Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la propaganda blasfema de la
cadena de comida rápida “Burger King”, dirigida contra la Sagrada Eucaristía. Para
mayores datos, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Un
cristiano no puede nunca contentarse con simplemente ser “bueno”, puesto que la
gracia santificante concede la participación en la santidad de la Trinidad,
quien es Bondad Increada e Infinita. En otras palabras, quien está en gracia
santificante, no puede nunca ser un mero “filántropo”, no puede nunca
contentarse con ser “buena persona”, sino que debe aspirar a ser santo y la
santidad se muestra por obras y no por cualquier obra, sino por las obras de
misericordia corporales y espirituales[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Afirma
un autor que “es tan divina la grandeza de la gracia, que la vida del que está
en gracia debe ser perfecta”[2],
para corresponder así a la perfección de la gracia. Esto es así porque la gracia,
afirma este autor, no solo enriquece al alma con las virtudes infusas, para que
así dé los frutos del Espíritu Santo, sino que también “la adornan con los
dones del mismo divino Espíritu para que obre las bienaventuranzas con que el
Hijo de Dios dio principio a la ley de la gracia, encomendándola especialmente
a sus discípulos y a su Iglesia toda[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Una
primera bienaventuranza, a la que debe aspirar todo cristiano católico por
medio de la gracia, es la pobreza de espíritu, según lo dijo el mismo Señor
Jesucristo: “Bienaventurados los pobres de espíritu” (Mt 5). Esta pobreza la
viven quienes desprecian las honras y pompas del mundo, como así también las
riquezas materiales, puesto que estos son los instrumentos por los cuales se
proporcionan los deleites mundanos[4],
que alejan al alma de la unión con Cristo Pobre en la cruz.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Otra
bienaventuranza a la que debe aspirar el cristiano es la de la mansedumbre,
según el mismo Jesucristo: “Bienaventurados los mansos de corazón”, porque por
la virtud de la mansedumbre no solo refrenan la ira, sino que convierten sus
corazones en otras tantas copias vivientes del Sagrado Corazón de Jesús, manso
y humilde de corazón: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón”. Además,
con esta bienaventuranza, el cristiano imita y se hace partícipe de la
mansedumbre no sólo del Corazón de Jesús, sino también de la mansedumbre de la
Madre de Dios, María Santísima, cuyo Inmaculado Corazón es una imagen viviente
del Corazón de Jesús.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Otra
bienaventuranza que debe ser vivida por el cristiano es la que anuncia Jesús en
el Sermón de la montaña: “Bienaventurados los que lloran”: son aquellos que no
solo por la virtud de la templanza moderan los deleites y sus apetitos, sino
que también por un don divinísimo del Espíritu Santo, renuncian a estos
totalmente y no quieren tener parte de ellos; antes bien, buscan la vida
austera y mortificada y hacen penitencia[5],
para llorar por sus pecados en esta vida y así poder gozar de la felicidad
eterna en el Reino de los cielos.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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