jueves, 6 de diciembre de 2018

Hora Santa en reparación por profanación a la catedral de Viena con un concierto de rock, Austria 041218



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje cometido contra la Catedral de Viena, Austria, el pasado 04 de diciembre de 2018. El sacrilegio consistió en la realización, dentro de la Catedral, de un concierto de rock. En el siguiente enlace se puede leer el resto de la triste noticia:


         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Las reflexiones de un filósofo pre-cristiano y pagano como Séneca, nos pueden ayudar a valorar la gracia. Este filósofo, aun no siendo cristiano, experimentaba un gran rechazo por las riquezas materiales, desde el momento en que él advertía que las podemos tener, pero no ser lo bueno de ellas, porque sólo se pueden poseer exteriormente, pero no se pueden tener en el interior del alma[1]. Decía así: “Ponme en una casa riquísima; pon que pueda usar el oro y plata que quisiere; no me estimaré por estas cosas, las cuales, aunque estén junto a mí, están fuera de mí”[2]. Si alguien posee riquezas materiales, éstas no lo vuelven, a su poseedor, ni más bueno, ni más sano, ni más fuerte. Si alguien posee una gran cantidad de oro, por ejemplo, no verá su cuerpo cubierto de oro; incluso, si fuera rey de los mismos ángeles, no poseería el entendimiento de los mismos, ya que la mera posesión de estas riquezas materiales no llega a la persona, sino que queda fuera, sin darle ni su forma, ni su ser. No sucede así con la gracia, porque no sólo excede infinitamente a todo bien temporal y natural, sino que da de su mismo ser y grado a quien la tiene. La gracia, que es superior a toda riqueza natural, hace al que la tiene también superior a toda la naturaleza, elevándolo a su poseedor a un grado mayor y superior a cuantas naturalezas ha creado Dios en el cielo y en la tierra. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nuestros corazones estén fijos en la gracia y no en los bienes de la tierra!

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación

La superioridad de la gracia, como bien espiritual y celestial, se demuestra en que no sólo es superior a todo bien natural, sino en que concede, a quien la posee, la grandeza de su bondad y de su santidad, de manera que no ya el cuerpo, exteriormente, goza de la gracia, como sucede con los bienes materiales, sino ante todo es el alma la cual, en su esencia espiritual, la que recibe la grandeza de su majestad y santidad. Como afirman los santos, un grado de gracia tiene más valor que todo el universo, por lo que el que alcanza este grado de gracia, tiene más valor que todo el universo. La gracia es mayor que todos los milagros, por lo que el que posee la gracia, se puede considerar más afortunado que si hubiera recibido los más grandes milagros, como los relatados en el Evangelio. La gracia que justifica es la más grande de entre las obras divinas, porque pertenece al orden sobrenatural, de manera que quien la tiene, se realiza a un ser sobrenatural y estado divino. Es esto lo que dice San Cirilo Alejandrino: “Los que por la fe de Cristo fueron llamados, dejaron la vileza de su naturaleza y por la gracia de Cristo, que así nos honró, como vestidos de una resplandeciente púrpura, suben a una dignidad sobrenatural”[3]. ¡Cuántos, llevados por la vida mundana y los apetitos y deseos de este mundo, se desvelan por las riquezas materiales, sin darse cuenta de que un grado de gracia vale más que el universo entero! ¡Cuánta paz obtendrían para sus almas, si sus intereses estuvieran puestos en los bienes del cielo!

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

La inferioridad de las cosas materiales radica en que, además de ser inferiores a las cosas celestiales, no pueden comunicar al alma aquello que son, permaneciendo sólo en el ámbito de lo corporal, pero sin enriquecer el espíritu. Es decir, aun cuando se posean ingentes cantidades de bienes materiales, estos en nada pueden enriquecer al alma. No sucede así con la gracia, puesto que por ella, todo el ser del hombre es ensalzado por encima de la naturaleza y colocado en un estado sobrenatural. Al que está en gracia, Dios lo corona como rey de toda la creación, por encima de hombres y creaturas en estado natural. Y esto es así, aun cuando el hombre en gracia esté colmado de dolores, tribulaciones, pesares y angustias, porque más se aventaja un hombre en gracia, que los serafines y ángeles de las más perfectas esencias. Dionisio Cartujano dice así: “La preciosidad de la acción meritoria se toma por parte de la gracia, que hace al hombre grato a Dios, lo cual es una sobrenatural semejanza de la esencia divina, y por parte de la creatura racional, que por la gracia es constituida en ser sobrenatural”[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que nuestros corazones estén apegados al más grande de los bienes celestiales, la gracia santificante, que nos hace semejantes a Dios y partícipes de su naturaleza!

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario. 

Meditación.

Si la adquisición de la gracia eleva al hombre por encima de todo bien natural, su pérdida comporta, para el mismo hombre, la mayor y más grande de las desgracias. Un ejemplo bíblico está en Nabucodonosor, “que del trono más sublime del mundo fue abatido a ser bestia”[5]. La caída de ese rey poderoso, de quien dice el profeta Daniel (4, 7) que su grandeza llegó hasta el cielo y su poder hasta los fines de la tierra, que en una hora fue despojado de su majestad y de su reino y echado al campo con las fieras[6] y que terminó comiendo heno como un buey y durmiendo en los montes desiertos como oso; al que le crecieron los cabellos como plumas de águilas y las uñas se le encorvaron como a las arpías, éste rey, así transformado, es sólo una pálida imagen del alma que, arrojando de sí la corona de la gracia otorgada por Dios, se arroja en el pecado y se deja arrastrar por  las más innobles pasiones. Quien pierde la gracia, pierde mucho más que un reinado terreno y que una figura corporal, porque se abate a ser compañía, no de fieras o bestias salvajes, sino de demonios[7]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, infunde en nuestros corazones un gran horror por el pecado y un gran amor por la gracia, para que seamos siempre amigos e hijos de Dios y herederos del Reino!

         Silencio para meditar.      
        
         Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.   

         Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         El hombre cristiano debe conocer la dignidad sobrenatural que le otorga la gracia y vivir conforme a ella, es decir, no solo debe vivir alejado del mundo y sus atractivos, sino que debe vivir de manera tal que la conservación y el aumento de la gracia sean para él el objetivo constante de su vida. Quien desea vivir en la gracia, debe hacer el esfuerzo de despegar, de forma constante, su corazón, de las cosas de la tierra. Los filósofos antiguos, aun no conociendo las maravillas de la gracia, consideraban que si un alma llegaba a elevarse por encima de las estrellas y contemplar, desde allí, la nada a la que se reduce el mundo entero, entonces este hombre habría ganado para sí la paz del alma, pues tendría por poco más que nada el mundo entero y sus bienes materiales. Con mayor razón, el cristiano, que sabe cuánto vale el más pequeño grado de gracia, que es inmensamente mayor a todo el universo, debe tener por poco más que nada las riquezas y los atractivos de este mundo que pasa y que es solo figura del verdadero mundo y la verdadera vida, el Reino de los cielos y la vida eterna.

         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 36.
[2] Cfr. De Vita beata, cap. 25.
[3] In cap. 14 Joan.
[4] In 2, disp. 28, q. 2, sentent. Duranti.
[5] Cfr. Nieremberg, o. c., 39.
[6] Dios lo castigó con la enfermedad conocida como “locura zooantrópica” o “licantropía”.
[7] Cfr. Nieremberg, o. c., 39.

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