viernes, 8 de octubre de 2021

Hora Santa en reparación por profanación de la Catedral de Toledo 071021

 



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la horrenda profanación cometida contra la Catedral de Toledo por parte del grupo musical “Ateo”. Además del acto sacrílego, condenamos también la cobarde actitud de los sacerdotes que debían velar para que precisamente no se cometieran semejantes sacrilegios. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

         https://infovaticana.com/blogs/cigona/pues-el-arzobispo-donde-debia-estar/

         Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Afirma un autor que “el verdadero acto de contrición nace del dolor de los pecados y éste a su vez se origina en el verdadero amor de Dios”[1]. Para que nos demos una idea de cómo es este dolor de los pecados, podemos considerar el siguiente ejemplo: tomemos el caso de un hijo que ama tanto a su padre o a su madre, que desearía morir, literalmente, antes de causarles el más mínimo dolor, la más mínima falta de respeto, a causa de alguna falta suya. Este hijo que ama así a sus padres, desea vivir en la perfección, pero no tanto por la fealdad del mal, sino por la bondad del amor que tiene a sus padres. De la misma manera, el alma que ama a Dios con todo su ser, desearía antes morir que volver a ofender a Dios con el más ligero de los pecados.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Ahora bien, el amor a Dios Uno y Trino y a su Mesías, Cristo Dios, surge, entre otras cosas, por la contemplación de las infinitas perfecciones[2] del Ser divino trinitario, como por ejemplo su majestad –ante Él se postran los ángeles y santos en eterna adoración-, su hermosura –Cristo, dice la Escritura, es el “más bello de los hombres”-, su bondad –nada de lo que hace Dios Trino, lo hace sin su infinita bondad y sabiduría-, su amor –es tanto y tan incomprensible su Amor, que envió a Dios Hijo a encarnarse y morir en la cruz, para salvarnos-, su magnanimidad –Dios es tan excelso, que todo lo hace perfectísimamente bien y sólo nos pide a cambio nuestro amor- y así podríamos seguir, hasta el infinito, describiendo todas las infinitas perfecciones que en Él existen y que deben ser la causa y el origen de nuestro amor a Dios Trino.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         La majestad de Dios es tan grande y tan digna de ser servida, que los ángeles tiemblan en su acatamiento, estando esta majestad adornada y acompañada por su omnipotencia divina, que todo lo puede hacer, menos el mal, el más ínfimo y pequeñísimo mal; la hermosura del Ser divino trinitario es tan digna de ser contemplada y amada, que si aquellos que más la aborrecen, los demonios y los condenados, si por un instante la vieran como es en Sí, en ese mismo instante la amarían necesariamente más que a sí mismos; la bondad de Dios es tan grande e infinita, que por salvar a los hombres, sus enemigos por causa del pecado, quiso padecer males sin límites; la benignidad de Dios es tan grande, que redimió al hombre de la servidumbre de Satanás, cerró las puertas del Infierno al precio de su Sangre en la cruz y abrió para los hombres las puertas del Cielo[3]. ¿Qué más puede hacer Dios por nosotros, que no lo haya hecho?

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         Ahora bien, todos estos atributos divinos se encuentran, en la plenitud eterna del Ser divino trinitario, en acto continuo, en la Sagrada Eucaristía, desde donde el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús lanza rayos de amor para encender nuestros corazones en el Fuego del Divino Amor; para partirlos de dolor por haber menospreciado estas divinas hermosuras y al haber preferido el pecado antes que la gracia santificante que diviniza nuestras almas. El pecador, delante del Cristo Eucarístico, debe lamentarse de haber ofendido a la Bondad Increada en Sí misma, que brota del Ser divino de la Trinidad como de una fuente inagotable[4].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         De la contemplación de las infinitas perfecciones del Ser divino trinitario y del conocimiento del Amor infinito y eterno que late en el Corazón Eucarístico de Jesús, se comprende que el pecador se duela el perder esta divina amistad con el Rey de reyes, por causa del pecado. Si los hombres se ponen tristes hasta el llanto, cuando pierden la salud, la honra, los bienes o los amigos, ¡cuánto más deberían lamentarse y llorar, si por desgracia se vieran privados de la amistad divina a causa del pecado! ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de morir, antes de cometer un pecado mortal o venial deliberado, para que permanezcamos en la gracia divina hasta el momento de partir de esta vida terrena!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 502.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 502.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 502.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 503.

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