Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de una iglesia
parroquial en China, en donde las autoridades comunistas reemplazaron las imágenes
sagradas con la foto de Xi Jinping, el actual presidente del Partido Comunista
Chino. Según afirman las noticias, “Las autoridades comunistas eliminaron una
pintura de la Virgen María con el Niño Jesús, colocando en su lugar un retrato
del presidente Xi Jinping, rodeado de eslóganes de propaganda en ambos lados”. Para
mayor información acerca de este lamentable episodio, se puede consultar el
siguiente enlace:
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
La
gracia trae al alma bienes incalculables, porque con ella vienen los dones del
Espíritu Santo, los cuales así consuman el edificio espiritual,
perfeccionándola al alma en grado sumo[1]. Sin
embargo, sucede con mucha frecuencia que nosotros no dejamos obrar al Espíritu
Santo, porque no respondemos a sus santas inspiraciones. Si dejáramos obrar al
Espíritu Santo según es su Divina Voluntad, cada alma que recibiría sus dones, podría
contarse entre los más grandes santos del cielo y justos de la tierra. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca
pongamos obstáculos al obrar del Espíritu Santo en nuestras almas!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Hay
una gran distancia entre estar en gracia y no estarlo: quien carece de la
gracia, carece de todas las virtudes, fuerzas y riquezas divinas que con ella
vienen infusas[2].
El que está sin gracia es como quien tiene amputados los brazos, sin tener a
nadie que pueda ayudarlo, pero quien está en gracia es como quien tiene los
brazos sanos y enteros, que son las virtudes infusas y además de esto tiene los
brazos del Espíritu Santo, por así decirlo, que con sus dones ayuda y mueve
para lo que no puede con las virtudes.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Uno
de los canales por los que viene la gracia de modo habitual es el Sacramento de
la Penitencia: quien recién sale de confesarse, queda bien fortalecido y
prevenido de parte de Dios y el servicio divino le es para tal alma grato y
fácil de llevar a cabo[3]. Por
el contrario, quien no se confiesa, deja al Espíritu Santo, por así decirlo,
con las manos atadas, pues no puede el Santo Espíritu de Dios obrar en esta
alma la obra de la salvación eterna y de la perfección espiritual, quedándose
el alma sin ser una imagen vivísima y semejante a la imagen de Dios.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Cuando
Dios da a alguien su gracia, es porque tanto la ama, que desea adornarla de
toda clase de bienes y dones: la enriquece con virtudes teologales, luego con
las infusas y por último con los dones del Espíritu Santo[4].
Ahora bien, el Espíritu Santo hace esto para que el hombre no se quede como
estaba antes de su acción, insensible a las cosas de Dios y cautivo de su carne
y de sus sentidos. El Espíritu de Dios obra en el alma pero no para que ésta
permanezca sujeta al Príncipe de este mundo, que es el demonio, y guiándose por
leyes mundanas y apeteciendo vanos honores mundanos. No es para que codicie y
amontone el estiércol de los bienes de esta tierra, sino para que, dejando de
ser hijo del demonio, comience a ser hijo de Dios, hijo de la luz, hijo de la
gracia.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Quien
se ha confesado y ha recibido en su alma la gracia divina, se ve templado en
sus gustos y moderado en sus vanidades, además de evitar entretenimientos
seglares y mundanos y despreciar honras terrenas; por el contrario, se dedica a
realizar obras santas, a tener conversación con el cielo y pasar en diálogo con
Dios largos ratos de santa oración y meditación. Quien ya es un espíritu con
Dios, no puede, de ninguna manera, ser como antes, esto es, impaciente,
hablador, holgazán, dado a las pendencias y a toda clase de cosas malas. Quien tiene
al Espíritu Santo consigo y además a sus dones y virtudes, debe ser muy
diferente –tan diferente a como lo es la luz de la oscuridad- que cuando era
cueva de demonios[5].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 292.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 292.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 293.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 293.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 293.
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