Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en
reparación por el doble sacrilegio cometido contra el Altar Eucarístico: por
parte del enajenado mental que tomó el libro sagrado y lo arrojó, y por la
pasividad –y cierto grado de complicidad, tal vez- de parte de los ministros
sagrados y de los fieles asistentes. Para información, consultar el siguiente
enlace:
https://www.razonmasfe.com/actualidad/insolito/montaje-profancion-misa-sagrado-corazon/
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
El
cuidado y amor tan delicados, manifestados por Dios para con sus hijos que
están en gracia, debe conducirlos a estos a buscar de devolver, aunque sea en
ínfima medida, tanto amor divino y para esto, deben tratar de amar y servir al
Padre celestial, así como lo amó y sirvió Nuestro Señor Jesucristo, Nuestro Hermano
Mayor[1].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
el Evangelio se narra cómo Nuestro Señor Jesucristo, en un determinado momento,
se apartó de la muchedumbre y les habló a sus discípulos, exhortándolos a que
no se preocuparan por las cosas del mundo, sino por la gracia: “No estéis
solícitos por vuestra alma de lo que habéis de comer, ni por vuestro cuerpo de
lo que habéis de vestir” (Lc 12, 22).
Es como si dijera que, aun de las cosas necesarias, debían descuidarse de
ellas, porque Él los quería libres de las ansias de las cosas temporales[2],
pero sí ocupados en conseguir las cosas celestiales, la primera entre todas, la
gracia santificante.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Un autor, reflexionando sobre las palabras de Jesús, afirma
que “el alma es cosa mucho mayor que la comida y el cuerpo que el vestido”[3] y
así, la gracia es, para el alma y el cuerpo, un bien infinitamente mayor que la
comida y el vestido. Es a esto a lo que Jesús se refiere cuando dice que debemos
“buscar primero el Reino de Dios y su justicia”, para que “todo se nos dé por
añadidura” (Mt 6, 33).
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Es Dios quien nos dio, además del alma y el cuerpo, la
gracia santificante, pues la obtuvo para nosotros la Segunda Persona de la
Trinidad, ofreciendo su Humanidad Santísima en el sacrosanto altar de la Cruz.
Con la gracia, Dios nos concedió participar en su naturaleza y en su vida
divina, y si esto hizo, es decir, si nos hizo partícipes de su naturaleza y
vida divina, no dejará de proveernos lo necesario para las necesidades de
nuestra naturaleza y vida humanas[4]. Por
esto es que debemos buscar la gracia como el mayor de los tesoros.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Si Dios provee de lo que necesitan para su subsistencia a
las aves del cielo, cuánto más lo hace, con su Divina Providencia, para
asistirnos en nuestras necesidades a nosotros, que sin pedirlo ni merecerlo,
fuimos convertidos en sus hijos adoptivos y en templos del Espíritu Santo, por
la gracia que nos consiguió Nuestro Señor Jesucristo. Es decir, Dios Trino estima
más que a las aves del cielo, a las almas humanas que no sólo fueron creadas a
imagen y semejanza Suya, sino que se convirtieron en imágenes vivas de Dios
Hijo encarnado, por la gracia, y por eso no les hace faltar nada, ni material,
ni espiritual. En la gracia están contenidos todos los bienes que el hombre
pueda desear.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
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