Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje sufrido por una imagen de la Madre de Dios en una parroquia de Chicago, en Estados Unidos. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Quien está en gracia lo tiene todo, porque el que está en
gracia lo tiene a Dios y, teniéndolo a Dios, lo tiene todo, pues Dios es Dueño
y Creador del universo visible e invisible. Y a los que están en gracia, Dios
no les hace faltar nada de su consuelo y amor, según dice el Salmo (36, 25): “Nunca
se vio a justo alguno desamparado de Dios”, ni tampoco se vio que los hijos de
Dios “buscaran pan”[1],
sobre todo Dios no hace faltar al justo el Pan de Vida eterna, la Sagrada
Eucaristía.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El justo –esto es, el que vive en gracia de Dios-, recibirá “todo
bien”, según las palabras del Profeta Isaías: “Decid al justo que bien”. Y, tal
como afirma un autor al examinar esta frase del Profeta, “no se señala qué bien
es éste del justo, porque es todo género de bien que le vendrá por el cuidado
paternal de Dios. Es decir, por el bien que es la gracia, tendrá bien para el
alma y bien para el cuerpo; bien para sí y bien para los suyos; bien para esta
vida y bien para la otra; bien entre los hombres y bien entre los ángeles”[2].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Si un alma posee la gracia santificante, debe alegrarse por
esto, aun cuando sufra privaciones materiales de toda clase. Dice así un autor:
“Alégrese el justo, que todo le irá bien; busque un solo bien y tendrá todos
los bienes; busque el cielo y tendrá la tierra; busque la gracia y hallará
todo, porque Dios le dará su bendición en todo”[3]. Es
por esto que Nuestro Señor nos dice: “Busquen primero el Reino de Dios y su
justicia y todo les será dado por añadidura” (Mt 6, 33).
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Ahora, si es cierto que el que tiene la gracia lo tiene
todo, también es cierto que quien no tiene la gracia no tiene ningún bien, aun
cuando lo posea todo materialmente. Por esto, afirma un autor: “Pero témase el
pecador que todo le saldrá mal, porque perdiendo la gracia perderá todo bien y
hallará todo mal. Dice Salomón (Prov. 10): “La bendición de Dios vendrá sobre
la cabeza del justo, pero la maldad cubrirá el rostro de los malos. La memoria
del justo será para alabanzas y el nombre de los malos se pudrirá”[4].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En las Escrituras, dice un autor, se afirma que “la mano de
Dios está sobre el que está en gracia para bendecirlo, alabarlo, cuidarlo,
hacerle largas mercedes”[5]. Es
esto lo que quiere significar Esdras (2, 8) cuando dice: “La mano de nuestro Dios
está sobre todos los que le buscan en verdad y su imperio y fortaleza y furor
está sobre todos los que lo dejan”. En otra parte de la Escritura se dice: “Los
ojos del Señor están sobre los que le temen; Él es su protector poderoso, su
firmamento fuerte, el que le cubre y defiende del ardor, el que aparta de él
toda ofensión, el que le ayuda en la caída, el que le ensalza el alma y le
alumbra los ojos”.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario