domingo, 9 de marzo de 2025

Hora Santa en reparación por misa negra satánica en Catemaco México 070325

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el horrible sacrilegio cometido en el pueblo mexicano de Catemaco, en el que se celebran con suma frecuencia sacrílegas “misas negras”, a cargo de siniestros brujos, hechiceros y magos al servicio del Ángel caído, Satanás. Para mayores detalles acerca de esta abominación que clama al Cielo, consultar el siguiente enlace:

https://www.infocatolica.com/blog/infories.php/2503070956-misa-negra-en-catemaco-mexico

Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         El amor de la Santísima Trinidad hacia nosotros los hombres es tan incomprensible, que no solo ha dejado en nuestras manos, en el sentido de nuestro libre albedrío, sino también ha facilitado en grado sumo, al punto de bastar acceder a los Sacramentos, el hacernos partícipes de su vida divina, de su Amor Trinitario, de su naturaleza celestial. ¡Y somos tan necios que dejamos de lado la gracia de los Sacramentos, por la nada y el barro del oro del mundo!

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Si a alguien se le ofreciera, en un supuesto caso, adquirir la inteligencia, la hermosura, la perfección de los ángeles, que aun siendo creaturas creadas por Dios no dejan de ser admirables, este tal, de ninguna manera dejaría pasar la ocasión de adquirir tales perfecciones, porque mucho antes que pensar en las perfecciones de una naturaleza superior, como la angélica, envidiamos las cualidades y perfecciones de naturalezas inferiores a la nuestra, a la naturaleza humana, porque si de nosotros dependiera, adquiriríamos la fuerza del león, la velocidad del leopardo, el vuelo del águila, etc. Si esto es así, debe causarnos una profunda vergüenza el comprobar cómo los esplendores infinitos y eternos de la naturaleza divina están a nuestro alcance y apenas con un pequeño esfuerzo de nuestra parte y aun así los desaprovechamos[1]. ¿Dónde está nuestra fe en los Santos Sacramentos de la Santa Iglesia Católica, que nos conceden la participación en la vida divina trinitaria?

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Supongamos, dice un autor[2], que Dios resumiera en un solo hombre todas las maravillas de la Creación; supongamos que este hombre fuera más fuerte que el león, más hermoso que la aurora, más refulgente que el sol, más radiante incluso que los querubines. Supongamos que ese tal aventurara todos esos bienes en una jugada de dados. ¿Quién contemplaría sin estremecerse tamaña locura? Pero nosotros demostramos poseer una locura en grado mayor cuando vendemos nuestra intimidad con Dios, cuando regalamos por nada el esplendor del sol divino, la fuerza de las virtudes divinas a la carne miserable, hija de la corrupción, hermana y madre de gusanos. Por eso, debemos pedir a los ángeles de paz que lloren la profanación de tantos tesoros divinos, por parte de los hombres desagradecidos.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         Aquellos que tienen todavía los ojos puros y el alma sana, guarden con honor su dignidad; están en el deber de amar con todas las fibras de su corazón a su Padre, el Padre de las luces. Si los planetas pudieran darse cuenta de su belleza, se mostrarían reconocidos al sol, ya que gracias a la luz recibida de él se convirtieron en su imagen resplandeciente. Si cada quien expresa su amor a su semejante, ¿no debemos elevarnos de la tierra hacia Dios con un pensamiento de parentesco y semejanza, ya que hemos recibido este parentesco con Dios por la gracia?

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Los católicos debemos tomar ejemplo de algunos de los filósofos paganos pre-cristianos, porque ellos, esclarecidos por la sola razón natural, tenían un gran aprecio por la dignidad humana: para ellos, el hombre constituía una obra maravillosa, era el corazón del mundo, el rey de la creación[3]. Si el hombre, a la luz de la razón natural, encarnada en los más lúcidos filósofos paganos pre-cristianos, aparecía tan grande y majestuoso, ¿qué será entonces a la luz de la fe, ya que por la gracia se convierte en hijo adoptivo de Dios, partícipe de la vida del Ser divino trinitario, heredero del Reino de los cielos? Abramos los ojos del alma y sigamos el consejo de San Juan Crisóstomo: “Os ruego y os suplico que no permitáis que los más bellos dones del cielo (aquéllos que hemos recibido por la gracia de Cristo) aumenten a causa de su misma grandeza, el pecado de nuestra negligencia”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 

 



[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1951 29.

