lunes, 16 de junio de 2025

Hora Santa en reparación por tráfico sacrílego de Hostias consagradas para ser utilizadas en misas negras o satánicas 260525

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrílego robo, tráfico y venta de Hostias consagradas para la realización de blasfemas “misas negras” o satánicas. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:

https://www.instagram.com/reel/DJHZyK1OLi0/?igsh=eTBucjNhOXpzZnE0&fbclid=IwY2xjawKh6nRleHRuA2FlbQIxMABicmlkETFyQjRxOFhaWUFkMjRUMU0xAR7wHyx7OXD22PCb_ONVrJpGuPcgi8DBNbH977gqj7vzLGiyQR6b9z5DFZ7POg_aem_yRdIdG7GCts6QuNKeFxDSQ

Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio de la Hora Santa y del rezo del Santo Rosario (misterios a elegir).

Primer Misterio.

Con relación a la acción de la gracia, que obra la participación del alma en la naturaleza divina, los Padres aplican a este misterio diversas imágenes. San Atanasio, por ejemplo, compara la divinidad con el ámbar o bálsamo, que comunica su suavidad a los objetos que toca, o también con el sello que en la cera blanda deja grabada su imagen. A su vez, San Gregorio Nacianceno afirma que nuestra naturaleza está íntimamente unida a Dios por la gracia y que participa de sus propiedades, al igual que una gota de agua, arrojada a un vaso de vino y absorbida por éste, toma el mismo color, olor y sabor. Santo Tomás, siguiendo a san Basilio, nos evoca la imagen del hierro: por sí mismo es duro, frío e informe, se vuelve ardiente, luminoso, flexible, cuando se lo coloca en el fuego y éste lo penetra; es de notar que no por eso pierde su esencia. Así, nuestro corazón, antes de recibir la gracia santificante, es como el hierro -duro, frío, negro-, mientras que, cuando la gracia obra sobre él, haciéndolo partícipe de la naturaleza divina, se convierte en una brasa ardiente: maleable al Divino Amor, rojo llameante, encendido en el fuego del Divino Amor.

Meditación.

Rezo del Primer Misterio. Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.

Segundo Misterio.

El que sabe que Dios es la luz más pura, el fuego del amor eterno, comprenderá sin dificultad, cómo, al abajarse con toda su gloria hasta su criatura y al admitirla en su seno sin aniquilarla, la puede penetrar de su luz y de su ardor, hasta el punto de hacer desaparecer su poquedad natural y su debilidad, de suerte que parezca quedar completamente absorbida en Dios[1]. Es decir, Dios es Luz Eterna; esa Luz Eterna brilla con todo su resplandor en la Sagrada Eucaristía y cuando comulgamos, no solo recibimos a esa Luz Eterna, sino que somos convertidos, por participación, en Luz Eterna. De la “nada más pecado” que somos, pasamos a ser partícipes de la luz y de la santidad divina trinitaria. Así es la maravillosa acción de la gracia santificante en el alma, que convierte a nuestras almas, que en sí mismas son tinieblas, en Luz Eterna por participación.

Meditación.

Rezo del Segundo Misterio. Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.

Tercer Misterio.

Para darnos una idea del valor de la gracia y de lo que perdemos con el pecado mortal, tomemos el siguiente ejemplo: supongamos que Dios resume en un solo hombre todas las maravillas de la creación, y así este hombre es más fuerte que el león, más bello que la aurora y que las flores del campo, más refulgente que el sol, más radiante que los querubines. Ahora supongamos que este hombre tan afortunado arriesga todos estos bienes en una jugada de dados. ¿Quién contemplaría sin estremecerse tamaña locura, semejante ingratitud? ¡Y nosotros vendemos nuestra intimidad con Dios, vendemos el esplendor del sol divino, la fuerza de las virtudes divinas a la carne miserable, hija de la corrupción, hermana y madre de gusanos! ¡Qué pensar ante un hecho tan desolador y por desgracia repetido a diario! Por eso, ante el pecado mortal de un solo hombre, los ángeles del cielo lloran, por así decirlo, lamentando tamaña insensatez. ¡Que Nuestra Madre, la Virgen de la Eucaristía, nos conceda la gracia de morir antes de cometer un pecado mortal o venial deliberado!

Meditación.

Rezo del Tercer Misterio. Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.

Cuarto Misterio.

