Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el indecible ultraje sufrido por la Santa Cruz en España: fue retirada por el ayuntamiento de una localidad y luego arrojada impiadosamente a un depósito de residuos. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:
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Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Cuando el Ángel Gabriel le anunció a María Santísima que había
sido elegida para convertirse en la Madre de Dios, la Virgen Purísima dio su “Sí”
a la Divina Voluntad, dando inicio, con la Encarnación del Verbo, tanto al plan
de salvación de la humanidad, como al punto de encuentro de cada alma con Dios
Uno y Trino. En efecto, desde la Encarnación, la Virgen Santísima es Aquella que
nos conduce a la unión perfectísima con su Hijo, Cristo Dios y a través de Él,
con la Santísima Trinidad. Por haber dado su “Sí” al Divino Plan de redención,
para que el Verbo se encarnara en su seno virginal y se convirtiera en Pan de
Vida eterna, es que la Virgen es llamada “Nuestra Señora de la Eucaristía”.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Nuestra unión con Cristo se da a través de la Virgen,
porque es Ella quien nos lo dona, al engendrarlo por obra del Espíritu Santo y
luego darlo a la luz en Belén, Casa de Pan, como Pan de Vida eterna. Así, la
Virgen se convierte para nosotros en el camino más sencillo, perfecto, humilde
y pleno del Divino Amor, para la unión con Jesús Eucaristía.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Pero también es cierto el camino inverso: así como por la
Virgen nos unimos a Jesús Eucaristía, así mismo, por Jesús Eucaristía, nos
unimos moral y espiritualmente a la Virgen, por medio de la Sagrada Comunión
Eucarística. En efecto, según afirma un autor, “Con Jesús Hostia ingresa también
la Virgen en nuestras almas, haciéndose toda una -en un sentido místico y
sobrenatural- con cada uno de nosotros sus hijos, derramando su amor maternal
sobre nuestras almas y sobre nuestros cuerpos; por eso dice San Hilario de
Poitiers: “La mayor alegría que podemos dar nosotros a María es la de llevar a
Jesús Eucaristía en nuestro pecho”[1].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Es verdadero el dicho que dice, refiriéndose a la Virgen y
a Jesús: “Donde está la Madre, está el Hijo y donde está el Hijo, está la Madre”.
Esto se ve desde el momento mismo de la Encarnación y se hace visible y
manifiesto en el Nacimiento del Niño Dios en Belén y esto mismo se repite,
misteriosa e invisiblemente, en el Nuevo Belén, que es el altar eucarístico. Afirma
un autor: “Cuando vemos a Jesús en el altar, siempre encontramos, como los
Reyes Magos en Belén, a Jesús “con su Madre María” (Mt 2, 11); y Jesús
Hostia, en el altar de nuestro cuerpo, puede repetir a cada uno de nosotros,
como a San Juan en el altar del Calvario: “Ahí tienes a tu Madre” (Jn
19, 27)[2].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
También los santos nos enseñan que la Virgen se une
espiritualmente a nosotros en cada comunión eucarística: según San Agustín, “María
Santísima se hace nuestra y se une a cada uno de nosotros en la Sagrada Comunión:
“El Verbo es alimento de los Ángeles. Los hombres no tienen fuerza para
alimentarse, a pesar de la necesidad que tienen de hacerlo. Sucede que
encuentran una madre que come de este Pan supersubstancial y lo transforma en
leche para alimentar a sus pobres hijos. Y aquí está María: Ella se alimenta del
Verbo y lo transforma en la Santísima Humanidad, lo transforma en Cuerpo y Sangre,
en esta leche dulcísima que se llama Eucaristía”[3].
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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