[2] Cfr. Scheeben, ibidem, 29.

[3] Cfr. Scheeben, ibidem, 30.


martes, 4 de marzo de 2025

Hora Santa en reparación por atentado sacrílego contra la Santa Misa por parte de un sacerdote católico el cual disfraza a su mascota perruna como si fuera acólito en diócesis de Barreto, Brasil 120225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido contra la Santa Misa por parte de un clérigo en Brasil, quien desde hace años disfraza de “monaguillo” a su mascota perruna, haciéndolo subir al presbiterio y participar de toda la Santa Misa.


Canto de entrada: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Cuando deseamos la gloria mundana y sabemos que tal o cual persona puede proporcionárnosla de algún modo, no escatimamos esfuerzos para acercarnos a esa persona. Y, sin embargo, a Dios, Quien es la Gloria Increada y Quien desea comunicarnos de su gloria infinita a través de los sacramentos, que es la gracia santificante, le rehuimos su compañía, nos alejamos de Él, de su Iglesia, de sus sacramentos, de su Presencia sacramental en la Sagrada Eucaristía, como si fuera el más grande de los malhechores. ¡Cuánto lamentaremos nuestra insensata conducta, si no la corregimos a tiempo, si no nos acercamos a los Santos Sacramentos, sobre todo la Confesión y la Eucaristía, mientras hay tiempo!

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Si alguien es echado del consejo del rey, queda avergonzado e inconsolable, porque ha sido expulsado del círculo de su confianza. ¿Y para nosotros no resulta una amarga pérdida, una herida incurable, el vernos privados, por el pecado mortal, de la compañía, no ya de un rey terreno, sino de las Tres Divinas Personas, Dios Uno y Trino? De hecho, Dios mismo desprecia al que desprecia la comunión con su bondad, con su divinidad: semejante hombre se hace enemigo de su propio honor, de su razón, de sí mismo y de Dios[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Por otra parte, los honores descansan más en la opinión de los hombres que en la cualidad intrínseca. La voluntad de un rey puede hacer que alguien ocupe el puesto más apetecido, sin que para ello tenga aptitud o sea digno. Cuando la gracia nos comunica una dignidad divina, no solamente nos otorga el nombre, sino también la perfección divina, pues, según los teólogos, ella sobrenaturalmente hace que nuestra alma se parezca a Dios.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Según San Cirilo de Alejandría, “somos participantes de la naturaleza divina por la unión con el Hijo y el Espíritu Santo; no solo de nombre, sino en la realidad, cuantos hemos creído somos semejantes a Dios, pues hemos sido revestidos de una beldad que sobrepasa la de cualquier creatura. Cristo se ha formado en nosotros de una manera inefable y no como una creatura en otra, sino como Dios en la naturaleza creada, transformando, por el Espíritu Santo, la creación, esto es, a nosotros mismos, en su imagen, elevándola a una dignidad sobrenatural”[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Santo Tomás dice: “Lo que en Dios es esencial y substancial, en el alma que por la gracia participa de la caridad divina es como una cualidad agregada a su naturaleza”[3]. Los Padres aplican a este misterio diversas imágenes: San Atanasio compara la divinidad con el ámbar o bálsamo, que comunica su suavidad a los objetos que toca, o también con el sello que con la cera blanda deja grabada su imagen. Dice San Gregorio Nacianceno que nuestra naturaleza está íntimamente unida a Dios por la gracia y que participa de sus propiedades, al igual que una gota de agua, arrojada a un vaso de vino y absorbida por éste, toma el mismo color, olor y sabor. Santo Tomás, siguiendo a San Basilio, nos evoca la imagen del hierro: de sí rudo, frío e informe, se vuelve ardiente, luminoso, sensible, flexible, cuando se lo coloca en el fuego y éste lo penetra; es de notar que no por eso pierde su esencia. El que sabe que Dios es la luz más pura, el fuego del amor eterno, comprenderá sin dificultad, cómo, al abajarse con toda su gloria hasta su creatura y al admitirla en su seno sin aniquilarla, la puede penetrar de su luz y de su ardor, hasta el punto de hacer desaparecer su poquedad natural y su debilidad, de suerte que parece quedar completamente absorbida en Dios[4]. Esto sucede místicamente con el alma que comulga en estado de gracia, con el alma que, en estado de gracia, se funde con el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 

 

 

 



[1] Cfr. José Matías Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1951 27.