Aquellos que, por la acción de la gracia santificante, tienen puros los ojos y el alma sana, procuren de guardar con celo y honor tan altísima dignidad; por la gracia de la filiación divina, tienen el ineludible deber de amar con todas las fibras de su corazón a su Padre, el Padre de las luces. Si los planetas pudieran darse cuenta de su belleza, se mostrarían sumamente reconocidos al sol, ya que gracias a la luz recibida de él se convirtieron en su imagen resplandeciente. Un príncipe profesa amor a sus antepasados, un hijo a su padre, cada cual a su semejante. ¿Y por qué nosotros, los católicos, convertidos en hijos de Dios por la gracia de la filiación no elevamos, desde nuestra nada, el sentimiento de parentesco y semejanza hacia nuestro Padre Dios?

Meditación.

Rezo del Cuarto Misterio. Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.

Quinto Misterio.

Como católicos, como hijos de Dios, debemos tener un aprecio por nuestra dignidad de hijos de Dios, que el que los filósofos paganos, esclarecidos por la razón, de la dignidad humana. Para los grandes filósofos pre-cristianos, como Aristóteles, Platón, Sócrates, el hombre constituía una maravilla, la médula, el corazón del mundo, el rey de la creación y tenían razón en hacer estas consideraciones, puesto que esa es la realidad. Entonces, si el hombre a la luz de la razón aparecía tan grande, ¿qué será a la luz de la fe? Abramos los ojos de nuestra alma y sigamos el aviso de San Juan Crisóstomo: “Os ruego y os suplico que no permitáis que los más bellos dones del cielo (aquéllos que hemos recibido por la gracia de Cristo) aumenten a causa de su misma grandeza, el pecado de nuestra negligencia”. Pidamos a Nuestra Madre del Cielo, Nuestra Señora de la Eucaristía, que interceda por nosotros para que no seamos víctimas de nuestra propia negligencia, como nos advierte San Juan Crisóstomo y para que siempre tengamos en tan alta estima a la gracia santificante, que elijamos siempre morir antes que perderla por el pecado mortal o venial deliberado.

Meditación.

Rezo del Quinto Misterio. Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por las intenciones del Santo Padre y por las Almas del Purgatorio.

Canto de salida: “Los cielos, la tierra y el mismo Señor Dios”.

 



[1] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Herder, Barcelona 1051 16.


miércoles, 14 de mayo de 2025

Hora Santa en reparación por profanación de iglesia católica al bendecir a practicantes de vudú en el templo San Pablo, Brasil 260125

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de un templo católico en San Pablo, Brasil, por parte de un sacerdote católico, al impartir de modo inadecuado -y por lo tanto, cometiendo un sacrilegio- a practicantes de una espiritualidad satánica como es el vudú.

