lunes, 30 de noviembre de 2020

Hora Santa en reparación por el intento de incendio de la Catedral de Chile por parte de feministas 261120

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el incendio de la Catedral de Chile por parte de feministas. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

https://www.aciprensa.com/noticias/vandalizan-catedral-al-quemar-lienzos-contra-la-iglesia-en-marcha-feminista-32092?fbclid=IwAR0UeyX1nX5sHHa-WvIF5eyqFgLgfRWC6ecPtVtihS0vgq_-b6z6lwQBQQM

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Oh, Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

La bienaventuranza –afirma un autor- no puede consistir en la salud y buena disposición del cuerpo, ni en creatura alguna de la naturaleza, ni tampoco en ningún bien de este mundo, porque todo en él no satisface el apetito humano y todo es inconstante y mudable, además de pervertido y vano[1]. A pesar de todo, hay hombres que estiman estas cosas, pero al hacer esto, pierden con esta estima la verdadera bienaventuranza, la vida eterna en el Reino de los cielos, de la cual la gracia nos hace ya partícipes en esta vida.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con relación a lo efímero de esta vida y a la vanidad de los bienes que en él se encuentran, dice así San Agustín: “El mundo se pasa y su concupiscencia también: ¿qué es lo que quieres? ¿Por ventura amar las cosas temporales y pasar tú con el mismo tiempo o quieres amar a Cristo y vivir eternamente?”[2]. Por lo tanto, no pongamos nuestra mirada en los bienes efímeros, sino en la verdadera riqueza, la gracia santificante.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Sólo en Dios está el objeto y blanco de la verdadera bienaventuranza, porque sólo Él puede llenar nuestros deseos y nada menos que Dios. Así, dice San Bernardo: “El ánimo avariento del hombre sólo se puede ocupar con las creaturas, pero no puede hartarse y así, todo lo que es menos que Dios, no llenará al alma capaz de Dios”. San Agustín, a su vez, dice: “Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Dios; con Dios sólo se satisface, en Dios tiene todas las cosas”.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Y continúa también San Agustín: “Dios es todo para ti: si tienes hambre, Él es Pan –Pan de Vida eterna-; si tienes sed, Él es Agua –de vida eterna, la gracia-; si estás en tinieblas, Él es la Luz –la Luz Eterna e Increada-; si estás desnudo, Él te reviste de inmortalidad”. En otra parte, concluye: “¿Qué cosa hay mayor que este bien? ¿Qué cosa más dichosa que esta dicha, vivir para Dios, vivir en Dios?”. Dios Trino es todo para el alma: es Pan Vivo bajado del cielo, es Agua que salta hasta la eternidad, es Luz Eterna que da vida eterna; es la Eternidad en Persona y reviste al alma con esta eternidad. ¿Por qué elegir las creaturas antes que Dios?

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En Dios Uno y Trino, en la Santísima Trinidad, y en su Mesías, el Hombre-Dios Cristo Jesús, está la bienaventuranza verdadera, no sólo en la bienaventuranza eterna, sino en este “valle de lágrimas”, que es esta vida terrena y esta bienaventuranza, que es la vida en Dios Trinidad en el cielo, la tenemos ya por anticipación y participada,  por la gracia santificante[3]. La gracia es el vínculo de la bienaventuranza, porque da derecho para poseer a Dios en la gloria y en esta vida trae al mismo Dios Trinidad al alma, para que la posea y se llene de todo bien, de toda gracia, de todo amor y de toda paz y alegría.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).  

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 423.

[2] In Epist. Joan.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 424.

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