[2] De Trin. 1.4.

[3] S. Th. 1. 11, q. 110, a. 2, ad. 2.

[4] Cfr. Scheeben, ibidem, 28.

viernes, 21 de febrero de 2025

Hora Santa en reparación por profanación de la Santa Misa en Brasil en donde una ministra anglicana concelebró y comulgó 200225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de la Santa Misa ocurrida en Brasil, en donde el arzobispo del lugar permitió que una “ministra” anglicana “concelebrara” (¡?) y además le permitió ¡comulgar!, lo cual está prohibido para quien no haya recibido los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. Para mayores datos acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=0jX6gLNkRoE&t=2s

Canto de entrada: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Es causa de asombro comprobar con cuánta ligereza los católicos cambiamos la dignidad infinita de la gracia santificante, por los barros y lodos del pecado y su indignidad[1]. Es como si un príncipe, nacido en un palacio de marfil y en cuna de oro, cambiara su dignidad real por la mendicidad; el oro y la plata, el cedro y el ciprés de su mobiliario real, por mendrugos de pan y por harapos como vestimenta. ¿Qué nube oscura, de origen maligno, ciega las mentes de los católicos, que tan despectivamente desprecian la gracia santificante de los Sacramentos?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Con la gracia sucede como con el que escala una montaña y, por un descuido negligente de su parte, pierde el equilibrio y cae de las alturas a las que había llegado. De la misma manera, cuanto mayor es la altura que conseguimos mediante la gracia, tanto más profunda es la caída, si llegamos a perderla. Un ejemplo que prefigura lo que decimos es Nabucodonosor: era un rey poderoso, invencible, con un reino inmenso, que luego fue transformado en un animal (cfr. Dn 4,30). Lo mismo sucede con el alma que pierde la gracia: de ser superior a los ángeles, por participar en la vida trinitaria, a ser rebajada a un nivel inferior a las bestias irracionales.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Es por esta razón que es imperioso reconocer, desde un principio y no cuando ya la hemos perdido, la hermosura celestial y sobrenatural que la gracia santificante concede al alma. Así, al apreciarla, el alma tendrá el mundo a sus pies, pues valdrá más que todo el universo visible e invisible juntos, porque participa de la vida de la Santísima Trinidad, de las Tres Divinas Personas. Si por la gracia hemos sido colocados en el cielo mismo, estando todavía en la tierra, ¿por qué habría un alma de revolcarse en el fango de la tierra y del pecado?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Ya los filósofos paganos comprendieron, con su razón natural, que el amor a los bienes de aquí abajo es insensato cuando se lo compara con el cielo, con los astros. Decía uno de ellos: “Si se diera a las abejas la inteligencia humana, repartirían su pequeño dominio en numerosas provincias, como acostumbran hacerlo los reyes de la tierra”. Otro afirmaba: “Si miráramos a nuestro planeta desde el sol o desde la luna creeríamos ver un pequeño círculo: los reinos más dilatados, sin hablar de los campos y las praderas, aparecerían como puntos imperceptibles”. Si unos filósofos paganos, con la luz de su sola razón natural, se daban cuenta que los bienes de esta vida son nada si los comparamos con los del cielo, ¡cuánto más nosotros, iluminados por la luz de la gracia santificante, no debemos considerar como motas de polvo a las montañas de oro y plata, cuando la comparamos con el más mínimo grado de gracia, el mayor bien celestial concedido a nosotros los hombres por la Divina Misericordia!

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Entonces, al contemplar y reflexionar que, por la gracia santificante, obtenida al precio altísimo de la Sangre del Cordero de Dios en el Sacrificio del Calvario, Sangre que es derramada cada vez de modo sacramental e incruento en el Cáliz de salvación, en la Santa Misa, hagamos el propósito de que nuestro comportamiento, nuestros actos cotidianos, sean acordes a dicha gracia y el único modo en que lograremos este objetivo, es imitando a los Sagrados Corazones de Jesús y María. Cuando nos acerquemos a recibir, por la Comunión Eucarística, al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, le pidamos a la Madre de Dios que sea Ella quien comulgue por nosotros, para que este Tesoro infinito que es el Corazón Eucarístico de Jesús derrame sus gracias sin medida sobre nuestros pobres corazones.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1945 24.