Canto de entrada: “Oh, Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Cuando observamos la diversidad de las criaturas, vemos que unas son más perfectas que otras, de manera que todas forman una escala armónicamente graduada en cuyo término Dios ocupa el único lugar transcendente. Hay cuerpos sin vida, como las piedras y los metales; otros poseen una vida primitiva, como las plantas; luego los animales tienen además sensibilidad y movimiento; finalmente, el hombre posee la razón, mediante la cual puede conocer y amar seres que carecen de cuerpo. Sobre el hombre se encuentran los espíritus puros, invisibles a nuestra vista, cada uno de los cuales tiene su perfección propia; a estos seres los llamamos “ángeles” y estos se dividen a su vez en ángeles caídos, los que se rebelaron contra la Santísima Trinidad y los ángeles de Dios, los que se mantuvieron fieles. Por último, en un puesto infinitamente más elevado se encuentra la naturaleza divina; ninguna criatura se le parece en espiritualidad; ninguna tiene en sí capacidad para contemplar a Dios tal como es, ni de sumergirse en él por el amor. Comparadas con el sol divino, las otras naturalezas no pasan de ser tinieblas y son incapaces de reflejar naturalmente la perfección divina[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Esta naturaleza divina, por el infinito poder de su caridad, atrae a la nuestra, la adopta en su seno por la gracia, sumergiéndola como se sumerge el hierro en el horno. Es por esta acción de la gracia, recibida en el Bautismo Sacramental, que pertenecemos a la raza de Dios, como la palmera al reino vegetal y el león al animal. Por increíble que pueda parecer y aunque no seamos capaces de entenderlo -y tampoco de agradecerlo como se debe-, por la gracia conseguida por el Sacrificio en Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, la promesa divina, “Seréis como dioses”[2], se hace realidad, puesto que la gracia nos diviniza, sublimando nuestra naturaleza humana en partícipe de la naturaleza divina.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Si Dios eligiera, de entre todos los hombres y todos los ángeles, una sola alma para comunicarle el resplandor de la dignidad divina, esta alma haría palidecer la hermosura del sol, de la naturaleza entera y de todos los espíritus puros; dejaría sin palabras y llenos de admiración, no sólo a los mortales, sino hasta a los mismos ángeles, quienes se verían como tentados de adorarla, como si fuera el mismo Dios en persona. Siendo esto así en la realidad, por la gracia santificante, ¿cómo es posible que hagamos tan poco caso de este mismo bien, siendo así que se nos dispensa con tanta prodigalidad? ¿Cómo puede ser que no solo la ignoremos a la gracia, sino que tengamos preferencia por su exacto opuesto, el pecado? ¿Puede ser posible tanta ingratitud por parte nuestra?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Cuando queremos conseguir algo, ya sea por ambición, o por amor propio, o por deseo de alcanzar dinero o vanagloria mundana, no dejamos esfuerzo por hacer, para acercamos a aquellos que el mundo llama “grandes”. Y, sin embargo, ¡despreciamos la intimidad de Dios, la participación en el gozo y en el Amor Divino que Dios nos concede con tanta liberalidad! También sucede que cuando alguien es echado del consejo del rey queda avergonzado e inconsolable. Sin embargo, es inconcebible que para nosotros no resulta en absoluto, ni una amarga pérdida, ni mucho menos una herida incurable el vernos privados, por el pecado mortal, de la compañía de Dios, del Amor infinito y eterno de su Sagrado Corazón, el no pertenecer ya a su raza, el ser expulsado de su familia. De hecho, Dios mismo desprecia al que desprecia la comunión con su bondad, con su divinidad; semejante hombre se hace enemigo de su propio honor, de su razón, de sí mismo y de Dios. esta ingratitud de nuestra parte se hace todavía más agraviante para con Dios cuando sabemos, porque así nos dicen los teólogos que, al concedernos la gracia, Dios no solo nos comunica la dignidad divina sino también la perfección divina y es por esta gracia que nuestra alma se parece sobrenaturalmente a Dios.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Las palabras de San Cirilo de Alejandría, en relación a qué tipo de acción divinizante realiza la gracia santificante en nuestras almas, son contundentes. Dice así el santo: “Somos participantes de la naturaleza divina por la unión con el Hijo y el Espíritu Santo; no sólo de nombre, sino en realidad, cuantos hemos creído somos semejantes a Dios, pues hemos sido revestidos de una beldad que sobrepasa la de cualquier criatura. Cristo se ha formado en nosotros de una manera inefable y no como una criatura en otra, sino como Dios en la naturaleza creada, transformando, por el Espíritu Santo, la creación, esto es, a nosotros mismos, en su imagen, elevándola a una dignidad sobrenatural”. Es decir, la gracia nos hace real y verdaderamente participantes de la naturaleza divina trinitaria, nos hace semejantes a la Trinidad, haciendo de nosotros nuevas creaturas. De esto resulta inconcebible e incomprensible que despreciemos e ignoremos a la gracia santificante que nos comunican los Santos Sacramentos. Hagamos el propósito, si por lo pronto no reconocemos y agradecemos el don del infinito Amor Divino que la gracia implica, de al menos apreciar este don y elevar plegarias de adoración a la Santísima Trinidad por un don tan inefable y tan inmerecido de parte nuestra.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 


sábado, 15 de marzo de 2025

Hora Santa en reparación por misa negra realizada para consagrar a Satanás al Capitolio de Kansas, EE.UU., el 280325

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la misa negra satánica programada por el grupo satanista “The Satanic Grotto”, cuyo objetivo es “consagrar el Capitolio a Satanás”. En el evento, denominado por sus organizadores “Black Mass Capitol”, se realizarán rituales blasfemos y se proclamará la siguiente consigna: “Dios caerá y Kansas será abrazado por la llama negra de Lucifer”. Puesto que toda misa negra satánica y toda alabanza al Ángel caído es una grave ofensa al Hombre-Dios Jesucristo, el Único Dios a quien se debe honor, adoración y alabanza, consideramos inaceptable este evento sacrílego y proponemos realizar esta Hora Santa en reparación por el mismo. Para mayor información acerca del evento programado por el grupo satanista, consultar el siguiente enlace:

https://www.facebook.com/events/1572332443394459/?acontext=%7B%22event_action_history%22%3A[]%7D

