Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los pecados
del mundo[1].
Canto inicial:
“Cristianos, venid; cristianos llegad”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario
meditado (misterios a elección).
Primer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús,
háblanos al corazón, queremos hacerte compañía en la soledad del Huerto de los
Olivos y en la soledad del sagrario, en donde te encuentras abandonado por la
inmensa mayoría de los cristianos, por quienes diste tu vida y derramaste tu
Preciosísima Sangre. Danos el consuelo y el alivio de tu Sangre Preciosísima,
para que nos purifique de nuestros pecados y nos haga ser agradables ante Tu
Presencia. Haznos participar de los dolores internos de tu Sagrado Corazón,
estrujado de tristeza y amargura ante la vista de tantos pecados cometidos por
la humanidad, entre los primeros, la indiferencia y el abandono de tu Presencia
Eucarística. Queremos reparar y hacerte compañía en tu soledad, porque al igual
que sucedió en el Huerto de los Olivos, que, a pesar de haber pedido a tus
Apóstoles que velaran e hicieran oración te quedaste solo porque ellos,
dominados por la acedia, la pereza espiritual, el desamor y la indiferencia
hacia Ti y tu dolor, prefirieron entregarse al sueño antes que acompañarte en
tu Agonía, así también hoy, en nuestros días, faltan adoradores, almas que
quieran hacerte compañía en el Santo Sacramento del Altar y si faltan es porque
muchos cristianos, al igual que tus Apóstoles en el Huerto, se dejan llevar por
la acedia, por la indiferencia y la frialdad ante Tu Presencia Eucarística y es
así como te dejan abandonado en el Sagrario. Jesús, que por intercesión de
Nuestra Señora de la Eucaristía, descienda el Espíritu Santo sobre las almas y
los corazones de los cristianos alejados de Ti, para que encendidos en el Fuego
del Divino Amor, te adoren en tu Presencia Eucarística en el tiempo y continúen
adorándote, cara a cara, en el Reino de los cielos. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús Eucaristía, queremos adorarte y reparar por los
pecados de la Humanidad, una Humanidad reticente a tu Amor. Los hombres de hoy,
principalmente los cristianos, repiten la escena del Evangelio en la que la
multitud eligió a un bandido y asaltante, Barrabás, para que viviera, y te
condenó a muerte a Ti, que eras Dios Tres veces Santo. La multitud te trató
como si fueras un bandido, siendo Tú el Cordero de Dios, Inmaculado, Puro e
Inocente, que venías a este mundo sólo para dar a los hombres tu Amor, y
entregó su amor a un bandido, Barrabás. De igual manera, así también hoy los
hombres huyen de Ti, de tu Presencia Eucarística, como si Tú fueras un
malhechor y se entregan en manos del Enemigo de las almas; al igual que en el
Evangelio, también hoy los niños, los jóvenes, los adultos, eligen al mundo y
sus placeres y diversiones terrenas, cargadas en el fondo de vacuidad y de
pecado, en vez de elegirte a Ti, que eres el Dios que da la vida. Hoy, los
cristianos huyen de tu Presencia sacramental, como si Tú fueras un bandido, y
se arrojan en brazos del mundo y del Príncipe de las tinieblas, que es su
carcelero y su verdugo. Jesús Eucaristía, queremos reparar por este pecado de
desamor, porque también nosotros te hemos abandonado, cuando estábamos lejos de
Ti, para refugiarnos en el mundo y sus atractivos, pero como nuestro amor es
demasiado pequeño e insignificante, ofrecemos en reparación, por nuestros
pecados de desamor y los del mundo entero, al Inmaculado Corazón de María, con
todos sus actos de amor a Ti en él contenidos. Jesús Eucaristía, que tu Madre,
la Virgen, nos conduzca hacia Ti para que te elijamos, siempre y en todo
momento, como Nuestro Dios, Nuestro Rey y Señor, y que ella guíe nuestros
corazones para que no huyamos de Ti como si fueras un malhechor, sino que
busquemos siempre el refugio de tu Sagrado Corazón. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús,; queremos adorarte y acompañarte en tu Pasión;
queremos adorarte y mitigar tu sufrimiento, prestándote el lienzo blanco de
nuestros corazones para que Tú puedas imprimir en ellos, con el Fuego del
Espíritu Santo, tu Divino Rostro, así como lo hiciste en el lienzo con el que
la Verónica limpió tu Divino Rostro en la Pasión. Jesús, queremos compartir tus
sufrimientos y tu tristeza, la tristeza que te llevó a decir: “Padre, si
quieres aparta de Mí esta copa; pero no se haga mi Voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42), para así reparar, aunque sea
mínimamente, por tanto desamor en el mundo; queremos que nos des a beber del
cáliz de tus amarguras, que nos des tu corona de espinas, que nos hagas sentir
tus mismas penas; queremos ofrecernos y ponernos delante de ti, para recibir en
nosotros las ofensas, los desaires, los desagravios, las indiferencias, los
ultrajes, los sacrilegios y las blasfemias que recibes, día a día, en la
Santísima Eucaristía. Queremos reparar por los ultrajes que recibes Tú, Sagrado
Corazón, y el Inmaculado Corazón de María, por parte de los hombres ingratos,
que en nada apreciamos el sacrificio de tu vida en la cruz para su salvación.
