Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación eucarística
ocurrida en Chile. Para mayores datos acerca de este lamentable hecho,
consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios
a elección).
Meditación.
Es
verdad que se necesita contrición de corazón y la acción de la gracia
santificante que nos concede la participación en la vida de la Trinidad, pero
aun así, no todo está terminado en relación al pecado: es necesario quitar los
malos hábitos, hay que quitar las penas del pecado y luego hacer el esfuerzo de
perseverar en el estado de gracia en el que queda el alma luego de la
absolución dada por el sacerdote[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
La
contrición del corazón y la absolución recibida en el Sacramento de la Penitencia,
quitan totalmente la culpa de los pecados ya que confieren la gracia,
restituyendo al hombre a la participación en la vida trinitaria, haciéndolo
pasar del estado de muerte espiritual al de vida de la gracia[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Pero
además de la culpa de los pecados, está la pena que hay en ellos y también los
malos hábitos y la costumbre de pecar y todo eso no lo quita ni la contrición,
ni el Sacramento de la Penitencia, por lo que hay que realizar un verdadero
trabajo espiritual, siempre bajo la acción de la gracia, para que luego de
desterrada la culpa, se siga la satisfacción, que quite lo que resta de la pena
y limpie y sane al alma de los malos hábitos y malas costumbres[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Al
no tener estos cuidados –esto es, la lucha espiritual contra la concupiscencia,
contra los malos hábitos, contra la costumbre de pecar-, suceden prontas y
notables caídas y a veces mayores que antes, por lo que corresponde a la virtud
de la prudencia el prevenirse contra un peligro tan grande. San Gregorio dice: “Por
imprudencia de la negligencia, la herida sana se pudre, porque mientras el alma
desagradecida no quiere apercibirse para adelante con cuidado y vigilancia,
cometerá más miserablemente aquellos mismos males que había echado de sí”[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Si
se adquirió un mal hábito por costumbre de largo tiempo, también se ha de
quitar, por una costumbre opuesta –esto es, virtuosa-, la cual debe también ser
ejercida por largo tiempo. Para no quedarse uno con los mismos malos hábitos de
los que se confesó, el penitente debe hacer obras de virtudes contrarias a los
vicios en que se pecó. Para ello, el penitente no debe quedarse en la
penitencia que le dio el confesor, sino que debe hacer todas las penitencias
que humildemente sea capaz de hacer. Solo de esta manera se quitará, junto con
la culpa ya quitada, el mal hábito que causó el pecado[5].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré, y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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