Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de una iglesia católica en territorio armenio ocupado, por parte de fundamentalistas islámicos. Para mayores detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Quien está en estado de gracia, no debe preocuparse por las
cosas temporales de poca importancia, según las palabras de Nuestro Señor
Jesucristo: “Considerad los lirios y las azucenas, que no trabajan ni hilan;
pero de verdad os digo, que ni el rey Salomón en toda su gloria y majestad se
vistió como una de ellas”. Ahora bien, afirma un autor: “Si Dios tiene tal
cuenta con las plantas, que hoy son y mañana se arrojan en un horno, ¿cuánto
más cuidará de los hombres, a quienes ha donado su gracia?”[1].
Preocupémonos, entonces, por vivir en gracia, y dejemos en segundo plano las
cosas terrenas.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Los hombres mundanos, faltos de fe, hacen lo contrario de lo
que dice Nuestro Señor Jesucristo: se afanan y preocupan en exceso por los
bienes materiales, que son tan efímeros como lo es la vida terrena. Quien está
en gracia, afirma un autor, “no busque con afán qué ha de beber y comer; no
ponga su principal mira en estas cosas temporales”[2].
Esto debe entenderse bien: no significa que no debamos trabajar para conseguir
los bienes temporales necesarios; por el contrario, debemos trabajar, pero
estos no deben ser nuestro objetivo primario, sino el Pan de Vida eterna. Y
todo lo demás “se dará por añadidura”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El hombre fue creado para vivir en la eternidad y por la
gracia tiene ya derecho a la vida eterna. Las cosas de la tierra fueron dadas
sólo por algún tiempo y para reparo de esta vida y así nuestro principal
cuidado ha de ser lo eterno, no de lo temporal. Hemos sido creados para vivir
en el Reino de los cielos y no para disfrutar de los reinos terrenos;
ocupémonos, entonces, en ganar nuestra entrada al Reino de la gloria, viviendo
en gracia y rechazando el pecado.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
No deben preocuparnos ni el mal tiempo ni los años
estériles, pues el sustento de un justo no depende de los cielos materiales,
sino de Dios Trino, que en grandes carestías dará tanto a los suyos, que éstos
podrán socorrer a los demás que no tengan[3]. Son
los paganos los que, no conociendo o no confiando en la palabra de Dios, se
preocupan en exceso por los bienes materiales, poniendo el objetivo de su ser
en ellos: no ha de ser así el cristiano, quien tiene puesta su vista del alma
en el Reino de Dios y no en los reinos terrenos.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Afirma un autor: “Los que no tienen conocimiento de Dios,
los que no tienen esperanza de la vida eterna, como los infieles y los
bárbaros, tienen excusa de buscar lo temporal; pero los hijos de Dios, los que
están en gracia y tienen no sólo esperanza, sino derecho a la vida eterna, en
esto han de poner su cuidado y descuidar de todo lo transitorio”[4].
Que la meta de nuestra vida terrena sea, entonces, vivir en gracia, para así
ganar el Reino de los cielos y la comunión en la gloria con la Santísima
Trinidad.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
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