miércoles, 11 de noviembre de 2020

Hora Santa en reparación por profanación del Altar Eucarístico en Guyana 091120

 


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en reparación por el doble sacrilegio cometido contra el Altar Eucarístico: por parte del enajenado mental que tomó el libro sagrado y lo arrojó, y por la pasividad –y cierto grado de complicidad, tal vez- de parte de los ministros sagrados y de los fieles asistentes. Para información, consultar el siguiente enlace:

https://www.razonmasfe.com/actualidad/insolito/montaje-profancion-misa-sagrado-corazon/

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

El cuidado y amor tan delicados, manifestados por Dios para con sus hijos que están en gracia, debe conducirlos a estos a buscar de devolver, aunque sea en ínfima medida, tanto amor divino y para esto, deben tratar de amar y servir al Padre celestial, así como lo amó y sirvió Nuestro Señor Jesucristo, Nuestro Hermano Mayor[1].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En el Evangelio se narra cómo Nuestro Señor Jesucristo, en un determinado momento, se apartó de la muchedumbre y les habló a sus discípulos, exhortándolos a que no se preocuparan por las cosas del mundo, sino por la gracia: “No estéis solícitos por vuestra alma de lo que habéis de comer, ni por vuestro cuerpo de lo que habéis de vestir” (Lc 12, 22). Es como si dijera que, aun de las cosas necesarias, debían descuidarse de ellas, porque Él los quería libres de las ansias de las cosas temporales[2], pero sí ocupados en conseguir las cosas celestiales, la primera entre todas, la gracia santificante.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Un autor, reflexionando sobre las palabras de Jesús, afirma que “el alma es cosa mucho mayor que la comida y el cuerpo que el vestido”[3] y así, la gracia es, para el alma y el cuerpo, un bien infinitamente mayor que la comida y el vestido. Es a esto a lo que Jesús se refiere cuando dice que debemos “buscar primero el Reino de Dios y su justicia”, para que “todo se nos dé por añadidura” (Mt 6, 33).

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Es Dios quien nos dio, además del alma y el cuerpo, la gracia santificante, pues la obtuvo para nosotros la Segunda Persona de la Trinidad, ofreciendo su Humanidad Santísima en el sacrosanto altar de la Cruz. Con la gracia, Dios nos concedió participar en su naturaleza y en su vida divina, y si esto hizo, es decir, si nos hizo partícipes de su naturaleza y vida divina, no dejará de proveernos lo necesario para las necesidades de nuestra naturaleza y vida humanas[4]. Por esto es que debemos buscar la gracia como el mayor de los tesoros.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Si Dios provee de lo que necesitan para su subsistencia a las aves del cielo, cuánto más lo hace, con su Divina Providencia, para asistirnos en nuestras necesidades a nosotros, que sin pedirlo ni merecerlo, fuimos convertidos en sus hijos adoptivos y en templos del Espíritu Santo, por la gracia que nos consiguió Nuestro Señor Jesucristo. Es decir, Dios Trino estima más que a las aves del cielo, a las almas humanas que no sólo fueron creadas a imagen y semejanza Suya, sino que se convirtieron en imágenes vivas de Dios Hijo encarnado, por la gracia, y por eso no les hace faltar nada, ni material, ni espiritual. En la gracia están contenidos todos los bienes que el hombre pueda desear.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).  

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 411.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 412.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 412.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 412.

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