sábado, 28 de septiembre de 2024

Hora Santa en reparación por blasfemia contra Nuestra Señora de Lourdes por parte de la revista francesa "Charlie Hebdo"

 


Hora Santa en reparación por ultraje a Nuestra Señora de Lourdes por parte del semanario satírico francés Charlie Hebdo Francia 280824

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la blasfema, grotesca e insultante caricatura que la revista francesa “Charlie Hebdo” realizó contra la Madre de Dios en su advocación de Nuestra Señora de Lourdes, el pasado 28 de agosto de 2024. Los cobardes se ensañan con la Virgen y el catolicismo, pero no se atreven a hacerlo con el Islam, porque ya saben cómo les va.

Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Jesús prometió que habría de hacer caer “fuego del cielo” y que ya “quería verlo ardiendo”. Es obvio que no se trata del fuego material, del fuego que destruye y quema todo a su paso: es el Fuego del Espíritu Santo, que enciende en el fuego del Divino Amor a los corazones de los fieles. Ahora bien, ¿Nuestro Señor, ya cumplió esa promesa, o falta todavía? Podemos decir que, al menos en parte, la cumplió desde la Primera Misa, que fue la Última Cena, porque en la Santa Misa Nuestro Señor hace descender, por medio del sacerdote ministerial, al Espíritu Santo, que convierte las substancias del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús: “por eso te pedimos que santifiques estos dones
con la efusión de tu Espíritu
[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Este descenso del Espíritu Santo en la consagración, está descripto en la oración Secreta de la Misa en memoria de San Juan María Vianney: “Dios eterno y todopoderoso, te pedimos que descienda sobre este sacrificio puro la plenitud invisible del Espíritu Santo, de manera que a imitación suya seamos castos de cuerpo y puros de corazón, para poder aprovechar tan grande Misterio (la Eucaristía, N. del R.)”[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

El descenso del Espíritu Santo se produce entonces durante la consagración de las especies del pan y del vino, para ser convertidas en el Cuerpo y la Sangre del Señor; pero también se produce este descenso en las almas de los fieles, según San Alfonso María de Ligorio: “Señor Jesucristo, que el fuego de los holocaustos descienda del Cielo para consumir nuestros corazones y hacerlos agradables para Ti” y nosotros agregamos que este descenso se vuelve realidad cuando el alma en gracia recibe la Comunión Sacramental, es decir, cuando Jesús ingresa en el corazón en gracia, Él sopla sobre este corazón el Fuego que envuelve a su Sagrado Corazón Eucarístico, el Espíritu Santo, para encenderlo en el Fuego del Divino Amor.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Es entonces en la Santa Misa en donde somos abrasados por el Fuego del Divino Amor, ese Fuego que Jesús ha venido a traer y que quiere verlo encendido en nuestros corazones, para que seamos un holocausto agradable a Dios[3]. Para comprender la Presencia y el actuar del Espíritu Santo a lo largo de toda la Misa, hay que recordar que Él es el Consagrador, el Santificador, el Intercesor de todas las almas en la Santa Misa y aun más, el único principio de la unidad de la Misa: “in unitate Spiritus Sancti”, “en la unidad del Espíritu Santo”[4]. Es decir, toda la Santa Misa está impregnada por la Presencia y el Obrar del Amor de Dios, el Espíritu Santo.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

En la Comunión de los Santos, que es una verdad de fe, también está presente el Espíritu Santo, ya que la Alianza Nueva y Eterna, en la que están comprendidos todos los hombres que aman a Cristo, es obra del Espíritu Santo. El Padre, por Amor, determina que los hombres se unan a Él por medio de la unión con la Sangre de su Hijo; la Sangre de Jesús, el Cordero de Dios, prefigurada en la sangre que esparcía Moisés al pueblo desde el altar, y la Alianza que con ella se establece entre Dios y los hombres, es imposible de romper debido a la inviolabilidad de la unión hipostática -de la Segunda Persona de la Trinidad con la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth- y de su muerte redentora, mediante la cual infunde sobre las almas el Amor del Padre y del Hijo, el Espíritu Santo.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Misal Romano, Plegaria II, 101.

[2] Cfr. Francois Charmot, La Messe, source de sainteté, Editorial Spes, París 1960, 58.

[3] Cfr. Charmot, ibidem, 58.

[4] Cfr. Charmot, ibidem, 59.


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