miércoles, 7 de octubre de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los pecados propios y los del mundo entero



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por los pecados propios y los del mundo entero.

Canto inicial: “Cristianos, venid, Cristianos llegad, a adorar a Cristo que está en el altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

Primer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Jesús Eucaristía, queremos reparar por nuestros pecados y los del mundo entero; queremos reparar por el pecado, todo lo malo que surge del corazón humano como parte del misterio de iniquidad; queremos reparar por el pecado y sobre todo por el pecado mortal, que es al alma lo que la gangrena al cuerpo, porque quita del alma la gracia santificante que le otorga la vida misma de Dios y la deja sin vida, muerta a la vida de la gracia. Por el pecado mortal, el alma despide un olor fétido, como un cadáver en descomposición y se vuelve oscura y tenebrosa, alejada de Ti, Dios que eres la Vida, la Luz y el Amor en sí mismos. El pecado en nuestros días se ve facilitado por la degradación moral y la inversión generalizada de valores, que hacen creer erróneamente al hombre, que es posible vivir sin Dios y sin su Ley, alejándolo así de la Fuente Inagotable de Vida y Amor que es Dios Uno y Trino. En nuestros días se prefiere el pecado antes que la virtud y la vida de la gracia que otorgan los sacramentos, los cuales son tomados como meros símbolos, despreciándolos en su valor inapreciables para la salvación de las almas. Queremos reparar, oh Buen Jesús, Dios Tres veces Santo, por los pecados nuestros y los de los hombres de todo el mundo, para aliviar, aunque sea mínimamente, el dolor que sientes al ver a tu santidad y majestad divinas, ofendidas por tanta malicia que brota del corazón de los hombres.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Jesús Eucaristía, queremos reparar por los pecados contra la Fe de la Iglesia, pecados que desvían a las almas del camino único y verdadero para llegar al Padre, camino que eres Tú, Palabra de Dios custodiada y enseñada por el Magisterio de la Iglesia. La mala interpretación de la Palabra de Dios aparta a los fieles de la Doctrina verdadera, doctrina que es luz celestial, y los sumerge en las tinieblas del error y de la confusión, tinieblas en donde no se encuentra Dios, sino el Príncipe de la oscuridad, el Maestro del error y del engaño. El pecado de incredulidad que conduce al agnosticismo y al ateísmo, separa al alma de la comunión de vida y amor con las Tres Divinas Personas, la aleja de la Presencia de la Trinidad, quedando el alma oscura y fría, así como oscuros y fríos son los planetas más alejados del sol. Te suplicamos y te imploramos, oh Buen Jesús, Verdad y Sabiduría del Padre, que les concedas un rayo de tu luz, que les disipe las tinieblas del error en el que se encuentran estas almas, alejadas de tu Iglesia por propia voluntad, para que retornen al seno de la Iglesia, Custodia de la Palabra Revelada.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Jesús Eucaristía, queremos reparar por los pecados contra la pureza, un pecado propio de nuestro tiempo y que impide al alma resplandecer por la gracia como un diamante iluminado por el sol; un pecado que se opone a la castidad, virtud que convierte al alma en un lirio que despide un perfume exquisito porque la asemeja a la pureza del Ser divino trinitario y la hace partícipe del mismo candor celestial. Danos de tu Pureza celestial, a nosotros, que somos impuros, y conviértenos en Ti, Lirio de los cielos, para que exhalemos la exquisita fragancia del perfume celestial, tu Gracia Santificante (cfr. 2 Cor 2, 15), oh Jesús, Dios Tres veces Santo y Puro. Jesús, queremos reparar por los pecados de impureza, que contaminan los corazones de los más pequeños, expuestos a una ola de impureza como no se ha visto antes en la historia de la humanidad. La impureza ofusca al alma, asaltándola con los impulsos de las pasiones sin control y la cubre de sombras, apartándola de la amistad divina y conduciéndola en pos de atracciones mundanas, bajas y terrenas. Jesús, te pedimos por todos los hombres inmersos en este pecado, y sobre todo por los niños y los jóvenes, para que conozcan, aprecien y amen la virtud de la pureza, virtud que los asemeja a Ti, Cordero Inmaculado y Víctima Santa, y los hace semejantes también al Inmaculado Corazón de María, Corazón Purísimo inhabitado por el Espíritu Santo.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Jesús, queremos reparar por los pecados de violencia, pecados que se oponen a la mansedumbre del corazón pedida por Ti en el Evangelio, cuando dijiste: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29); pecado que quita a los hombres la paz de Dios, la paz que Tú nos concedes desde la cruz, paz que nos concediste al “derribar el muro de odio que separaba a los hombres”, con la Sangre de tu cruz (cfr. Ef 2, 14); pecado que reemplaza tu paz, la paz que Tú nos das, la verdadera y única paz del corazón, para reemplazarla por la enemistad, el rencor y el odio hacia el prójimo; pecado que ve en el prójimo alguien a quien destruir y no alguien a quien amar hasta la muerte de cruz, como Tú nos has amado: “Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado” (Jn 13, 34). Jesús, devuelve la paz a los hombres, la verdadera y única paz posible, la paz que Tú das, la paz que nos viene al alma al confiar en tu infinita Misericordia.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Jesús, queremos reparar por el pecado de soberbia, el pecado por el que el hombre participa de la rebelión del ángel caído, que quiso destronar a Dios de los cielos para entronizarse a sí mismo, lleva al alma a colocarse como reina y señora de sí misma, desplazando a Dios y su Cordero, Único Rey, Dueño y Señor de los corazones. La soberbia se apodera del alma como consecuencia de escuchar la voz sibilina de la Serpiente Antigua, antes que escuchar la dulce voz del Sagrado Corazón de Jesús; así, el hombre se hace partícipe del pecado angélico y del pecado de los Primeros Padres, convirtiendo su corazón en una piedra, dura y fría, impermeable al Amor Divino, que en Cristo se vuelve ejemplo y fuente de amor y humildad; la soberbia es el peor de los pecados y la raíz de todos los males del hombre, porque le hace creer que no necesita de la salvación de Dios, ofrecida por el sacrificio en cruz de Cristo Jesús y donada a través de la gracia sacramental; la soberbia hace creer al hombre que él es su propio dios, condenándolo irremediablemente a la perdición porque así rechaza a Cristo, muerto y resucitado, que en la cruz es la única Puerta abierta al cielo; Jesús es la Puerta de las ovejas, Puerta que conduce al Reino de los cielos y quien no se salve por Él, no se salvará. El alma soberbia no quiere arrodillarse ante la cruz, no quiere confesar sus pecados, no quiere recibir a Cristo en la comunión, no quiere entronizar a Cristo en su corazón, y lo desplaza, para reemplazarlo por una imagen de sí misma, una imagen arrogante y orgullosa que nada quiere saber de Dios y su Reino. Jesús Eucaristía, queremos reparar por el pecado de soberbia, que lleva al alma a despreciar la Voluntad de Dios, manifestada en los Mandamientos, para reemplazarlos por sus propios mandamientos. Jesús, te pedimos, para nosotros y para todo el mundo, un corazón manso y humilde como el tuyo, y un amor ardiente por la Divina Voluntad, para que cumpliéndola con todo el amor del que seamos capaces, nos asemejemos a Ti, que obedeciendo la Voluntad del Padre, te anonadaste en la Encarnación y te humillaste en la Pasión para salvarnos.

Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo también por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco y por las benditas almas del Purgatorio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El trece de mayo en Cova de Iría”.


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