martes, 10 de noviembre de 2020

Hora Santa en reparación por decapitación de imágenes de la Virgen y los Santos en Francia 071120

 


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la decapitación de imágenes de la Virgen y de los Santos ocurrida en Francia. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:

http://blog.messainlatino.it/2020/11/francia-continua-la-decapitazione-delle.html?fbclid=IwAR337RsYfVWnTrj1L1zy6JxS0hF9qNVYANUUIfhVnImLaHfKg1txwirnShg

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

Quien tiene la gracia, lo tiene todo, porque lo tiene a Dios, que es Creador, Dueño y Señor del universo visible e invisible. Al respecto, dice San Buenaventura, citando al Evangelio cuando dice “Busca el Reino de Dios –que es la gracia- y su justicia y con ella tendrás todas las cosas”: “Muy justa promesa, porque quien busca el Reino de Dios y su justicia, es siervo de Dios y amigo de Dios e hijo de Dios y Dios no habrá de hacer faltar a su siervo y amigo e hijo sin proveer de las cosas necesarias, porque ese tal posee a Dios y es poseído de Dios y por consiguiente tiene lo que tiene Dios”[1].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Afirma un autor: “Si quieres saber lo que Dios cuida de los que están en gracia, oye lo que dice, como tierno y amoroso padre, por el profeta Isaías[2]: “Por ventura, ¿se podría olvidar la mujer de su niño, para que no se compadezca del hijo de sus entrañas? Y si ella se olvidare, yo no me olvidaré de ti; mira que en mis manos te tengo escrito y siempre tengo tus muros delante de mis ojos”. Es decir, Dios cuida, del que está en gracia, con amor infinitamente más grande que el amor maternal, que ya es bastante grande en sí mismo.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En otra pare de las Escrituras, dice así Dios, refiriéndose también al alma que está en gracia: “Oídme, casa de Jacob y todas las reliquias de la casa de Israel, que os traigo en mis entrañas y os tengo dentro de mi vientre; Yo mismo hasta la vejez y hasta las canas, Yo mismo os llevaré; Yo os hice y Yo os llevaré; Yo andaré cargado de vosotros y Yo os salvaré”[3]. Como se ve, no falta la providencia de Dios para con el que está en gracia.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Según las Escrituras, una madre puede olvidarse del hijo que tiene entre sus brazos, pero Dios no se olvida del hijo que tiene en sus entrañas, es decir, de aquél que ha nacido de la gracia[4]. También, una madre puede dejar de alimentar al hijo que tiene abrazado, pero no puede dejar de dar la sangre al que tiene en sus entrañas, y así es Dios para con el que está en gracia: no puede dejar de darle a este tal su vida, su gracia, comunicada por la Sangre del Cordero.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Por esta razón, es que llama Dios a los justos, en un salmo, “sus escondidos” (82, 4). Dice también que los guardará “dentro de su Tabernáculo” (Sal 30) y que los esconderá “en lo más secreto”, donde estarán siempre delante de sus ojos y que no sólo cuando le llaman, sino “antes de llamarle los oye” (Is 65, 24) y antes que acaben de pronunciar la palabra, hará lo que piden. Busquemos entonces “el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se nos dará por añadidura” (Mt 6, 33).

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).  

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

 



[1] In cap. 12 Luc.

[2] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 408.

[3] Is 46, 3.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 409.

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