Canto de entrada: “Oh, Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Nunca debemos apartarnos de la vida sacramental, es decir, de la recepción de los Santos Sacramentos de la Iglesia Católica, puesto que los mismos nos conceden la gracia santificante y, por la gracia, nos hacemos partícipes de la naturaleza divina y esta participación nos hace semejantes a Dios[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Según afirman los teólogos, en todos los seres se verifica una participación de la naturaleza divina. Todos ellos se asemejan a Dios más o menos en su vida, en sus fuerzas o en su actividad y manifiestan así la gloria divina. De igual manera que el Apóstol, podemos también nosotros contemplar la gloria invisible de Dios en las cosas creadas. Por ejemplo, en la majestuosidad del león, si bien de manera infinitamente remota, nos podemos dar una idea de la infinita majestuosidad del León de Judá, Cristo Jesús.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Ahora bien, las cosas creadas, aun cuando sean maravillosas por haber sido creadas con la sabiduría, la perfección y el amor de la Trinidad, son solo una débil expresión de la gloria de Dios: los vestigios que dejan tras de sí podríamos compararlos con a la huella dejada por el pie del hombre en tierra blanda. Esa huella acusa el paso del hombre: no pasa de ser una imagen de su pie; no refleja la naturaleza del hombre. De manera análoga sucede con la Creación: Dios es espíritu; los seres materiales, como obras de sus manos, le dan gloria, proclaman su sabiduría y su poder, pero no representan su naturaleza. Podemos entonces preguntarnos: si una simple huella de Dios, es tan magnífica y deslumbrante, ¿cómo será Aquel que dejó la huella?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Algo distinto sucede con nuestra alma y con los ángeles, que son espíritus puros, puesto que contienen ya una cierta imagen de la naturaleza divina, desde el momento en que son racionales, espirituales, libres. Sin embargo, estas naturalezas son finitas, sacadas de la nada, de una especie del todo distinta de la naturaleza divina. Vienen a ser algo así como la imagen de un hombre que en el lienzo reproduce un artista: dicha imagen no nos hace ver la figura, los rasgos, el color de la persona representada; siempre será inferior a la imagen reproducida por un espejo, puesto que la persona aparece aquí con su verdadero aspecto, su verdadera luz, con toda su belleza, su frescura, su vida. Del mismo modo, la naturaleza racional es del todo semejante a la divinidad, cuando se convierte en espejo inmaculado, cuando la refleja en toda su belleza. Penetrada y glorificada por el ardor divino, queda como transformada en Dios, queda verdaderamente deificada, divinizada, como un cristal que concentra los rayos solares, como el parhelio[2], imagen del sol.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Cuando decimos que nuestra alma participa de la naturaleza divina afirmamos que recibe la condición propia de Dios: en tal forma se vuelve semejante a su Creador que puede decirse, con los Padres, que está verdaderamente divinizada. Escribe San Dionisio: “La divinización es la asimilación y la unión más íntima posible con Dios”. Otro tanto nos enseña San Basilio: “El Espíritu Santo es fuente de un gozo sin fin que consiste en la asimilación de Dios. ¡Convertirse en Dios! Nada puede apetecerse de más bello”. No se trata pues de una identificación de nuestra sustancia con la sustancia divina, ni de una unión personal, hipostática, como la de Cristo, sino de una transfiguración de nuestra sustancia en la imagen de la naturaleza divina. De consiguiente para ello no hace falta que nos convirtamos en dioses falsos. Lo que Dios es por su naturaleza nos hacemos nosotros por gracia, por participación: somos su imagen sobrenatural, un reflejo de la gloria propia de Dios[3]. Y esto lo tenemos al alcance de los Sacramentos. ¡No nos alejemos nunca de los Santos Sacramentos, sobre todo la Penitencia y la Eucaristía!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1951 29.

[2] Fenómeno meteorológico que consiste en la aparición de manchas de luz en los puntos de intersección de un halo circular con otros arcos luminosos (Enciclopedia Universal Herder).

