jueves, 5 de diciembre de 2019

Hora Santa en reparación por misa negra a cargo del Templo Satánico en Houston EE. UU. 231119



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la realización de una misa negra satánica en Houston, Estados Unidos, a cargo de la secta satánica “Templo Satánico”. En una publicación en su cuenta de Twitter el día 24, el grupo satánico indicó que ni los católicos ni la Virgen María “detuvieron nuestra misa negra” en la que, según afirman, una hostia consagrada fue destruida y “arrojada a la basura”. Para mayor información acerca de este repudiable hecho, consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Los hombres necios llaman bien al mal y mal al bien, y tanto es así que al pecado lo llaman bien y a la gracia mal, porque se dejan llevar por sus pasiones y sus concupiscencias. Las cosas no son malas, sino que pueden ser bienes; lo único malo es el pecado y es imposible que éste sea un bien o pueda hacer algún bien[1]. La pasión se inclina al pecado, llamándolo bien, pero se engaña, porque el pecado sólo es mal y nada más que mal.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

No se debe creer al apetito carnal, sino al Espíritu Santo, que nos advierte acerca de la malicia del pecado, iluminando las conciencias y también a través de las voces de sus profetas. Isaías dijo de Cristo que habría de “reprobar el mal y elegir el bien” y es así como Cristo eligió y tomó para sí la pobreza, la humillación y los dolores, siendo llamado por esto “el despreciado, el último de los hombres, el varón de dolores”[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         El Hijo de Dios no reprobó la mendiguez, las aflicciones, la humillación, por lo tanto, estas cosas no son malas en absoluto; sin embargo, sí aborreció al extremo al pecado y de tal manera, que a lo largo de toda su predicación lo vituperó y hasta dio su vida y su sangre por condenarlo. Es decir, eligió para sí lo que el mundo juzga por males, encomendándolos por obras y palabras, al extremo de llamar “bienaventurados” a los pobres de espíritu, a los afligidos y a los perseguidos. No es difícil considerar que es verdad lo que dice la Sabiduría Encarnada, Cristo Jesús y no nuestras pasiones desviadas.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         Cristo dice que las penas de esta vida, llevadas bien, son bienaventuranzas y que sólo es mala la culpa; el mundo dice lo contrario, por lo tanto el alma cristiana debe juzgar según Cristo y no según el mundo. El Apóstol dice que Cristo “fue probado en todas las cosas adversas, fuera del pecado”[3], al cual fue el único al que reprobó, porque sólo éste es mal verdadero. Puede suceder que Dios dé penas y esto porque Él mismo las padeció y las quiso padecer; luego, no son malas, pues se compadecen con la bondad divina.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         El pecado es un monstruo tan atroz, que ni Dios lo puede causar, ni lo puede ver, ni lo puede tener, porque en el mismo instante dejaría de ser Dios. Los tormentos, mayores o menores, que se pueden tener en esta vida, no por eso se llaman malos, pero si se tiene un solo pecado mortal, por ése sólo será y se dirá malo, porque sólo el pecado es mal[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, intercede para que nunca caigamos bajo el yudo del mal, el pecado y para que siempre vivamos a la luz de la gracia!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 295.
[2] Cfr. Is 53.
[3] Hebr. 4.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 296.

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