miércoles, 14 de mayo de 2025

Hora Santa en reparación por profanación de iglesia católica al bendecir a practicantes de vudú en el templo San Pablo, Brasil 260125

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de un templo católico en San Pablo, Brasil, por parte de un sacerdote católico, al impartir de modo inadecuado -y por lo tanto, cometiendo un sacrilegio- a practicantes de una espiritualidad satánica como es el vudú.

Canto de entrada: “Oh, Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Cuando observamos la diversidad de las criaturas, vemos que unas son más perfectas que otras, de manera que todas forman una escala armónicamente graduada en cuyo término Dios ocupa el único lugar transcendente. Hay cuerpos sin vida, como las piedras y los metales; otros poseen una vida primitiva, como las plantas; luego los animales tienen además sensibilidad y movimiento; finalmente, el hombre posee la razón, mediante la cual puede conocer y amar seres que carecen de cuerpo. Sobre el hombre se encuentran los espíritus puros, invisibles a nuestra vista, cada uno de los cuales tiene su perfección propia; a estos seres los llamamos “ángeles” y estos se dividen a su vez en ángeles caídos, los que se rebelaron contra la Santísima Trinidad y los ángeles de Dios, los que se mantuvieron fieles. Por último, en un puesto infinitamente más elevado se encuentra la naturaleza divina; ninguna criatura se le parece en espiritualidad; ninguna tiene en sí capacidad para contemplar a Dios tal como es, ni de sumergirse en él por el amor. Comparadas con el sol divino, las otras naturalezas no pasan de ser tinieblas y son incapaces de reflejar naturalmente la perfección divina[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Esta naturaleza divina, por el infinito poder de su caridad, atrae a la nuestra, la adopta en su seno por la gracia, sumergiéndola como se sumerge el hierro en el horno. Es por esta acción de la gracia, recibida en el Bautismo Sacramental, que pertenecemos a la raza de Dios, como la palmera al reino vegetal y el león al animal. Por increíble que pueda parecer y aunque no seamos capaces de entenderlo -y tampoco de agradecerlo como se debe-, por la gracia conseguida por el Sacrificio en Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, la promesa divina, “Seréis como dioses”[2], se hace realidad, puesto que la gracia nos diviniza, sublimando nuestra naturaleza humana en partícipe de la naturaleza divina.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Si Dios eligiera, de entre todos los hombres y todos los ángeles, una sola alma para comunicarle el resplandor de la dignidad divina, esta alma haría palidecer la hermosura del sol, de la naturaleza entera y de todos los espíritus puros; dejaría sin palabras y llenos de admiración, no sólo a los mortales, sino hasta a los mismos ángeles, quienes se verían como tentados de adorarla, como si fuera el mismo Dios en persona. Siendo esto así en la realidad, por la gracia santificante, ¿cómo es posible que hagamos tan poco caso de este mismo bien, siendo así que se nos dispensa con tanta prodigalidad? ¿Cómo puede ser que no solo la ignoremos a la gracia, sino que tengamos preferencia por su exacto opuesto, el pecado? ¿Puede ser posible tanta ingratitud por parte nuestra?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Cuando queremos conseguir algo, ya sea por ambición, o por amor propio, o por deseo de alcanzar dinero o vanagloria mundana, no dejamos esfuerzo por hacer, para acercamos a aquellos que el mundo llama “grandes”. Y, sin embargo, ¡despreciamos la intimidad de Dios, la participación en el gozo y en el Amor Divino que Dios nos concede con tanta liberalidad! También sucede que cuando alguien es echado del consejo del rey queda avergonzado e inconsolable. Sin embargo, es inconcebible que para nosotros no resulta en absoluto, ni una amarga pérdida, ni mucho menos una herida incurable el vernos privados, por el pecado mortal, de la compañía de Dios, del Amor infinito y eterno de su Sagrado Corazón, el no pertenecer ya a su raza, el ser expulsado de su familia. De hecho, Dios mismo desprecia al que desprecia la comunión con su bondad, con su divinidad; semejante hombre se hace enemigo de su propio honor, de su razón, de sí mismo y de Dios. esta ingratitud de nuestra parte se hace todavía más agraviante para con Dios cuando sabemos, porque así nos dicen los teólogos que, al concedernos la gracia, Dios no solo nos comunica la dignidad divina sino también la perfección divina y es por esta gracia que nuestra alma se parece sobrenaturalmente a Dios.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Las palabras de San Cirilo de Alejandría, en relación a qué tipo de acción divinizante realiza la gracia santificante en nuestras almas, son contundentes. Dice así el santo: “Somos participantes de la naturaleza divina por la unión con el Hijo y el Espíritu Santo; no sólo de nombre, sino en realidad, cuantos hemos creído somos semejantes a Dios, pues hemos sido revestidos de una beldad que sobrepasa la de cualquier criatura. Cristo se ha formado en nosotros de una manera inefable y no como una criatura en otra, sino como Dios en la naturaleza creada, transformando, por el Espíritu Santo, la creación, esto es, a nosotros mismos, en su imagen, elevándola a una dignidad sobrenatural”. Es decir, la gracia nos hace real y verdaderamente participantes de la naturaleza divina trinitaria, nos hace semejantes a la Trinidad, haciendo de nosotros nuevas creaturas. De esto resulta inconcebible e incomprensible que despreciemos e ignoremos a la gracia santificante que nos comunican los Santos Sacramentos. Hagamos el propósito, si por lo pronto no reconocemos y agradecemos el don del infinito Amor Divino que la gracia implica, de al menos apreciar este don y elevar plegarias de adoración a la Santísima Trinidad por un don tan inefable y tan inmerecido de parte nuestra.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne en Nombre del Señor”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.