jueves, 20 de febrero de 2025

Hora Santa en reparación por exposición blasfema titulada ‘La Venida de Cristo’ en instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) 170225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por exposición blasfema titulada La Venida de Cristo en instalaciones de la Universidad Nacional de México. Para mayor información acerca de este desgraciado sacrilegio, consultar el siguiente enlace:

https://www.infobae.com/mexico/2025/02/09/conservadores-califican-de-aberrante-e-hipocrita-la-exposicion-la-venida-del-senor-en-la-unam/

Canto de entrada: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

La gracia santificante que nos conceden los Sacramentos, es el mayor don que Dios puede hacernos, no solo en esta vida terrena, temporal, sino también en la otra vida, en la eterna, puesto que la gloria de la cual gozan los bienaventurados en los Cielos eternos, no es otra cosa que el completo desarrollo de la gracia[1][1]. De ahí que el mayor bien que un alma pueda conseguir en esta vida sea la gracia y de ahí que, quien muera en gracia, se puede decir que no muere, sino que comienza a vivir en la eternidad, con la Vida misma del Ser divino Trinitario, con la Vida Increada del Acto de Ser divino Trinitario.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

          Por esto mismo, la gracia es la fuente que salta hasta la vida eterna; es la raíz de la gloria y de la bienaventuranza en los cielos eternos. Dice el Apóstol: “El precio del pecado es la muerte, mas la gracia de Dios es la vida eterna” (Rom 6, 23). Si, como dice el Apóstol, la gracia de Dios es la vida eterna, entonces no sólo debe conducirnos a ella, sino que debe contenerla, ya en germen, cuando la recibimos en el tiempo, en esta vida. Por esto mismo, debemos atesorarla y conservarla y acrecentarla, con el mayor de los cuidados y con más ahínco todavía con el que el avaro cuida y acrecienta su tesoro.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

          Si la gracia es la vida eterna y la mayor de las fortunas, entonces la pérdida de la gracia y el estado de pecado es el mayor de los infortunios, la mayor de las desgracias. Por esto, el pecado es un mal mayor que la muerte, que es su castigo; de igual modo, la gracia debe ser un bien más preciado que la gracia celeste, pues por aquella merecemos esta.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         Un filósofo decía: “Colocadme en una mansión con abundancia de oro y plata; estas cosas no lograrán que yo crezca en mi propia estimación, porque estos objetos están cerca pero fuera de mí y así no pueden engrandecer en nada mi espíritu, aun cuando resplandezcan por fuera”. Por el contrario, la gracia sí puede engrandecer, y lo hace infinitamente, por encima de la naturaleza creada, a aquel que la posee, porque quien la posee, participa de la vida divina de la Trinidad. San Cirilo de Alejandría dice así: “La gracia de Cristo nos viste como de púrpura; nos coloca en una dignidad de la que no es posible hacerse una idea”. Y no nos podemos hacer una idea, porque no sabemos cómo es vivir viviendo con la vida de las Tres Divinas Personas como si fuera nuestra propia vida.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Un autor afirma que la gracia santificante es un honor inimaginable e impensable para el hombre: “Sacado (el hombre) de su bajeza y de su nativa oscuridad es transportado, cual otro Adán, sobre este mundo visible, sobre los animales, sobre los cielos, sobre la dignidad que los ángeles más bellos y poderosos tenían por naturaleza. Es de saber que los ángeles, según su naturaleza, no tienen la dignidad que nosotros adquirimos por la gracia. Si ellos no hubieran recibido de la generosidad divina esta gracia, serían inferiores a nosotros y en escala mayor que lo somos nosotros con relación a ellos según la naturaleza. Entonces, por la gracia nosotros, que somos inferiores a los ángeles por naturaleza, somos elevados a una categoría infinitamente mayor a la de los ángeles, puesto que por la gracia somos hechos partícipes de la filiación divina con la cual el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, es hija de Dios desde la eternidad.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 

 

 

 

 



[1] Cfr. Matías José ScheebenLas maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 23.


