Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por la profanación sufrida por la Santa Misa en Seattle, Estados Unidos, al
realizarse en la misma un ritual pagano e idolátrico en el que se invocó a
espíritus malignos. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:
https://religionlavozlibre.blogspot.com/2022/11/danza-idolatrica-en-la-iglesia-de-san.html
Canto
de entrada: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
A la pureza del alma, que
debe procurarse para conservar la gracia, ha de ayudar la del cuerpo, porque el
cuerpo del justo es templo de Dios, es “templo del Espíritu Santo”[1]. Así
se expresa San Pedro Damiano: “El alma del hombre no está a propósito para el
don de la gracia divina, si no es que primero esté seca de todo humor de gusto
carnal”. Y San Crisóstomo dice: “La vida impura extingue el espíritu”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
San Bruno se expresa de la
siguiente manera, en relación a la pureza: “Si no se apagare el fuego inferior,
no podrá lucir el superior. La lujuria es el fuego inferior, pero el superior,
¿qué otra cosa es sino la gracia del Espíritu Santo?”. Y puesto que nuestro
cuerpo es templo del Espíritu Santo y nuestro corazón es el altar en donde solo
debe ser adorado Jesús Eucaristía, el único fuego que debe arder es el superior,
es decir, el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Al Espíritu Santo, la Sublime
Tercera Persona de la Santísima Trinidad, a quien lo recibimos cuando se nos infunde
la gracia, se lo debe hospedar no solo en un alma santa, sino también en un
cuerpo igualmente santo. La santidad del cuerpo ha de acompañar a la del
espíritu y así como la santidad del alma es la gracia, así la santidad de la
carne es la castidad y pureza.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Los Padres de la Iglesia,
aprendiendo del Apóstol, iluminado éste por la Sabiduría Divina que es
Jesucristo, afirmaban que el cuerpo es templo del Espíritu Santo, por acción de
la gracia santificante. Así se dice en las Escrituras: que el cristiano que ha
recibido la gracia “sepa poner el vaso de su cuerpo en santificación y honra,
no con la pasión de su deseo, como lo hacen los gentiles, que no conocen a Dios”.
La santificación y honra del cuerpo es guardarlo puro y casto; así, la castidad
es la santidad de la carne y la honra del hombre[2].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
La razón por la cual los
siervos de Dios que están en gracia, se han de esmerar hasta en lo más mínimo
en la pureza corporal, sin hacer aun los más mínimos pecados en esta materia, la
da el mismo Apóstol, que es el convertirse, por la gracia recibida, en templos
del Espíritu Santo. Escribiendo a los ciudadanos de Corinto, dice: “¿No sabéis
cómo vuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo que habita dentro de nosotros?”
(1 Cor 3, 17). Y otra vez repite: “No sabéis que sois templo de Dios y
el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, el
mismo Dios le destruirá” (6, 19). Pidamos la gracia de comprender y valorar el
don inestimable que significa el ser nuestros cuerpos templos del Espíritu
Santo por la gracia, para que no solo no lo profanemos, sino para que lo
conservemos, con el alma, puro y sin mancha hasta el encuentro definitivo con
el Señor Jesús.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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