reciben el calor del Divino Amor; muertas, porque no poseen la vida de Dios que la Eucaristía les comunica, imitando así  a los planetas que, en la galaxia y lejos del sol, se vuelven fríos, oscuros y sin vida en ellos.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Por la Eucaristía se rinde al Padre la más completa adoración y acción de gracias, en Cristo, por Cristo y con Cristo, por el Espíritu Santo, por las admirables obras cumplidas por el Señor a lo largo de la historia de la salvación, consumadas en el admirable Triunfo de la Cruz, por medio de la cual derrotó Nuestro Señor Jesucristo al Demonio, a la Muerte y al Pecado, de una vez y para siempre, triunfo del sacrificio del Cordero que es actualizado en la Iglesia y por la Iglesia por medio del misterio litúrgico de la Santa Misa. El memorial eucarístico, que no es mero recuerdo psicológico, sino actuación y presencia del misterio en el aquí y ahora de la Iglesia, es realizado por el Espíritu Santo, que sobrevolando en el altar eucarístico, fecunda el pan y el vino, convirtiéndolos, por su poder divino, en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Cordero de Dios, Nuestro Señor Jesucristo, y haciéndolo así presente y accesible a los hombres de todos los tiempos y lugares. La “memoria” que la Iglesia hace, obedeciendo el mandato del Señor –“Haced esto en memoria mía”-, no es un mero recuerdo, sino una actualización, por el poder del Espíritu Santo, del único santo sacrificio de la cruz, que se hace presente de modo incruento y sacramental sobre el altar eucarístico, el Nuevo Monte Calvario, para que los hombres de todos los tiempos y lugares accedan a los frutos de la salvación.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En la Eucaristía se concentra el Amor infinito, eterno, incomprensible, inagotable, de Dios Uno y Trino, que para comunicarse a los hombres en ágape de amor inefable, se dona todo sí mismo, sin reservas, en la apariencia de pan. La Eucaristía no es un símbolo, ni una metáfora, ni un mero recuerdo vacío; es la Presencia viva, gloriosa, resucitada, del Hombre-Dios Jesucristo, con su Corazón Divino inflamado en las llamas del Amor de Dios que, habiendo cumplido su sacrificio redentor en la cruz, una vez y para siempre, ofrece a los hombres, como banquete pascual de comunión, el Amor Divino que brota del Ser trinitario como de una fuente inagotable. Puesto que Dios quería comunicar a los hombres la totalidad de su Amor y no solo una parte de Él, decidió que ese Amor celestial, el Amor del Padre y el Hijo, que envuelve con sus divinas llamas al Sagrado Corazón de Jesús, esté todo concentrado en el Pan de Vida eterna, de modo que aquel que consuma de este Pan celestial, consuma también la totalidad del Amor de Dios, porque todo el Amor de Dios, sin excepción alguna, está contenido en el Verdadero Maná bajado del cielo, la Eucaristía. Moisés dijo al Pueblo Elegido que “Dios se había enamorado de ellos”; parafraseándolo, podemos decir que “el Dios de la Eucaristía, Cristo Jesús, se ha enamorado de nosotros” y que, como muestra de este amor, nos dona todo su Amor, el Amor de Dios, el Espíritu Santo, contenido en el Pan Eucarístico. Comulgar no es, entonces, recibir simplemente un poco de pan, en memoria del amor de Dios, sino recibir al Amor de Dios, más grande que miles de cielos juntos.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Jesucristo, el Hombre-Dios, el Hijo Unigénito del Padre, a quien San Juan Evangelista contempló en los cielos eternos “junto al Padre” y lo calificó como “Verbo de Dios, que estaba en Dios y era Dios” desde la eternidad, y a quien lo contempló en la tierra, en el tiempo de la Encarnación, hecho Hombre perfecto sin dejar de ser Dios, como Verbo Encarnado, ese mismo Jesucristo, Segunda Persona de la Trinidad unida hipostáticamente, personalmente, a la naturaleza humana de Jesús de Nazareth, así como está en los cielos, glorioso, resucitado, impasible, con su Cuerpo, su Sangre y su Alma glorificados y unidos a la Divinidad, así está en la tierra, en la Eucaristía, en los tabernáculos y sagrarios, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, oculto en algo que aparece como pan a los ojos del cuerpo, pero que a los ojos de la fe se revela como el Señor Jesús, el Kyrios, el Rey de la gloria, el Hijo de Dios encarnado que prolonga su Encarnación en la Eucaritía. Así como San Juan Evangelista contempló al Verbo de Dios, que era Dios y estaba junto a Dios, en los cielos, y lo contempló luego ya encarnado, así también el cristiano, iluminado por el Espíritu Santo, contempla al Verbo de Dios Encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía, que se encuentra en medio de los suyos, en los sagrarios y tabernáculos, con su Persona divina y eterna y con su Humanidad santísima glorificada, oculto en apariencia de pan. Contemplar la Eucaristía con los ojos de la fe es, por lo tanto, para el cristiano, el equivalente a contemplar al Cordero de Dios en los cielos, cara a cara, como lo hacen los bienaventurados y los ángeles. Así, parafraseando a San Juan Evangelista, el adorador eucarístico, iluminada su alma con la luz de la fe, puede decir de Jesús Eucaristía: “Hemos visto su gloria, como de Hijo Unigénito”.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Antes de cumplir su misterio pascual de muerte y resurrección, el Divino Salvador prometió dar su Carne en comida y su Sangre en bebida, para que todo aquel que se alimentara de esta Carne y esta Sangre, aunque hubiera de morir a la muerte terrena, no solo no sufriría la muerte eterna, sino que habría de vivir, en el Reino de los cielos, con la vida misma de la Santísima Trinidad. Muchos, al oír estas palabras, se escandalizaron y abandonaron al Señor, diciendo: “Duro es este lenguaje” (Jn 6, 60); dando así las espaldas a la verdad y menospreciándola, aunque sin negarla, porque no dijeron: “Es falso este lenguaje”, sino “duro es este lenguaje”. Por el contrario, hubieron quienes, a lo largo de la historia, deshonraron la Santísima Eucaristía, dándola como medicina a los animales, mientras que muchos otros consideraban a la Santísima Eucaristía sólo como una metáfora, o un símbolo, o una figura, pero de ninguna manera una conversión de la substancia del pan y del vino en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. En la Eucaristía ya no están más la substancia del pan y del vino, sino la substancia divina de la Segunda Persona de la Trinidad unida a la substancia de su Humanidad Santísima.

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

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