[3] Cfr. Scheeben, ibidem, 30.


domingo, 9 de marzo de 2025

Hora Santa en reparación por misa negra satánica en Catemaco México 070325

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el horrible sacrilegio cometido en el pueblo mexicano de Catemaco, en el que se celebran con suma frecuencia sacrílegas “misas negras”, a cargo de siniestros brujos, hechiceros y magos al servicio del Ángel caído, Satanás. Para mayores detalles acerca de esta abominación que clama al Cielo, consultar el siguiente enlace:

https://www.infocatolica.com/blog/infories.php/2503070956-misa-negra-en-catemaco-mexico

Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         El amor de la Santísima Trinidad hacia nosotros los hombres es tan incomprensible, que no solo ha dejado en nuestras manos, en el sentido de nuestro libre albedrío, sino también ha facilitado en grado sumo, al punto de bastar acceder a los Sacramentos, el hacernos partícipes de su vida divina, de su Amor Trinitario, de su naturaleza celestial. ¡Y somos tan necios que dejamos de lado la gracia de los Sacramentos, por la nada y el barro del oro del mundo!

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Si a alguien se le ofreciera, en un supuesto caso, adquirir la inteligencia, la hermosura, la perfección de los ángeles, que aun siendo creaturas creadas por Dios no dejan de ser admirables, este tal, de ninguna manera dejaría pasar la ocasión de adquirir tales perfecciones, porque mucho antes que pensar en las perfecciones de una naturaleza superior, como la angélica, envidiamos las cualidades y perfecciones de naturalezas inferiores a la nuestra, a la naturaleza humana, porque si de nosotros dependiera, adquiriríamos la fuerza del león, la velocidad del leopardo, el vuelo del águila, etc. Si esto es así, debe causarnos una profunda vergüenza el comprobar cómo los esplendores infinitos y eternos de la naturaleza divina están a nuestro alcance y apenas con un pequeño esfuerzo de nuestra parte y aun así los desaprovechamos[1]. ¿Dónde está nuestra fe en los Santos Sacramentos de la Santa Iglesia Católica, que nos conceden la participación en la vida divina trinitaria?

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Supongamos, dice un autor[2], que Dios resumiera en un solo hombre todas las maravillas de la Creación; supongamos que este hombre fuera más fuerte que el león, más hermoso que la aurora, más refulgente que el sol, más radiante incluso que los querubines. Supongamos que ese tal aventurara todos esos bienes en una jugada de dados. ¿Quién contemplaría sin estremecerse tamaña locura? Pero nosotros demostramos poseer una locura en grado mayor cuando vendemos nuestra intimidad con Dios, cuando regalamos por nada el esplendor del sol divino, la fuerza de las virtudes divinas a la carne miserable, hija de la corrupción, hermana y madre de gusanos. Por eso, debemos pedir a los ángeles de paz que lloren la profanación de tantos tesoros divinos, por parte de los hombres desagradecidos.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         Aquellos que tienen todavía los ojos puros y el alma sana, guarden con honor su dignidad; están en el deber de amar con todas las fibras de su corazón a su Padre, el Padre de las luces. Si los planetas pudieran darse cuenta de su belleza, se mostrarían reconocidos al sol, ya que gracias a la luz recibida de él se convirtieron en su imagen resplandeciente. Si cada quien expresa su amor a su semejante, ¿no debemos elevarnos de la tierra hacia Dios con un pensamiento de parentesco y semejanza, ya que hemos recibido este parentesco con Dios por la gracia?

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Los católicos debemos tomar ejemplo de algunos de los filósofos paganos pre-cristianos, porque ellos, esclarecidos por la sola razón natural, tenían un gran aprecio por la dignidad humana: para ellos, el hombre constituía una obra maravillosa, era el corazón del mundo, el rey de la creación[3]. Si el hombre, a la luz de la razón natural, encarnada en los más lúcidos filósofos paganos pre-cristianos, aparecía tan grande y majestuoso, ¿qué será entonces a la luz de la fe, ya que por la gracia se convierte en hijo adoptivo de Dios, partícipe de la vida del Ser divino trinitario, heredero del Reino de los cielos? Abramos los ojos del alma y sigamos el consejo de San Juan Crisóstomo: “Os ruego y os suplico que no permitáis que los más bellos dones del cielo (aquéllos que hemos recibido por la gracia de Cristo) aumenten a causa de su misma grandeza, el pecado de nuestra negligencia”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 

 



[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1951 29.

[2] Cfr. Scheeben, ibidem, 29.

