domingo, 17 de noviembre de 2024

Hora Santa en reparación por robo con fines satánicos de Hostias consagradas en una capilla de un hospital de Italia 140924

 



Inicio: ofrecemos esta Santa Misa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el robo con fines satánicos de Hostias consagradas ocurrido en la capilla de un hospital en Italia. Para más detalles acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=D8xFGSMoCCs

Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

La Santa Misa nos enseña a vivir en la paz de la infinita misericordia de Dios, porque según el Concilio de Trento, en el que se citan a los Padres de la Iglesia y en el que se resume la tradición y la teología del sacrificio, se afirma que “el Señor, serenado por la oblación del sacrificio concede la gracia y el don de la penitencia y remite los crímenes y los pecados, por más grandes que éstos sean”. Así se expresa el Concilio de Trento; y el Papa Inocencio III afirma que “por la inmolación de esta Hostia saludable nuestros pecados son remitidos y nosotros somos reconciliados con Dios Todopoderoso”. No hay nada más grandioso y de más valor entonces que el hecho de que Nuestro Señor Jesucristo obre por medio de sus ministros, los sacerdotes ministeriales, sobre el altar eucarístico, la oblación sacrificial que no es otra que la de la Santa Cruz y que Él aplica sobre las almas con todo su valor santificador[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

A través del ministerio de los sacerdotes, Jesús ofrece su Cuerpo inmolado y su Sangre derramada -por medio de las especies sacramentales-, por los pecados personales de cada uno de los bautizados y por los pecados de las multitudes de gentes. Por el hecho de ser Jesucristo el Hombre-Dios, la eficacia de su Sacrificio en la cruz del Calvario fue absoluta e infalible[2]. En la Santa Misa, la ofrenda se reproduce por la Iglesia y por un sacerdote anónimo -en el sentido de que puede o no ser conocido por el fiel laico- y que puede o no ser santo, pero aun así Jesús se ofrece sacramentalmente y nada puede quitar a esta ofrenda su carácter de identidad substancial con la ofrenda del Calvario. Y es también cierto que Dios, en su infinita misericordia, me perdona a causa de la oblación de Jesucristo, tanto sobre la cruz, como sobre el altar[3].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

San Belarmino afirma que la suma inmensa de satisfacción redentora fue derramada en el Calvario y que nosotros la alcanzamos y la hacemos nuestra gracias al misterio de nuestros altares, es decir, gracias al misterio de la Santa Misa. La Pasión aporta la remisión de los pecados como causa universal de salvación, dice Santo Tomás, pero la Pasión debe ser aplicada a cada persona en particular, debe ser alcanzada por la fe de cada persona y debe ser vivificada por la caridad y es por esto y para esto que se confecciona el Santísimo Sacramento del Altar, la Sagrada Eucaristía.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Entonces, tanto la Misa, como la Pasión, tienen un valor infinito, pero este valor es participado de una manera finita por la Iglesia según la intensidad de su amor y según el tiempo en el que viven sus hijos bautizados; el valor de la redención se aplica a cada generación por la mediación de la fe y de los sacramentos y es para este para el cual se instituye el Santísimo Sacramento del Altar, el Sacramento de la Eucaristía.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

El Cardenal Cayetano comenta así comenta así el texto de Santo Tomás (III, q 79): “La ofrenda de la Eucaristía, en razón de su propio valor, es suficiente para satisfacer por todas las penas; esta ofrenda es satisfactoria por todos los que la ofrecen y por todos los que es ofrecida, según la intensidad de su devoción. El resultado del primer punto es que la Misa es satisfactoria para todos los pecadores, tanto vivos como muertos; como tal, su valor es infinito, puesto que es el Cristo el que es ofrecido. El resultado del segundo punto es que una Misa única no pierde nada de su virtud satisfactoria para ser ofrecida por una, dos, tres personas”. La Santa Misa tiene entonces un valor infinito de redención, tanto para la Humanidad entera, como para una persona, tanto para vivos, como para difuntos, tanto para quienes aspiramos llegar al Cielo desde la tierra, como para quienes están purificando sus penas en el Purgatorio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 

 

 

 



[1] Cfr. Francois Charmot, S. j., La Messe, source de sainteté, Editorial Spes, París 190, 83.

[2] Cfr. Charmot, ibidem, 86.

[3] Cfr. ibidem.