jueves, 7 de abril de 2022

Hora Santa en reparación por profanación de Altar Eucarístico en Austria 040322

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación del Altar Eucarístico llevado a cabo en la Catedral de Viena, Austria. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://acnweb.com.mx/2022/03/04/obispo-progay-austriaco-ahora-pone-foto-de-hombre-semidesnudo-en-el-altar-por-cuaresma/

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Una vez que el pecador ha lavado sus culpas con la Sangre del Cordero, derramada a través del Sacramento de la Confesión, debe hacer el firme propósito de no volver a cometer ese mismo pecado y de alejarse de las ocasiones de caer. Sin embargo, esto aún no es suficiente, porque, como afirma un autor, las malas costumbres y vicios que llevaron al pecado, deben ser erradicadas por la práctica de las virtudes contrarias a dichos vicios[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Es por esta razón que el Espíritu Santo nos advierte que “no nos aseguremos del pecado ya perdonado” (Ecl 5, 5), porque aunque la culpa se haya quitado totalmente, no se arranca con ella el mal hábito que causó. Los Santos nos enseñan con sus vidas que aun después de haber tenido una revelación del cielo de que se les habían perdonado los pecados, hicieron grandes penitencias y pedían a Dios los limpiasen más. Arnolfo, príncipe de Lorena, luego que supo que Dios le había concedido perdón de sus pecados, comenzó a hacer más penitencias, retirándose de toda vida mundana[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

El profeta Natán le dijo al rey David de parte de Dios cómo le había perdonado su pecado: con todo eso el santo penitente comenzó a afligirse, a hacer rigurosa penitencia, a clamar al cielo, a pedir que Dios “le lavase más y más y que le limpiase de su pecado” (Sal 50), sabiendo que estaba ya limpio de la culpa, pero no de la pena, ni de los malos hábitos; y el mismo David no se cansaba de lavar sus pecados con lágrimas continuas, como confiesa de sí (Sal 6, 7). Tanta pena le daba a este santo rey el pecado ya perdonado, que lo lloraba cada día y así cada año de su vida, hasta el fin[3].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Esto mismo aconseja el profeta Jeremías: “Vierte lágrimas como un arroyo impetuoso, de día y de noche y no te des descanso y no calle la niña de tus ojos” por lo mucho que se debe de llorar y ha de durar la penitencia lavando los pecados. El mismo sentimiento le duró a San Pablo, como advierte San Agustín, para que lo tomemos como ejemplo: “Si el Apóstol llora aún los pecados perdonados después del bautismo, ¿qué nos queda que hacer a nosotros, que estamos puestos sobre el fundamento de los Apóstoles, sino es llorar? ¿Qué, sino es estar toda la vida con dolor?”. Luego agrega: “Siempre se duela uno y huélguese de dolerse y si aconteciera arrepentirse del dolor, siempre se duela; y no es bastante cosa que se duela, sino que con fe se duela y duélase de no haber tenido siempre dolor”.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

La culpa se perdona en un instante pero queda mucho tiempo que pagar la pena y que sanar la mala costumbre y así la medicina de la penitencia y las aguas saludables de las lágrimas han de durar hasta sanar por lo menos del hábito vicioso. Mucho hay que hacer después de la confesión pues queda la satisfacción; mucho hay que hacer después de perdonada la culpa pues queda por reparar la pena y quitar el vicio. Mucho queda después de adquirida la gracia, pues queda el asegurarla y el adelantarla[4].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d. 512.

[2] Cfr. ibidem, 512.

[3] Cfr. ibidem, 512.

[4] Cfr. ibidem, 512.

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