domingo, 16 de febrero de 2025

Hora Santa en reparación por profanación de reliquias de Santa María Goretti por parte de jóvenes católicos de la Comunidad del Cenáculo 270225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de las reliquias de Santa María Goretti por parte de jóvenes católicos pertenecientes a la “Comunidad del Cenáculo”. Los mismos se pusieron a bailar delante de las reliquias de la santa, de manera indecorosa, irrespetuosa y totalmente fuera de lugar, en vez de venerar las reliquias y de rezar delante de las mismas, como tradicionalmente se hace en la Iglesia Católica. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

https://adelantelafe.com/un-momento-del-vaticano-ii-bailando-frente-a-las-reliquias-de-santa-maria-goretti/

Canto de entrada: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

La gracia santificante que nos conceden los Santos Sacramentos de la Iglesia Católica es tan grandiosa que hasta los milagros de Nuestro Señor Jesucristo, como la resurrección de los muertos obradas por Él, palidecen ante la gracia[1]. En efecto, por la gracia santificante que recibe el alma en pecado mortal, que acude al confesionario para recibir el Sacramento de la Penitencia, su alma revive y, del estado de pecado mortal y de muerte eterna en el que se encontraba, pasa al estado de gracia y de participar en la vida de la Santísima Trinidad. Y a pesar de esto, ¡cuántos católicos desaprovechan la gracia, dejando pasar oportunidad tras oportunidad de acudir al Sacramento de la Penitencia, permaneciendo en estado de pecado mortal!

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Nos enseña San Juan Crisóstomo que todavía excede en mucho el resucitar un alma herida a resucitar un muerto[2]. Y en efecto, a menos que uno esté completamente ciego, ¿cómo puede preferir llevar una vida disipada, placentera, a introducir un alma a la vida eterna y a la gloria celestial, como lo hace la gracia? Si deseamos milagros para la conservación de nuestra vida terrena, ¿por qué no hemos de colaborar al milagro que, más que devolver la vida natural al alma, le concede la participación, no ya en la vida de los ángeles, lo cual sería algo asombroso, sino en la vida misma del Ser Divino Trinitario, en la Vida misma de las Tres Divinas Personas?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Para obtener la gracia, uno de los medios que tiene el cristiano, es el arrepentimiento y aunque tiene una eficacia maravillosa, no es el único: todos los actos buenos, sobrenaturales, realizados en estado de gracia, aumentan la gracia santificante en nuestras almas[3]. Cada grado de gracia adquirido nos coloca muy por encima de nuestra naturaleza y nos une íntimamente con Dios Uno y Trino. Si estuviera en nuestra posibilidad obrar milagros materiales o llevar a cabo con toda facilidad grandiosos trabajos, de seguro que pondríamos sumo empeño en usar de tal poder. Ahora bien, está en nuestras manos el acudir libremente a recibir el Sacramento de la Penitencia, para recuperar la gracia si la hemos perdido, o a recibir a la Gracia Increada y Fuente de toda Gracia, la Sagrada Eucaristía, para incrementar la gracia, si es que ya la poseemos.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Consideremos la eficacia de toda buena acción para aumentar la gracia y para merecer la gloria eterna: no dejemos pasar un solo instante sin amar a Dios, sin rogarle y adorarlo; avergoncémonos de emitir un suspiro que no sea para Él, para el Único Dios en sus Tres Divinas Personas. Alegrémonos con los Apóstoles por haber sufrido siquiera el más mínimo dolorcillo o molestia por Dios, uniendo esta mortificación al Santo Sacrificio de Cristo en la Cruz. Si conociéramos cuánto sirve para aumentar nuestra dignidad un solo acto de virtud, buscaríamos todas las ocasiones propicias para realizarlo.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Nadie sería tan cruel que rehusara curar a un enfermo o hacer rico a un pobre, si lo pudiera conseguir mediante una modesta limosna. ¿No somos mucho más crueles nosotros con nuestra alma cuando, a tan poco costo, le negamos un aumento de la gloria celestial? Imaginemos todas nuestras acciones del espíritu de fe y de caridad, convencidos de que por cada una de ellas adquirimos un grado superior de gracia, cosa que excede en hermosura a todo lo natural y aventaja en grandeza a los mismos milagros. ¡No dejemos pasar ninguna oportunidad de crecer en la gracia santificante, obrando obras de misericordia, corporales y espirituales, según nuestro estado y posibilidades!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 21.

[2] Serm. 169 (15 De Verbis Apostoli), c. II, n. 13.

[3] Cfr. Scheeben, ibidem, 22.