miércoles, 13 de abril de 2022

Hora Santa en reparación por destrucción de imagen de la Virgen por soldados rusos 130422

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de una imagen de Nuestra Señora de Fátima por parte de soldados rusos. Para mayor información, consultar el siguiente enlace: https://www.eldebate.com/religion/20220412/soldados-rusos-asaltan-seminario-kiev-roban-caliz-destruyen-imagen-virgen.html

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Los frutos del Espíritu Santo se enseñan a los cristianos en el Catecismo, pero no para que solamente los sepan de memoria, sino para que sean una realidad, es decir, se los enseña para que luego, por la gracia de Dios, estos frutos se manifiesten a los demás, mostrando así al mundo que los cristianos no son solo cristianos de nombre, sino que son “otros cristos”[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

La raíz y el origen de los frutos del Espíritu Santo que el cristiano debe mostrar al mundo, es el Amor de Dios y así entre los frutos del Espíritu Santo se encuentra en primer lugar la caridad, que es el Amor mismo de Dios y no meramente el amor humano; por eso, con la gracia y caridad se da al hombre el Espíritu Santo, porque es el Amor Increado y Eterno, origen y principio de todo amor santo de Él participado.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Es por esto que dice el Apóstol: “La caridad de Dios se ha derramado en vuestros corazones por el Espíritu Santo que se os ha dado”. Ahora bien, a este amor de caridad es necesario que le siga el gozo, porque el que ama se goza y alegra con el amado y la caridad tiene siempre presente a Dios, a quien ama, como lo dice San Juan: “El que permanece en caridad, permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4). El gozo entonces es el segundo fruto del Espíritu Santo, siendo la caridad el primero.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

El tercer fruto del Espíritu Santo es la paz, porque es la perfección del gozo santo. Dice el Salmista que “sería mucha la paz de los que aman la Ley de Dios y no tendrán ofensión alguna” (Sal 118), porque no son turbados por las cosas exteriores, las cuales no le pueden quitar el gozar de su Dios. Además, tiene la paz porque su gozo está en una sola cosa, que es el gozo de Dios, sin desear nada que no sea Dios. Por esta razón, el que ama a Dios tiene paz en su corazón, porque no desea ninguna otra cosa.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Otros frutos del Espíritu Santo son la paciencia y la longanimidad, que permiten al alma no perder la paz por los males presentes, además de no permitirle que se aflija por la demora de los bienes que espera. Otros frutos son la bondad, la mansedumbre, la fe, la modestia, la continencia y la castidad. De esta manera, con los doce frutos del Espíritu Santo, se cierra la puerta a los desórdenes del alma y quien está en gracia debe vivir tan ordenadamente que en nada contradiga a la santidad del Espíritu Santo, que habita en el alma en gracia y le concede la vida divina[2].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 518.

[2] Cfr. Nieremberg, 520.

No hay comentarios:

Publicar un comentario