[3] Cfr. Scheeben, ibidem, 30.


martes, 4 de marzo de 2025

Hora Santa en reparación por atentado sacrílego contra la Santa Misa por parte de un sacerdote católico el cual disfraza a su mascota perruna como si fuera acólito en diócesis de Barreto, Brasil 120225

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido contra la Santa Misa por parte de un clérigo en Brasil, quien desde hace años disfraza de “monaguillo” a su mascota perruna, haciéndolo subir al presbiterio y participar de toda la Santa Misa.


Canto de entrada: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Cuando deseamos la gloria mundana y sabemos que tal o cual persona puede proporcionárnosla de algún modo, no escatimamos esfuerzos para acercarnos a esa persona. Y, sin embargo, a Dios, Quien es la Gloria Increada y Quien desea comunicarnos de su gloria infinita a través de los sacramentos, que es la gracia santificante, le rehuimos su compañía, nos alejamos de Él, de su Iglesia, de sus sacramentos, de su Presencia sacramental en la Sagrada Eucaristía, como si fuera el más grande de los malhechores. ¡Cuánto lamentaremos nuestra insensata conducta, si no la corregimos a tiempo, si no nos acercamos a los Santos Sacramentos, sobre todo la Confesión y la Eucaristía, mientras hay tiempo!

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Si alguien es echado del consejo del rey, queda avergonzado e inconsolable, porque ha sido expulsado del círculo de su confianza. ¿Y para nosotros no resulta una amarga pérdida, una herida incurable, el vernos privados, por el pecado mortal, de la compañía, no ya de un rey terreno, sino de las Tres Divinas Personas, Dios Uno y Trino? De hecho, Dios mismo desprecia al que desprecia la comunión con su bondad, con su divinidad: semejante hombre se hace enemigo de su propio honor, de su razón, de sí mismo y de Dios[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Por otra parte, los honores descansan más en la opinión de los hombres que en la cualidad intrínseca. La voluntad de un rey puede hacer que alguien ocupe el puesto más apetecido, sin que para ello tenga aptitud o sea digno. Cuando la gracia nos comunica una dignidad divina, no solamente nos otorga el nombre, sino también la perfección divina, pues, según los teólogos, ella sobrenaturalmente hace que nuestra alma se parezca a Dios.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Según San Cirilo de Alejandría, “somos participantes de la naturaleza divina por la unión con el Hijo y el Espíritu Santo; no solo de nombre, sino en la realidad, cuantos hemos creído somos semejantes a Dios, pues hemos sido revestidos de una beldad que sobrepasa la de cualquier creatura. Cristo se ha formado en nosotros de una manera inefable y no como una creatura en otra, sino como Dios en la naturaleza creada, transformando, por el Espíritu Santo, la creación, esto es, a nosotros mismos, en su imagen, elevándola a una dignidad sobrenatural”[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Santo Tomás dice: “Lo que en Dios es esencial y substancial, en el alma que por la gracia participa de la caridad divina es como una cualidad agregada a su naturaleza”[3]. Los Padres aplican a este misterio diversas imágenes: San Atanasio compara la divinidad con el ámbar o bálsamo, que comunica su suavidad a los objetos que toca, o también con el sello que con la cera blanda deja grabada su imagen. Dice San Gregorio Nacianceno que nuestra naturaleza está íntimamente unida a Dios por la gracia y que participa de sus propiedades, al igual que una gota de agua, arrojada a un vaso de vino y absorbida por éste, toma el mismo color, olor y sabor. Santo Tomás, siguiendo a San Basilio, nos evoca la imagen del hierro: de sí rudo, frío e informe, se vuelve ardiente, luminoso, sensible, flexible, cuando se lo coloca en el fuego y éste lo penetra; es de notar que no por eso pierde su esencia. El que sabe que Dios es la luz más pura, el fuego del amor eterno, comprenderá sin dificultad, cómo, al abajarse con toda su gloria hasta su creatura y al admitirla en su seno sin aniquilarla, la puede penetrar de su luz y de su ardor, hasta el punto de hacer desaparecer su poquedad natural y su debilidad, de suerte que parece quedar completamente absorbida en Dios[4]. Esto sucede místicamente con el alma que comulga en estado de gracia, con el alma que, en estado de gracia, se funde con el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 

 

 

 



[1] Cfr. José Matías Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires 1951 27.

[2] De Trin. 1.4.

[3] S. Th. 1. 11, q. 110, a. 2, ad. 2.

[4] Cfr. Scheeben, ibidem, 28.