Eleva nuestros corazones, oh Jesús Eucaristía, hasta más alto que el cielo,
hasta tu Presencia Eucarística, y no permitas que caigamos en la tentación del
mundo, que nos aparta del Amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús,
danos fortaleza y sabiduría, para apartarnos de la tentación, porque la
tentación consentida enfría el amor en nuestros corazones y los endurece,
volviéndolos duros como la piedra, oscuros como el sepulcro. Líbranos del ancho
y espacioso sendero del mal, y dirige nuestros pasos hacia Ti, Único Camino que
conduce al cielo; haz que caminemos siempre detrás de Ti, con la cruz a
cuestas, siguiéndote por el camino que conduce al Reino de los cielos, el Via Crucis. No hay otro camino que no
seas Tú, no hay otro camino que no sea el unirnos a Ti, a tu Pasión y a tu
cruz, porque sólo así podremos morir a nuestro hombre viejo y renacer a la vida
de la gracia. Jesús, líbranos del mal, fortalécenos en la tentación, infúndenos
tu Sabiduría y Fortaleza, para que no caigamos en ella; la tentación nos hace
creer que el mundo y sus atractivos son más agradables que tu compañía en el
Santísimo Sacramento del altar; la tentación nos hace creer que es preferible
escuchar el tintineo metálico de las monedas, antes que escuchar los latidos de
tu Sagrado Corazón Eucarístico, por medio de la adoración; la tentación nos
hace creer, como le pasó a Judas, que la oscuridad, el frío y la compañía de
los ángeles caídos, son más agradables que tu compañía en el Cenáculo y en el
sagrario y es así como nos apartamos de tu Divina Voluntad, que es que nos
salvemos por medio del amor y la adoración a Tu Sagrado Corazón Eucarístico.
Jesús, que no repitamos el error de Judas, que por amar al dinero antes que a
Ti, salió del Cenáculo para ser engullido por las tinieblas; que tu Madre
Santísima infunda en nosotros un ardiente amor por tu Sagrado Corazón
Eucarístico, de manera que no amemos otra cosa que no seas Tú en la Eucaristía.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús,
queremos reparar por los pecados de la Nueva Era, la superstición, la brujería wicca, el esoterismo, el vudú, la
santería, el ocultismo, el satanismo, el espiritismo y tantas prácticas como
estas, nefandas y aborrecibles a tus ojos. Nunca como hoy, la humanidad había
asistido a un renacer de estas prácticas que ofenden gravemente tu santidad y
majestad divinas y que constituyen una grave perversión del sentido religioso,
puesto que el único que debe ser adorado eres Tú, oh Jesús, Dios Hijo, que eres
Un solo Dios con el Padre y el Espíritu Santo. Jesús, te pedimos por estos
hermanos nuestros, que realizan estas abominables prácticas, que han entregado
sus vidas, sus cuerpos y sus almas al Enemigo de la humanidad, el Tentador, la
Antigua Serpiente, Satanás; te pedimos por ellos, para que por medio de María
Santísima, reciban la luz de la gracia que les permita ver la inmensidad del
mal en el que se encuentran, para que arrepentidos por estos pecados de idolatría,
sacrilegio y ultrajes hacia tu Divina majestad y reconciliados contigo por el
Sacramento de la Penitencia, reparen a tiempo el mal causado a sus hermanos con
tales prácticas y el dolor provocado a los Sagrados Corazones de Jesús y de
María. Concédenos, oh Jesús Eucaristía, a nosotros, la gracia de poder dar
luminoso y misericordioso testimonio en obras de tu cruz y de tu Pasión, de
modo que nuestros hermanos se sientan atraídos a la Belleza incomprensible e
inabarcable del Ser divino trinitario y se alejen para siempre de las
siniestras y densas tinieblas vivientes, los ángeles caídos, que inducen al
error, a la superstición, a la idolatría, a la hechicería y la magia, apartando
a las almas de su única Fuente de felicidad que eres Tú, conduciéndolas por el
camino de la eterna perdición. Que María Santísima, Nuestra Señora de la
Eucaristía, interceda por nosotros y por nuestros hermanos, para que nos
concedas la gracia de amarte, a cada instante que pasa, cada vez más, en el
Santísimo Sacramento del altar, porque si quedamos prendidos de tu Amor, no
sólo nunca cometeremos tales pecados, porque el Amor no nos lo permitirá, sino
que cantaremos, en el tiempo y por toda la eternidad, tus misericordias.
Un
Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres
Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las
indulgencias del Santo Rosario.
Oración
final:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no
creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final:
“Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.