Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por el atentado sacrílego sufrido por la catedral de San Patricio en Nueva
York, Estados Unidos. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
La siguiente anécdota es narrada por el fundador de una
próspera institución religiosa, los Franciscanos de la Inmaculada Concepción. Dice
así: “En la vida de San Jacinto, dominico, se lee que, una vez, para evitar una
profanación del Santísimo con Sacramento, el Santo corrió a sacar del Sagrario
el copón con las Sagradas Hostias para ponerlo en un sitio seguro- Mientras San
Jacinto se iba con Jesús Eucarístico apretado en su pecho, oyó una voz que
salía de la imagen de María Santísima que estaba a un lado del altar: “¿Cómo?
¿Te llevas a Jesús sin llevarme también a mí?”. El Santo se detuvo, sorprendido
y entendió el pedido de la Virgen, aunque dudaba de si podría hacerlo, pues
tenía sólo una mano libre y la imagen de la Virgen era pesada: entonces,
sucedió un prodigio, al tomarla con su única mano libre, la imagen de la Virgen
resultó más liviana que una pluma, con lo cual el Santo pudo cumplir con su cometido.
El significado del prodigio es delicadísimo: tomar a María con Jesús no puede
pesar ni costar absolutamente nada, porque Ellos “están el Uno en el Otro” (Jn
6, 56), de una manera divinamente sublime”[1].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
“Allí donde está la Madre, allí está el Hijo; y allí donde
está el Hijo, está la Madre”, nos dicen los santos. La presencia de la Virgen
al lado de su Hijo sea corporal, física o espiritual y sobrenatural, es
inseparable y esto no es una metáfora o una expresión de deseos, sino una
realidad sobrenatural. Así nos lo enseñan los santos, como, por ejemplo, Santa
Bernardita Soubirous: una persona quiso ponerla a prueba con esta pregunta: “¿Qué
te gusta más: recibir la Santa Comunión o ver a Nuestra Señora en la Gruta?”. A
lo que la Santa respondió: “¡Qué pregunta tan extraña! Son cosas que no se
pueden separar, Jesús y María van siempre juntos”[2].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Afirma un autor: “La unión entre Nuestra Señora y la Eucaristía
permanecerá indisoluble por su naturaleza “hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20),
porque María Santísima, con su Cuerpo y su Alma -Purísimos y Llenos de la
gracia de Dios- constituye la “Morada de Dios” (Ap 21, 3): es la hostia
incorruptible “Santa e inmaculada” (Ef 5, 27) que reviste de ella al
Verbo de Dios hecho hombre; San Germán llega a llamarla “Paraíso dulcísimo de
Dios”. Y más bien, según una sentencia piadosa, también en el Cielo la Virgen
conserva y conservará eternamente a Jesús Hostia visible en su pecho y eso para
su “eterno consuelo, para júbilo de todos los Beatos y especialmente para alegría
perenne de los devotos del Santísimo Sacramento”[3]. En otras palabras, la Virgen
será para siempre, para toda la eternidad, “Nuestra Señora de la Eucaristía”.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
No es mera intuición religiosa de un artista piadoso el
representar a la Virgen con Jesús Eucaristía en su pecho: la Virgen lleva, desde
la Anunciación, al Pan Vivo bajado del cielo en su Corazón Inmaculado, porque
su “Sí” a la Encarnación del Verbo está motivado por el amor que inhabita en su
Corazón virginal, el Espíritu Santo. Con toda razón, la Virgen es llamada “Nuestra
Señora de la Eucaristía”, porque Ella nos da el fruto de sus entrañas
virginales, Cristo Jesús, Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía. Y será la
Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, quien continuará llevando eternamente
a Jesús Eucaristía en su pecho, para ofrecerlo a la contemplación gozosa de los
bienaventurados “a quienes ya ahora les es dado ver la Divina Persona de Jesús
en las especies eucarísticas”[4].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Ahora bien, si la Virgen, como Nuestra Señora de la
Eucaristía, nos da a su Hijo, el Pan de Vida eterna, Cristo Jesús y así se
convierte en instrumento privilegiado de la Trinidad para nuestra unión
sacramental con la Segunda Persona de la Trinidad encarnada, también es cierto
que nos unimos a la Virgen por medio de la Eucaristía: “Nuestra unión con
Nuestra Señora encuentra su punto fervoroso de fusión plena y más amorosa en la
Eucaristía y especialmente en la Santa Comunión: con Jesús Hostia entra Ella dentro
de nosotros, se hace todo una con cada uno de nosotros sus hijos, derramando su
amor materno sobre nuestra alma y nuestro cuerpo. San Hilario dice: “La mayor
alegría que podemos dar nosotros a María es la de llevar a Jesús Eucaristía en nuestro
pecho”[5].
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario