Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la decapitación de imágenes de la Virgen y de los Santos ocurrida en Francia. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Quien
tiene la gracia, lo tiene todo, porque lo tiene a Dios, que es Creador, Dueño y
Señor del universo visible e invisible. Al respecto, dice San Buenaventura,
citando al Evangelio cuando dice “Busca el Reino de Dios –que es la gracia- y
su justicia y con ella tendrás todas las cosas”: “Muy justa promesa, porque
quien busca el Reino de Dios y su justicia, es siervo de Dios y amigo de Dios e
hijo de Dios y Dios no habrá de hacer faltar a su siervo y amigo e hijo sin proveer
de las cosas necesarias, porque ese tal posee a Dios y es poseído de Dios y por
consiguiente tiene lo que tiene Dios”[1].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Afirma
un autor: “Si quieres saber lo que Dios cuida de los que están en gracia, oye
lo que dice, como tierno y amoroso padre, por el profeta Isaías[2]: “Por
ventura, ¿se podría olvidar la mujer de su niño, para que no se compadezca del
hijo de sus entrañas? Y si ella se olvidare, yo no me olvidaré de ti; mira que
en mis manos te tengo escrito y siempre tengo tus muros delante de mis ojos”. Es
decir, Dios cuida, del que está en gracia, con amor infinitamente más grande que
el amor maternal, que ya es bastante grande en sí mismo.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
otra pare de las Escrituras, dice así Dios, refiriéndose también al alma que
está en gracia: “Oídme, casa de Jacob y todas las reliquias de la casa de
Israel, que os traigo en mis entrañas y os tengo dentro de mi vientre; Yo mismo
hasta la vejez y hasta las canas, Yo mismo os llevaré; Yo os hice y Yo os
llevaré; Yo andaré cargado de vosotros y Yo os salvaré”[3]. Como
se ve, no falta la providencia de Dios para con el que está en gracia.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Según
las Escrituras, una madre puede olvidarse del hijo que tiene entre sus brazos,
pero Dios no se olvida del hijo que tiene en sus entrañas, es decir, de aquél
que ha nacido de la gracia[4].
También, una madre puede dejar de alimentar al hijo que tiene abrazado, pero no
puede dejar de dar la sangre al que tiene en sus entrañas, y así es Dios para
con el que está en gracia: no puede dejar de darle a este tal su vida, su
gracia, comunicada por la Sangre del Cordero.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por
esta razón, es que llama Dios a los justos, en un salmo, “sus escondidos” (82,
4). Dice también que los guardará “dentro de su Tabernáculo” (Sal 30) y que los esconderá “en lo más
secreto”, donde estarán siempre delante de sus ojos y que no sólo cuando le
llaman, sino “antes de llamarle los oye” (Is
65, 24) y antes que acaben de pronunciar la palabra, hará lo que piden.
Busquemos entonces “el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se nos dará
por añadidura” (Mt 6, 33).
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
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