Hora Santa en reparación por ultraje a Nuestra Señora de
Lourdes por parte del semanario satírico francés Charlie Hebdo Francia 280824
Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario
meditado en reparación por la blasfema, grotesca e insultante caricatura que la
revista francesa “Charlie Hebdo” realizó contra la Madre de Dios en su
advocación de Nuestra Señora de Lourdes, el pasado 28 de agosto de 2024. Los
cobardes se ensañan con la Virgen y el catolicismo, pero no se atreven a hacerlo
con el Islam, porque ya saben cómo les va.
Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies
humildemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
Jesús prometió que habría de hacer caer “fuego del
cielo” y que ya “quería verlo ardiendo”. Es obvio que no se trata del fuego
material, del fuego que destruye y quema todo a su paso: es el Fuego del
Espíritu Santo, que enciende en el fuego del Divino Amor a los corazones de los
fieles. Ahora bien, ¿Nuestro Señor, ya cumplió esa promesa, o falta todavía? Podemos
decir que, al menos en parte, la cumplió desde la Primera Misa, que fue la
Última Cena, porque en la Santa Misa Nuestro Señor hace descender, por medio
del sacerdote ministerial, al Espíritu Santo, que convierte las substancias del
pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús: “por
eso te pedimos que santifiques estos dones
con la efusión de tu Espíritu”[1].
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Este descenso del Espíritu Santo en la consagración, está
descripto en la oración Secreta de la Misa en memoria de San Juan María Vianney:
“Dios eterno y todopoderoso, te pedimos que descienda sobre este sacrificio
puro la plenitud invisible del Espíritu Santo, de manera que a imitación suya seamos
castos de cuerpo y puros de corazón, para poder aprovechar tan grande Misterio
(la Eucaristía, N. del R.)”[2].
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
El descenso del Espíritu Santo se produce entonces
durante la consagración de las especies del pan y del vino, para ser
convertidas en el Cuerpo y la Sangre del Señor; pero también se produce este
descenso en las almas de los fieles, según San Alfonso María de Ligorio: “Señor
Jesucristo, que el fuego de los holocaustos descienda del Cielo para consumir
nuestros corazones y hacerlos agradables para Ti” y nosotros agregamos que este
descenso se vuelve realidad cuando el alma en gracia recibe la Comunión
Sacramental, es decir, cuando Jesús ingresa en el corazón en gracia, Él sopla
sobre este corazón el Fuego que envuelve a su Sagrado Corazón Eucarístico, el
Espíritu Santo, para encenderlo en el Fuego del Divino Amor.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Es entonces en la Santa Misa en donde somos abrasados
por el Fuego del Divino Amor, ese Fuego que Jesús ha venido a traer y que
quiere verlo encendido en nuestros corazones, para que seamos un holocausto
agradable a Dios[3].
Para comprender la Presencia y el actuar del Espíritu Santo a lo largo de toda
la Misa, hay que recordar que Él es el Consagrador, el Santificador, el
Intercesor de todas las almas en la Santa Misa y aun más, el único principio de
la unidad de la Misa: “in unitate Spiritus Sancti”, “en la unidad del Espíritu
Santo”[4]. Es
decir, toda la Santa Misa está impregnada por la Presencia y el Obrar del Amor
de Dios, el Espíritu Santo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
En la Comunión de los Santos, que es una verdad de fe,
también está presente el Espíritu Santo, ya que la Alianza Nueva y Eterna, en
la que están comprendidos todos los hombres que aman a Cristo, es obra del
Espíritu Santo. El Padre, por Amor, determina que los hombres se unan a Él por
medio de la unión con la Sangre de su Hijo; la Sangre de Jesús, el Cordero de
Dios, prefigurada en la sangre que esparcía Moisés al pueblo desde el altar, y
la Alianza que con ella se establece entre Dios y los hombres, es imposible de
romper debido a la inviolabilidad de la unión hipostática -de la Segunda
Persona de la Trinidad con la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth- y de su
muerte redentora, mediante la cual infunde sobre las almas el Amor del Padre y
del Hijo, el Espíritu Santo.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.